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Viaje desde Tambor de Costa Rica a Granada de Nicaragua


Poco que añadir a lo que dije en el resumen del viaje.


Quizás que al pasar por Rivas, había un partido de béisbol, pero no el partido en sí, sino la cantidad de triciclos que hacían de taxi (vamos que los chinos ahora utilizan mercedes y aquí triciclos pedaleados por hombres).
El taxista que era de Rivas tampoco conocía mucho de la ciudad así que nos dejó en el Parque Central, centro neurálgico de la ciudad y donde están los hoteles de más categoría y por supuesto más caros. Recorrimos varias calles buscando uno y al final nos decidimos Hotel Casa del Consulado.
Primer inconveniente, me acerco por los cajeros de dos bancos a sacar dólares y en ambos me rechazan la Visa, al tercero consigo sacar cien. Con posterioridad descubro que los cajeros no tenían culpa. Después de mandar un correo a mi banco, me explican una historia estúpida diciéndome que ya funciona (ya estábamos de vuelta). El problema podía haber sido grave porque no llevábamos ni un cordoba. Al día siguiente ya dentro del banco expliqué una historia y me dieron quinientos.
Dejamos las mochilas, nuestro único equipaje, buscamos un sitio para cenar y acabamos en Calle La Calzada. Está cerrada al tránsito de vehículos, y rodeada de restaurantes, y bares con buenos precios tanto en bebidas como en comidas. En horas del final de la tarde hay un buen ambiente.
Volvemos al hotel, charlamos con el recepcionista, y le preguntamos que nos aconseje que podíamos ver al día siguiente y como no podía ser menos, nos aconseja las isletas.
Algunos se bañan en la piscina y a dormir.
Fin del viaje.

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Sigo con el ictus. Doppler de carótidas y análisis de sangre


Recuerdo cuando era un crio la manía que le tenía a Granada, solo subía a ella cuando me examinaba de lo que antes se llamaba bachiller o en caso de alguna enfermedad (no había instituto ni nada que se le pareciera a un hospital en Motril). Algo semejante me está ocurriendo con Puntarenas y San José.
El ferry me parece la embarcación más lenta que en mundo ha sido. Por aquí están dando una especie de cursillo de patrón de panga y uno de los profesores dice que lo hacen ir lento para que los pasajeros consuman. No creo que sea el motivo, me imagino que será la velocidad de mínimo consumo de combustible. De todas formas siempre hay algo interesante que ver, aparte, claro está, de los mochileros/as.
Para ir a Puntarenas no merece la pena pasar el carro, así que a la
llegada taxi y a los análisis de sangre. Me sacan tres o cuatro botes y a desayunar. Por aquí no se entienden los desayunos sin que sea una comida para subsistir todo el día.
La cita en la clínica para hacerme el doppler, era para las dos de la tarde y aún faltaba bastante, pero decidimos acercarnos por allí a ver si sonaba la flauta, me los hacían antes de tiempo y podíamos coger el ferry de las dos.


Otra vez taxi y salimos fuera de Puntarenas, en realidad estaba cerca de Barranca. Llorada a la muchacha que nos atiende, llama al Dr. Pero le dice que como muy pronto me vera a la una y media. Después del desayuno me había tomado la ración de pastillas y siguen dejándome agotado, así que me siento en el alcorque de un árbol que más bien era la parada de autobuses.


Veo otra cosa que no veía desde niño. Una bicicleta a motor. Mosquito la llamábamos en aquella época. Sin querer pienso en la crisis y pienso que volverán. Se acabaron los BMW.



Ecografía de las arterias que llevan el riego sanguíneo a nuestro cerebro, lo veo en la pantalla  pero no entiendo nada así que al acabar le pregunto al Dr. si estaban hechas una mierda a lo que me contesta que para mi edad están bastante bien. Otra prueba lista. En realidad la que me queda solo la hacen en el hospital de San José en el que me volverá a ver el Neurólogo. Esperemos me la puedan hacer el mismo día que me vea.


Definitivamente habíamos perdido el ferry de las dos así que a esperar el de las cinco. Vuelta a Puntarenas y a hacer un poco de turismo.
En el ferry nos encontramos con Javier y nos lo trajimos en el carro. Se ve que en su pueblo nadie quiere escuchar sus locuras y se vengó con nosotros porque no paró de hablar en todo el camino.
Llegada a Tambor. Como ET. ¡Mi casaaaaaa!

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Resumen del viaje a Nicaragua. Ictus


Bueno, al final me decidí y fui a Nicaragua, y también me salí con la mía de irnos el domingo. A las siete todos levantados, y sobre las ocho en marcha. Si tengo ánimos describiré día a día per por lo pronto hare una pequeña descripción de lo que ha sido, el por qué no decirlo un precioso viaje
Rezaba porque el camino entre Paquera estuviera lo mejor posible, pero todo lo contrario, camino de carro de bueyes, hasta llegar a Playa Naranjo.
Nos dijeron que echáramos por el Puente de la Amistad y nosotros todo lo contrario, por Nicoya hasta Liberia y después a Peñas Blancas, frontera con Nicaragua. Nos salió bien la cosa.
Dejamos el carro en un parqueo entre las dos aduanas.
Pasamos la frontera de Costa Rica y problemas con mi pasaporte. Pero lo peor es que al salir de la de Nicaragua, el que fuera domingo tuvo sus inconvenientes. No había ningún medio de transporte que nos llevara a Granada nuestro destino final. Al final conseguimos un taxi, que era de Rivas y tampoco conocía bien Granada. Menos mal que el turismo está en temporada baja y hasta cierto punto nos fue fácil encontrar hotel.
Me está costando un trabajo enorme hacer este escrito así que abreviaré.



Segundo día: Viaje en lancha a las isletas. Por la tarde recorrido por la ciudad y acabamos cenando en la calle de la Calzada. Buen ambiente el que había allí.






Tercer día: Viaje al cráter de un volcán, recorrido por varios lagos y al mercado de artesanía de Masaya.




Cuarto día: Recorrido en coche de caballos por los principales monumentos. Fuimos a la fiesta de cumpleaños del FSLN.


Quinto día: Vuelta. Más inconvenientes en la frontera.
El segundo día comí termitas vivas. El tercero tenia dificultades para hablar, fui al médico y me dijo que una reacción alérgica a algo. Inyección y píldoras pero a la llegada a Tambor apenas podía hablar. Yo me lo tomaba a cachondeo porque hablaba igual que un borracho. Ya tarde mi hijo que ya sospechaba algo me dice que no nos acostábamos hasta que no fuéramos a urgencias. Vamos a Paquera y aunque no tienen muchos medios, el Dr. Barrantes pronuncia la palabra fatídica: Ictus.
Dice de conseguirme una panga/ambulancia y le digo que no.
Seguía sin creérmelo y tomándomelo a broma. Pensaba en las termitas que me comí crudas.
Ayer por no llevarle la contraria nuevamente a Vane y a mi hijo, viaje a San José. Mejor hospital de Costa Rica, TAC, neurólogo y definitivamente ictus. Un montón de píldoras a tomar, a volver a hacerme más pruebas y dentro de un mes me vera de nuevo.
No coordino mis pensamientos con el teclado así que llegar hasta aquí me ha costado un huevo.
De todas formas me sigo riendo de las cosas que me pasan. Sobre todo de la forma de hablar.

Con posterioridad describo los días que pasamos en Granada:

Viaje desde Tambor de Costa Rica a Granada de Nicaragua
Primer día en Granada, Nicaragua. Visita a Las Isletas y recorrido por la ciudad
Segundo día. Masaya, volcán, Laguna de Apoyo, mercado y taller de artesanía
Ultimo día en Nicaragua. Visita al Mercado Municipal, paseo en coche de caballos y fiesta del FSLN

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Proyectando excursión a Nicaragua


Desde la primera vez que decidí venirme a Centroamérica, mi destino era Nicaragua. Fue un nicaragüense el que a última hora me lo quitó de la cabeza y me aconsejo que lo hiciera a Costa Rica.
Ya estando aquí, solicité una ampliación de la visa como turista por un par de meses más a los tres normales, se me agotaron y me fui a Migración pensando en que me dieran quince días más, cosa que dudaba lo hicieran, por lo que en mi mochila llevaba lo imprescindible, para llegarme a aquel país a estar los tres días reglamentarios para volver a reingresar. Iba convencido de que el viaje no me lo quitaba nadie, pero cuando sospechas que todo va a salir mal, ocurre todo lo contrario, y los quince días, sin corresponderme me los concedieron.
Queramos o no la discriminación existe aquí al igual que en todo el mundo, y los nicas se sienten acomplejados frente a los ticos. Hace tiempo que paso de estas cosas y yo me trato con ellos de igual a igual. También es verdad, que los nicas tienen un deje a hablar por el que los distinguen los ticos, yo no hay forma que los distinga.
Cuando hablo con ellos, siempre les pregunto por su país. Son muchos los que me han aconsejado que me vaya para allí y la principal razón que me dan es que todo vale mucho más barato, pero cuando les pregunto si es verdad que es raro en la casa que no haya un arma, dudan, disimulan o abiertamente me dicen que sí.
Con todo, in mente, siempre he tenido en la cabeza darme una vuelta por allí.
Alguien tiene que ir por allí necesariamente, se le acaban los noventa días de visa como turista y tiene que salir los tres días antes mencionados. Su interés es que fuera yo, a lo que ya creí que lo tenía convencido de que no era mi momento más oportuno, mi masa encefálica aun no trabaja bien. De todas formas iba acompañado.
Ayer a esta persona la veo encerrada en su mundo y cuando le pregunto, me dice que va a solicitar la ampliación de la visa como turista, cosa que sé por experiencia, de que no dispone de tiempo. Hago de tripas corazón y le digo que voy a ir. Tenían proyectos de alquilar un carro y dejarlo en Liberia, o hacer algo semejante con la moto, pero les digo que no, que nos vamos en nuestro carro y hasta donde lleguemos hemos llegado. Bueno, pasar la frontera un carro supone más trámites que pasar una persona, pero en la parte tica hay parqueos donde se quedará. A partir de allí ya veremos.
Dicen de hoy llevarlo y repararle lo imprescindible, con lo que estoy de acuerdo.
Veo que nos levantamos y que nadie dice de llevar el carro, a lo que me pongo con la ansiedad por las nubes, y al final lo llevan, no sin problemas de no haber dinero en el banco por no haber hecho una transferencia a su debido tiempo. Aparte cuando vuelve, se mete en la cama y ni siquiera come.
También está empeñado que salgamos el lunes, y yo no sé si aguantaré mi desazón, así que le digo de salir mañana. Todas son pegas: ¿Qué mañana es domingo y que donde vamos a cambiar dinero? Que… Aun hecho una mierda, parece que tengo algo de espíritu aventurero. Que se avería el carro, que lo arreglen o lo dejamos tirado por ahí, que no tenemos dólares, seguro que en la frontera hay cambistas que te cambiaran colones por córdobas, eso sí estafándote. Y qué más da.
Sigo sin saber que le pasa, pero no comprendo a las personas que cuando tienen un problema no lo exteriorizan. Sufren ellos y hacen sufrir a los demás, y lo que es en mi caso, no estoy para hacer de Psicólogo, más bien lo necesito.


Por cierto antes de llevar el carro, tenía este garrobo entre sus manos.

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Emigrar no es tan fácil


No sé cómo me he hecho de una página de Facebook, españoles en Costa Rica, y sin querer, voy leyendo, las fatigas que están pasando los que se vinieron un poco a la aventura, valga como muestra lo que sigue:
Aguien desde España dice: Estoy cansado del consumismo y de los políticos de este país, y me gustaría que me contarais que posibilidades tengo de trabajar en el sistema sanitario costarricense.
A lo que, entre otros, le contestan: uffff ja ja ja ese es otro cantar.. yo llevo 3 años de turista ja ja saliendo cada 3 meses.
También leí el de una residente española, que decía que ganaba 2000 $ y que no le llegaba al día quince del mes. ¿Dónde coño se cree esta que está?, me pregunté. Un albañil, los que tanto ganaron en España, trabajando diez horas diarias, no llega a 20€ (el domingo no cuenta).
Lees las noticias, de los medios oficiales, llámese EL País o El Mundo, y dan por hecho que la única salida que le queda, en especial a la juventud, es emigrar. No digamos nada de TVE, que ya que estamos en Costa Rica y con el dichoso programa españoles por el mundo o algo parecido, ponen la cosa como para engatusar al más listo. Míralo aquí.
No soy yo solo el que lo digo, porque en otro blog, encuentro: Cualquiera diría que en toda España hay una campaña para que todos aquellos que pueden hacerlo emigren. Tenemos a españoles por el mundo mostrándonos que bien les va en cualquier lugar exótico, a políticos recomendando que nos vayamos de España y ahora a la Junta de Andalucía ofreciendo puestos de trabajo fuera de España.
No es tan fácil. Baste decir que yo para renovar la residencia por haber estado fuera del país más tiempo del que la ley te permite, y habiéndome traído todos los justificantes, he tardado más de un año en renovarlo (aun no lo tengo en el bolsillo como explico dos entradas más abajo). .
Explicar lo que me costó conseguirla, habría para escribir un bloc temático sobre el asunto, y eso que yo tenía todo lo necesario para conseguirla.
La ley de Migración en Costa Rica se cambió hace poco, como es lógico endureciéndola. Está en el mismo caso que estaba España con las pateras de los negrillos, solo que los nicas aquí lo tienen más fácil para pasar la frontera, es cuestión de volar machete por los bosques para abrirse camino.
Lo voy a decir tal y como nos lo dijeron a nosotros en Migración: para estar legal en el país, solo se pueden coger uno de estos tres caminos: Casarse con una tica, tener un hijo tico, o tener contrato de trabajo (con los dos primeros casos, se puede obtener la residencia, con el último no).
¿Qué hacen la mayoría de los que residen aquí, en especial los gringos? Estar como turistas tres meses, salir fuera del país (Nicaragua o Panamá) un mínimo de tres días y volver a entrar. De todas formas lo mejor es lo que yo hice, seguir lo que decía la página de Migración, porque esa es otra, como no caigas en manos de un mal abogado, te estafará.
Estamos hablando de Latinoamérica, que tiene la gran ventaja de no tener que saber hablar, checo, ruso o alemán.
No he mencionado los costes de todo esto.

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… y llegó nuevamente a Costa Rica


Todavía no le habíamos puesto la capota al Suzuki. Tampoco fue mucho lo que madrugamos puesto que cogíamos el ferry de las nueve. Travesía del golfo y digo de ir a buscar algunos libros. Buen cartel en la entrada de “Librería”, pero cuando me voy para la estantería donde ya había estado otras veces no veo ni uno. Le pregunto a la dependienta y me dice que ya no los venden. ¿Pero habrá algún otro sitio en Puntarenas que si lo hagan? Gesto de negativa y a joderse.
Continuamos camino.
Vanessa dice de parar en San Carlos. De verdad que pensaba en los libros así que le dije que sí. Total también teníamos que comer. Vanessa me lleva directamente a la casa de unos tíos suyos. La amabilidad con la que te acogen los ticos se sale de lo normal.
Ni que decir tiene que comimos allí. Un ceviche riquísimo y un casado de pollo. Le pregunto a la tía por una librería y nos orienta. No es que hubiera un gran surtido, pero por si acaso cojo cuatro.
Carretera. Me extrañaba ver todo tan verde, comparándolo con los alrededores de Tambor. Delante unos nubarrones negros, hasta que llego lo que tenía que llegar, la lluvia. Mientras íbamos a buena velocidad el parabrisas, nos protegía, pero al ponernos detrás de un camión, ducha que te crió.
Llegada al aeropuerto, y sorpresa, han abierto un restaurante en la espera de pasajeros. Antes no había ni donde sentarse.
Ya van las de no sé cuántas veces que el vuelo de Iberia se retrasa. Su llegada era a las tres menos veinte y no lo hace hasta las tres y media.
Llega Jose con un buen equipaje y nuevamente al carro. Le digo que conduzca el, pero toda la noche en autobús desde Granada a Madrid, mas once horas de avión, y dice que no durmió nada asi que es para estar agotado. Desde que salimos sigue la lluvia y Jose que se había sentado en el asiento trasero no estaba nada protegido así que a ponerse chorreando.
Menos mal que en Puntarenas no llovía, pero por la mierda del retraso del avión perdimos el ferry de las cinco así que a esperar el de las ocho y media.
Se tumbó en la cubierta y se quedó frito.
Por fin llegada a casa.
Que todo vaya bien.


El viaje no fue como para tomar muchas imágenes.

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Al río Pánica a por orquídeas aéreas


La verdad es que no hay que hacer muchos proyectos para darse un bonito paseo. Carlos cuando viene de su trabajo en el hotel, normalmente nos visita, y hoy nos dice que en el rio Pánica tiene unos palos con orquídeas. No lo pensamos mucho y vamos a por ellas. Pienso que su interés en llevarnos más que por darnos las plantas era por llevarse una maroma que algún barco había perdido y el mar la había arrojado a la playa.
La verdad es que el trazado del Río Pánica me tiene más desorientado que una brújula en una batidora. Como lo hemos cruzado dos veces con la corriente de derecha a izquierda en la ida, sigo sin explicármelo. La tercera, aunque no llegamos a cruzarlo, hubo que meterse en él para dar la vuelta, pero esta vez la corriente venia de izquierda a derecha (¿???????). A partir de aquí Carlos continúo andando y después vino cargado con un palo en el que habían, digamos enraizado, varias magnolias.
Lo de las , es, al menos para mí, algo curioso, en primer lugar porque las creía parasitas, y no lo son, y en segundo lugar, porque las hay de gran tamaño que no sé cómo narices han llegado las semillas allí, como es el caso de los .
Camino de vuelta dejamos a Carlos en su casa.

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Rio Bonito de Tambor de Puntarenas. Viaje fallido


Cuando algo se me mete en la cabeza, tengo que reconocer que soy obsesivo. Se me habían cruzado los cables con eso de ver Rio Bonito y que se jodan las vértebras. Iré a verlo.
Aquí si daba por supuesto que me iba a meter en el agua y a colocarme vestimenta para el caso, pantalones vaqueros y las ”figueres”.
Llegamos a la quebrada del Chorro y la prueba de la bajada, sin que tenga muchos problemas, pero todo tiene sus inconvenientes, era mucho el trayecto que teníamos que hacer por la playa, con una arena movediza y las botas mojadas me pesaban como si fueran de plomo.
Pichi, el perro que tenemos a medias Carlos y yo (Unas veces se queda por aquí, y otras se va con el), quedo atrás porque para él era imposible bajar por aquellos taludes. Sus aullidos los oíamos a lo lejos. No sé cómo lo hizo pero al final se unió a nosotros.
Una vez pasados unos peñascos que se adentraban en el mar, divise gran cantidad de palos sobre la arena por lo que supuse que estábamos llegando al rio, como así fue.
Gran desilusión, acabó la época de lluvias y ahora los ríos no vienen con el caudal que suele ser normal y la naturaleza que parece ser sabia ha hecho que las olas cierren su desembocadura, con lo cual los arboles de su ribera siguen bañados por agua dulce a pesar de traer poca. Todo muy bien para la naturaleza, pero lo que es para mí, una putada porque pasar la especie de laguna de su desembocadura haría falta una panga y suponiendo que la profundidad permitiera hacerlo a pie, no me arriesgaría a tropezarme allí con mi primer cocodrilo, así que nos quedamos sin hacer el recorrido por el cauce, cosa en la que estaba muy interesado después de la experiencia del de .
No es que fuera un día perdido, porque quiera que no, esta, sigue siendo una playa salvaje, cuyo acceso solo es posible desde Montezuma en caballo y desde Tambor andando y medio escalando.
Cosas curiosas, precisamente por ser muy poco accesible, en la orilla hay palos rodado por el mar preciosos para ponerlos de adorno, pero a ver quién narices carga con ellos.
Y llego la hora de la vuelta. Subiendo por la cascada del Chorro, Carlos me tendió una mano para ayudarme a subir un desnivel y el crujido que me dio la cintura no fue normal, así que la siguiente vez que quiso hacerlo le dije que lo dejara, que subiría aunque fuera gateando.
Por cierto, el cabronazo de parece me robó un reloj. Si es así comprenderé lo de genio y figura, pero jamás pensé que hiciera algo semejante conmigo.

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Los viajes que nunca hice. A una isla del pacifico y al extremo oriental de Asia


La verdad sea dicha, para la playa iba contento. Acababa de poner un correo a mi banco de España en el que le venia a decir que me estafaban cien euros mensuales. No me había sido fácil detectar el por qué.
Perrillo, que me lo encuentro por el camino, y grandes fiestas al ver que conmigo podía pasar el territorio de otros de su especie sin que le atacaran. El quiere el paseo, retozar en la arena, pero cuando considera que ya se aburre, no para de morderme la pierna derecha (curiosamente al igual que la gata) indicándome que ya ha transcurrido el tiempo normal al que lo tengo acostumbrado. No tenia prisa, estaba en la gloria. Precioso atardecer y una brisa demasiado agradable. Creo que el domingo es la luna llena y posiblemente me este cargando de energía. ¡Oh dios!, que país este, que aún adoran a la luna.
No suelen venir mucho por la playa, pero hoy estaban Fabio y Biqui y aunque no se si lo he dicho antes, que para mi es el matrimonio perfecto, lo siento, pero vuelvo a repetirlo. La sonrisa y amabilidad de Biqui, y el saber estar de Fabio (ha sido profesor universitario), hace que, con ellos, la estancia en la bahía se haga corta.
No se por qué causa, hablábamos de la desventaja de ser propietario de una casa, habiendo, como hay por ahora, buenas oportunidades para tenerla, por la sencilla razón de que te amarra al lugar donde la compres, o dicho de otro modo, es una forma de ponerle puertas a tu libertad. Biqui me contaba que aun sigue con la esperanza de que cuando acabe de pagar las trampas (todo el mundo las tiene y yo ni siquiera eso) comprarse una caravana y dedicarse a recorrer Costa Rica en ella (le he criticado el que su limite sean las fronteras).
Se fueron, y sentado estaba sobre el banco de piedra, con las piernas cruzadas y mirando a las diferentes tonalidades que van tomando las nubes mientras el sol las ilumina con sus últimos rayos, pero no dejaba de pensar en la caravana. Ese mismo sueño lo tuve yo, pero fue como ultimo recurso a otro anterior.
Lo de perro verde no es por casualidad, ya de joven pensaba que el mundo que me rodeaba no era el mío y en mi cabeza se fue fraguando la forma de abandonarlo. Vender mis pertenencias (es mucho dinero el que, en aquel entonces, ganaba como Marino Mercante) y comprarme un velero. Poco a poco fui limando hasta el último detalle. Sospechaba que nadie querría acompañarme en semejante aventura, por lo que el velero debía ser de doce metros, el ideal para un navegante solitario. Tampoco me consideraba lo suficientemente preparado como para pasar el Estrecho de Magallanes (no es fácil ni para los mas expertos) por lo que me veía pasando al Pacifico a través del estrecho de Panamá.
Por qué el Pacifico: sabia perfectamente que en la Polinesia no solo había, sino que aun sigue habiendo islas que no han sido pisadas por la gente civilizada, pero al igual que con el paso del Estrecho de Magallanes, aquí también sabia de mis limitaciones, y mi intención no era precisamente irme a una isla de salvajes (¿salvajes?) y mucho menos a una isla desierta; si tenia claro que tenia que ser una fuera de las rutas marítimas.
Una vez encontrada, sin prisa pero sin pausa, y disfrutando de las singladuras entre una y otra, tenia planeado el ultimo detalle. Desconfiaba que al tiempo de estar allí me diera la chochera por volver al mundo que no quería, por lo que desde el primer día, al hacer las provisiones, las cuales tenia muy bien estudiadas, con ellas iría un deposito de gasolina cuyo fin ultimo, seria rociar al velero y prenderle fuego.
No ha sido una sola tarde, la que me he dicho que la parte mas difícil, atravesar el atlántico y el canal de Panamá, ya lo tengo hecho, por qué no continuar viaje, pero fue cuando apareció por aquí en su velero, Jean François, canadiense él, y me dijo que ese tipo de veleros en el mercado de segunda mano gringo, lo encontraría por cinco mil dólares, cuando volví a planteármelo en serio.
¿Quién sabe?
Pero qué relación tiene esto con la autocaravana de Biqui. Fue pasando el tiempo y cada vez veía más difícil que mi viaje se llevara a cabo. ¿Qué me amarraba? Los hijos (A mi ex le tenia dicho que ella tenia que tomar la decisión de acompañarme o no).
Mi imaginación no tiene límites, y viendo que este viaje jamás lo llevaría a cabo, el por qué no planificar otro que fuera posible. Lo fui postergando para cuando me jubilaran. Me compraría una caravana, y con un dinero ahorrado, emprendería viaje sin una ruta fija pero con rumbo hacia Asia. Haría noche donde se me apeteciera y estaría el tiempo que considerase oportuno en el lugar que me gustara, bien por su naturaleza o por sus gentes, incluso en alguno de ellos podía estar el fin de mi camino, y en caso de que no lo encontrara, al llegar lo mas cerca posible del Estrecho de Bering, abandonar o regalar la caravana, coger el primer avión, y vuelta al principio.
Soñando con mis nunca empezados/acabados viajes venia, cuando veo a Javier en su puerta acompañado de una preciosa muchacha. Esta esperaba el autobús, aunque faltaba bastante para que pasara. Es rara la noche, que cuando vengo de vuelta, no me pare con él, como yo digo, a fumarme el último cigarro, así que esta noche, con bastante más razón, el por qué no iba a hacerlo. Javier se mosquea (lo conozco muy bien) porque la conversación se reduce a dos, ella y yo. Ha estado casada (nunca comprenderé a este país en el aspecto de separaciones para mi incomprensibles), tiene un hijo y vive con sus padres. O venia muy feliz y todo lo veía color de rosa, o me ha parecido que hemos tenido cierta química (¿es así como se dice?). Maldito coche que no me arranca, por lo que no he podido llevarla.
¿Y si es la lagarta? ¿Y por qué no?

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Playa Manzanillo y costeando hasta Santa Teresa y Malpaís



Tenemos que ir a Cóbano a que firmes la transferencia del carro, me dice Vanessa.
Sobre la marcha, le contesto.
Imaginándome lo que iba a pasar, echo las gafas y las aletas. Se viene con nosotros Kim.
No hacía falta tener mucha imaginación, no estaba el abogado así que decidimos ir a una playa donde pueda bucear. Antes de seguir camino, entro en la farmacia a comprar unas gotas para los oídos; tengo una pequeña infección en uno de ellos (Jamás la había tenido y me he estrenado en este país)
Vanessa dice de llegarnos a la playa de Manzanillo. Tampoco había estado en ella así que la idea me parece bien. Ella conduce y yo voy de copiloto con la maquina en ristre. Kim atrás.
Sigo sin comprender como, al menos por esta zona, predominan los vehículos de carretera sobre los todoterrenos. Tenía razón Goro cuando me decía que prevalece el aparentar.
Después de dejar atrás el desvío de Malpaís, un par de cruces de caminos, uno de ellos sin ninguna señalización, carrera de obstáculos sorteando baches, cosa imposible con alguno de ellos puesto que estamos en época de lluvias, el agua en su interior está a rebosar y tienes que imaginar la profundidad; al fin llegamos a un pequeño grupo de casas, que según Vanessa es Manzanillo y según el mapa que llevo debía ser Santiago o no hemos pasado por él.
Playa de Manzanillo. Preciosa, pero empieza mi desilusión; magnifica para practicar el surf, pero imposible para el buceo; además la mar continua brava.
Decidimos continuar camino, costeando, hasta Santa Teresa. ¡Menudo caminito!.. Es mas de una vez la que hay que poner la tracción a las cuatro ruedas, pero el colmo es cuando llegamos a un riachuelo, por llamarle algo, puesto que por el bajaba bastante agua y o lo cruzamos o hay que dar vuelta. Vanessa se decide a hacerlo y yo me veo con el carro bañándome en el Pacifico, pero no, lo vadeamos bien.
Ni que decir tiene que la vegetación no ya es que llegue hasta el mar, sino que se adentra en él. Precioso pero… me quedo sin bucear. En algunas calas lo podía haber hecho pero el agua está turbia.
Llegamos a Santa Teresa y ya se ha pasado la hora de comer, así que paramos en una soda, la cual me era familiar por haber estado en ella con mi hijo.
No me rindo y digo de llegarnos al final de Malpaís, donde sabía había una cala pero basta que desees una cosa para que no se cumpla. Definitivamente hoy no es mi día de buceo. Me dicen que podré hacerlo cuando cambie la luna; aquí hay que contar con ella no solo para podar sino hasta para castrar a los animales.
De vuelta para Cóbano conduzco el carro. Ya le tengo bien tomada la distancia entre ruedas, única forma de evitar baches, pero aun así a veces es inevitable meterse en el que creías evitar por centímetros. Todo el camino en segunda y a dos mil quinientas revoluciones.
Llegará el buceo. Además, todavía no estuve en Isla Tortuga.

Si quieres situarte puedes ver el mapa de la entrada anterior.


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Mi viaje a San José


En mi anterior escrito, he hablado de las putadas que me hicieron en la embajada española, putadas que fueron el avance de otra serie de ellas en la administración costarricense, pero todo en esta vida tiene su lado positivo, así que el por qué no hablar de él en mi viaje a San José.
La noche anterior a mi salida, tenía la intención de acostarme temprano, pero mi tertulia en la playa se animó con Rolo, “capitán” de panga de excursiones marítimas para guiris, a diferentes islas, y como no de mi amigo Javier, así que lo hice sobre las once.
Despertador a las tres de la mañana, a las y media llamo por teléfono a Javier, el cual al enterarse de que iba a San José, dice que me acompaña porque él tiene que comprar allí ocarinas para su negocio. A las cuatro llega el autobús y rumbo a Paquera; embarque en el ferry y a atravesar el Golfo de Nicoya. Sobre él me cogió el amanecer. Probablemente no sea el mas bonito que haya visto, pero fue precioso a pesar de estar seminublado.
En el atraque del Ferry, veo un pelicano, tan acostumbrado a convivir con los humanos que a poco más lo toco con las manos.
Taxi y autobús a San José. Tanto en de Paquera como en este así como en el ferry, a pesar de un cartel bastante explícito de prohibido dormir en los asientos, la mayor parte de la gente iba soñando con los angelitos.
Todo el día ocupado con el papeleo de mi dichosa residencia, y mejor olvidarlo. Ni siquiera comí, pero llegada la noche mi amigo Javier me lleva a conocer la ciudad. Es curioso que ya había estado antes aquí, y desconocía la zona más céntrica de la misma.
Avenida principal, calle peatonal muy concurrida, zona de comercio y entre esta y la avenida numero dos (o algo similar), monumentos como el teatro de la opera y otros dignos de ver.
Aprovecho mi estancia para comprar dos libros, tan difíciles de conseguir por la zona donde me ubico, Historia de Costa Rica y La década decisiva. Me gradúo la vista y me compro unas gafas, porque de la pareja que me traje, a una de ellas le rompí un cristal en uno de mis paseos (me las quito porque aunque parezca increíble con ellas puestas, se difumina la gama de verdes aquí existentes).
Hora de cenar y entro en un restaurante más que otra cosa para que coma Javier, puesto que a mí, mis avatares burocráticos me habían cerrado el estómago. Envidia me daba verlo comerse un hermoso plato de pollo guatemalteco. Me acompaña al Hotel Talamanca, donde no quiere quedarse, se va a dormir a Atenas donde viven los padres.
Despierto al día siguiente y ni sabía la hora (ya hace más de un año que no utilizo reloj), pongo la televisión y ya sé por dónde ando. Ducha y ahora viene lo bueno, porque supuestamente solo iba a estar una mañana, así que no traje ni cepillo de dientes ni peine ni nada, así que a peinarme y a cepillarme con los dedos.
Llega Javier, vamos a la embajada española a hacer una última consulta y él dice de quedarse a recoger sus ocarinas y a recogerme los documentos que habíamos tramitado.
Vuelta a Puntarenas, me llego por Migración y ya en el ferry veo a mi amigo Edward, otro “capitán” de panga con el que hago el trayecto.
¡Por fin en mi pueblo! Me pego un baño y me voy a la playa a respirar la marina.En mi anterior escrito, he hablado de las putadas que me hicieron en la embajada española, putadas que fueron el avance de otra serie de ellas en la administración costarricense, pero todo en esta vida tiene su lado positivo, así que el por qué no hablar de él en mi viaje a San José.
La noche anterior a mi salida, tenía la intención de acostarme temprano, pero mi tertulia en la playa se animó con Rolo, “capitán” de panga de excursiones marítimas para guiris, a diferentes islas, y como no de mi amigo Javier, así que lo hice sobre las once.
Despertador a las tres de la mañana, a las y media llamo por teléfono a Javier, el cual al enterarse de que iba a San José, dice que me acompaña porque él tiene que comprar allí ocarinas para su negocio. A las cuatro llega el autobús y rumbo a Paquera; embarque en el ferry y a atravesar el Golfo de Nicoya. Sobre él me cogió el amanecer. Probablemente no sea el mas bonito que haya visto, pero fue precioso a pesar de estar seminublado.
En el atraque del Ferry, veo un pelicano, tan acostumbrado a convivir con los humanos que a poco más lo toco con las manos.
Taxi y autobús a San José. Tanto en de Paquera como en este así como en el ferry, a pesar de un cartel bastante explícito de prohibido dormir en los asientos, la mayor parte de la gente iba soñando con los angelitos.
Todo el día ocupado con el papeleo de mi dichosa residencia, y mejor olvidarlo. Ni siquiera comí, pero llegada la noche mi amigo Javier me lleva a conocer la ciudad. Es curioso que ya había estado antes aquí, y desconocía la zona más céntrica de la misma.
Avenida principal, calle peatonal muy concurrida, zona de comercio y entre esta y la avenida numero dos (o algo similar), monumentos como el teatro de la opera y otros dignos de ver.
Aprovecho mi estancia para comprar dos libros, tan difíciles de conseguir por la zona donde me ubico, Historia de Costa Rica y La década decisiva. Me gradúo la vista y me compro unas gafas, porque de la pareja que me traje, a una de ellas le rompí un cristal en uno de mis paseos (me las quito porque aunque parezca increíble con ellas puestas, se difumina la gama de verdes aquí existentes).
Hora de cenar y entro en un restaurante más que otra cosa para que coma Javier, puesto que a mí, mis avatares burocráticos me habían cerrado el estómago. Envidia me daba verlo comerse un hermoso plato de pollo guatemalteco. Me acompaña al Hotel Talamanca, donde no quiere quedarse, se va a dormir a Atenas donde viven los padres.
Despierto al día siguiente y ni sabía la hora (ya hace más de un año que no utilizo reloj), pongo la televisión y ya sé por dónde ando. Ducha y ahora viene lo bueno, porque supuestamente solo iba a estar una mañana, así que no traje ni cepillo de dientes ni peine ni nada, así que a peinarme y a cepillarme con los dedos.
Llega Javier, vamos a la embajada española a hacer una última consulta y él dice de quedarse a recoger sus ocarinas y a recogerme los documentos que habíamos tramitado.
Vuelta a Puntarenas, me llego por Migración y ya en el ferry veo a mi amigo Edward, otro “capitán” de panga con el que hago el trayecto.
¡Por fin en mi pueblo! Me pego un baño y me voy a la playa a respirar la marina.
En mi anterior escrito, he hablado de las putadas que me hicieron en la embajada española, putadas que fueron el avance de otra serie de ellas en la administración costarricense, pero todo en esta vida tiene su lado positivo, así que el por qué no hablar de él en mi viaje a San José.
La noche anterior a mi salida, tenía la intención de acostarme temprano, pero mi tertulia en la playa se animó con Rolo, “capitán” de panga de excursiones marítimas para guiris, a diferentes islas, y como no de mi amigo Javier, así que lo hice sobre las once.
Despertador a las tres de la mañana, a las y media llamo por teléfono a Javier, el cual al enterarse de que iba a San José, dice que me acompaña porque él tiene que comprar allí ocarinas para su negocio. A las cuatro llega el autobús y rumbo a Paquera; embarque en el ferry y a atravesar el Golfo de Nicoya. Sobre él me cogió el amanecer. Probablemente no sea el mas bonito que haya visto, pero fue precioso a pesar de estar seminublado.
En el atraque del Ferry, veo un pelicano, tan acostumbrado a convivir con los humanos que a poco más lo toco con las manos.
Taxi y autobús a San José. Tanto en de Paquera como en este así como en el ferry, a pesar de un cartel bastante explícito de prohibido dormir en los asientos, la mayor parte de la gente iba soñando con los angelitos.
Todo el día ocupado con el papeleo de mi dichosa residencia, y mejor olvidarlo. Ni siquiera comí, pero llegada la noche mi amigo Javier me lleva a conocer la ciudad. Es curioso que ya había estado antes aquí, y desconocía la zona más céntrica de la misma.
Avenida principal, calle peatonal muy concurrida, zona de comercio y entre esta y la avenida numero dos (o algo similar), monumentos como el teatro de la opera y otros dignos de ver.
Aprovecho mi estancia para comprar dos libros, tan difíciles de conseguir por la zona donde me ubico, Historia de Costa Rica y La década decisiva. Me gradúo la vista y me compro unas gafas, porque de la pareja que me traje, a una de ellas le rompí un cristal en uno de mis paseos (me las quito porque aunque parezca increíble con ellas puestas, se difumina la gama de verdes aquí existentes).
Hora de cenar y entro en un restaurante más que otra cosa para que coma Javier, puesto que a mí, mis avatares burocráticos me habían cerrado el estómago. Envidia me daba verlo comerse un hermoso plato de pollo guatemalteco. Me acompaña al Hotel Talamanca, donde no quiere quedarse, se va a dormir a Atenas donde viven los padres.
Despierto al día siguiente y ni sabía la hora (ya hace más de un año que no utilizo reloj), pongo la televisión y ya sé por dónde ando. Ducha y ahora viene lo bueno, porque supuestamente solo iba a estar una mañana, así que no traje ni cepillo de dientes ni peine ni nada, así que a peinarme y a cepillarme con los dedos.
Llega Javier, vamos a la embajada española a hacer una última consulta y él dice de quedarse a recoger sus ocarinas y a recogerme los documentos que habíamos tramitado.
Vuelta a Puntarenas, me llego por Migración y ya en el ferry veo a mi amigo Edward, otro “capitán” de panga con el que hago el trayecto.
¡Por fin en mi pueblo! Me pego un baño y me voy a la playa a respirar la marina.









Posterior a este viaje hice  del que disfrute y bastante.
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Pueblo en el que me asenté. Tambor de Puntarenas


Ya he dicho que la primera vez que lo vi quede extasiado en especial por su bahía
Como pueblos, los ticos, poco tienen que describir; la gran mayoría, son una continuación de casas bajas a lo largo de la carretera, cuya arquitectura es muy similar al resto de Latinoamérica, lo mas feo, es que los techos son de zinc, y preguntado el por qué, me dicen que fabrican tejas, pero sus economías no les permite ese derroche. Su escuela y su pequeña iglesia, que en realidad son dos juntas, la vieja y una de reciente construcción, similar a la primera. La playa a cincuenta metros de la carretera y centro neurálgico, puesto que en ella se encuentra el súper, tienda de comestibles y de otros muchos productos, y la ferretería donde venden el resto de lo que le hace falta a los habitantes del mismo, bar/karaoke y sigo con la playa: No distinguía, si lo que veía frente a mi era una isla, pero observando, veo que no, que es una bahía tan cerrada, que mas que tal, es un magnifico puerto natural, mas resguardado contra los temporales que lo pueda estar cualquier puerto artificial; ni que decir tiene que la vegetación no solo llega hasta las casas, sino hasta la misma orilla del agua. Al parecer en la misma, desembocan dos ríos, pero en mis paseos solo he llegado hasta la desembocadura de uno de ellos, con sus aguas turbias consecuencia de que estamos en la época de lluvias y desde que hemos llegado no solo no han faltado sino que a veces son intensas y algunas acompañadas de fuerte aparato eléctrico.
Una vez asentado, he ido descubriendo nuevas cosas. Tiene su farmacia, su tienda de souvenir que a la vez es local de Internet, pero veo una construcción de arquitectura más moderna, y por supuesto con todos los letreros en ingles; pregunto, y son las oficinas de una compañía de aviación. Aunque parezca increíble, relativamente cerca hay un campo de aviación, en el que aterrizan bimotores de pasajeros par traer turistas a un emporio hotelero por más señas español; afortunadamente sus ocupantes no salen del mismo.
He ido descubriendo, alquiler de qad, rentacar, e incluso inmobiliarias, pero vuelvo a repetir, esta todo tan disperso que pasas en vehiculo por la carretera y difícilmente te imaginas el pueblo.
Todos los terrenos colindantes son propiedad de yanquis aunque anteriormente lo habían sido del propietario de la cadena de hoteles, lo que me hace suponer que el destino final será verse invadido por el turismo, pero con la crisis de las subprime de Estados Unidos, los propietarios de hoteles y demás recintos relacionados con el turismo, lo están pasando tan mal que incluso no les pagan a sus trabajadores o los despiden y son muchos los que los tienen en venta.
Me decía un bloguero tico, Labriego sencillo si mal no recuerdo, que las tierras que habían sido de sus padres, que a su vez las habían heredado de sus abuelos y así hasta perderse en los tiempos, la gente las vendían por cuatro dólares, los cuales ni siquiera sabían invertir por lo que al final se encontraban sin tierras y sin dinero. Creo que llevaba mucha razón.
Me contaba un vecino, que un gringo loco quería comprar un terreno y el dueño del mismo, tiro hacia arriba todo lo que en su imaginación cabía y quedo estupefacto cuando le dijo que le pagaba sobre la marcha, lo que trajo como consecuencia que todos los propietarios crean que sus terrenos mas que tierra lo que tienen es oro, y hay que reconocer que son tercos, porque nadie se apea del burro, hasta el punto de que uno de ellos urbanizó un terreno, con todas las infraestructuras de agua y demás servicios, para vender por lotes y no vende ni uno, se va deteriorando todo hasta el extremo que el asfalto de lo que seria la calle principal, en el que tampoco se arruino mucho, puesto que tiene menos de un centímetro de espesor, ya apenas existe. Para mi no entienden lo que es la ley de la oferta y la demanda. Aunque sea en plan egoísta, ojala sigan pensando en que sus terrenos tienen un altísimo valor, y que continué la crisis de los yanquis, puesto que mas tiempo esta parte de la costa conservara su virginidad.











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La casa en la que me quedé en Tambor de Puntarenas


Si para llegar a Malpaís, se resintieron mis riñones como consecuencia de los baches del camino, más bien pequeños cráteres, a la vuelta fue peor porque los puñeteros estaban llenos de agua de la tormenta de la noche anterior, por lo que había que imaginar su profundidad.
Llegamos al pueblo que nos había recomendado Víctor, y aunque el día anterior me había puesto en contacto con la persona a la que me recomendó, hoy vuelvo a hacerlo y esta a su vez me dice que en realidad el que tiene las casas que se alquilan, es su hermano del cual me da su teléfono y hablo con él. Quedo en llamarlo una vez lleguemos.
Comimos al llegar, tomamos café y repito la llamada, sin imaginarme que estábamos a cincuenta metros de él. Presentación, nos dice que sigamos a su vehiculo, cosa que hacemos, hasta llegar a dos viviendas adosadas que incluso estaban los albañiles dando los últimos retoques. Antes de verlas sabía que por bien que estuvieran no eran las mías, porque habíamos recorrido más de cinco kilómetros, desde que dejamos las ultimas casas del pueblo, cosa que le dije cuando estábamos viéndolas. Hombre que piensa las cosas antes de dar una respuesta, tarda en contestarme y al final dice que volvamos a seguirle. Dentro del pueblo es propietario de un hotel de cabinas y me enseña una de ellas. La moral me iba cayendo por momentos; una cabina no era lo más adecuado para vivir definitivamente.
Aunque sabía que el tiempo se me acababa y encontrar otro pueblo que reuniera las condiciones que yo quería en el cual también debía de estar una casa disponible, le dije que no. Mi cabeza trabajaba a una velocidad de vértigo, puesto que por una parte me veía volviendo a España, lo que en mi moral hubiera sido un verdadero zarpazo o también recordé que mi amigo Mauricio que en su momento me dijo que en Ciudad Quesada, cerca de su casa había una que podía alquilar lo que prefería antes que volver al país del que venia huyendo, porque allí aunque lejos de la costa, me serviría de base para volver a recorrer la parte del país que no había visitado y al final encontraría mi rincón.
Como he dicho este hombre era lento en sus respuestas, y cuando ya tenía casi decidido irme a Ciudad Quesada, veo que vuelve a sacar el celular, y hace una llamada. Nos dice que esperemos y aparece otro hombre, el cual también nos dice que le sigamos llevándolas a otras dos casas adosadas, pero estas en pleno pueblo. Cuando las vi, me pareció ver el cielo. Tan me aferre a ellas, que ni discutí precio, cosa de la que estoy seguro se aprovechó, y no solo esto, sino que me dijo que estaban sin amueblar y que él por ahora no tenía dinero para hacerlo, a lo que le conteste que yo la amueblaba con la condición de que me lo fuera descontando del precio del alquiler. Aceptó encantado, pero yo he hipotecado mi estancia en esta casa al menos mientras recupero lo invertido en muebles y electrodomésticos, lo que no me preocupa, puesto que el dinero en mi orden de valores esta de los últimos.
La sensación que tuve al cerrar el trato es de qué había tomado una de las grandes decisiones de mi vida. Puede que la sensación se convierta en realidad.
Resaltar la que yo creo buena fe de Arturo, dueño de las primeras casas, porque cuando vio que el no podía darme lo que pedía, no dudo en llamar a la competencia para intentar dármelo, aunque también puede jugar un buen papel la comisión. Por aquí nadie desaprovecha el ganar unos colones.
De esto ya hace un tiempo, o al menos eso creo, y la verdad es que no solo no me he arrepentido, sino que cada vez estoy más contento. Jose, el dueño de la casa, por ahora se desvive por atenderme, no pasa un día si que venga a verme, para preguntarme si me hace falta algo, y son varias veces las que me ha llevado a la ciudad principal a resolver cosas.
Tengo justo lo que necesito y una de las cosas que más me ha gustado es la pequeña piscina para mi uso exclusivo, en la que me baño nada más que me despiertan mi particular jauría de monos. Una mujer ya mayor, Betty, me hace de “ama de llaves” trayéndome la comida todos los días a las doce de la mañana, echa un vistazo a mis avituallamientos, y en caso de que vea que me falta algo y aquí incluyo el tabaco, se encarga de traérmelo del súper. También me ha traído una canasta para echar la ropa sucia y cuando ella cree oportuno se la lleva para lavármela. Le sonsaco los últimos chismes del pueblo y en voz muy baja como si temiera que alguien la escuchara me los cuenta. Su marido Ezequiel (Aquí todo el mundo tiene su apodo y el suyo es Chequelo), ya me ha hecho una visita de cortesía y yo le debo una, cosa que iba a hacer esta misma noche, pero a pesar de no haber llovido en todo el día cosa extraña por estas fechas, cuando me duchaba para ir, se ha puesto a diluviar furiosamente.
Si como decía Buda la casa de uno es en la que se encuentra bien, yo estoy en ella.
Ya he hecho varios amigos, pero no con la rapidez que yo quisiera, a pesar de que una de las cosas buenas que he sacado de la depresión es no tener prisa para nada, al menos me gustaría saber quien es cada cual.
Azucena, me ha dicho que va a consultar a su abogado para tramitar mi residencia porque dice que se fía mas de él que del que me ha recomendado Jose, y una vez que la tenga, cosa que anhelo, me comprare mi moto y a recorrer todos los alrededores.
Supongo que también comprare una maquina fotográfica con un buen zoom, porque la gama de animales que voy viendo son totalmente desconocidos para mi, independientemente de la flora de la que creo haber hablado mas de una vez.
He estado presente en un terremoto cuyo epicentro estaba a pocos kilómetros, y que en las noticias le han dado mucha importancia pero que yo lo “sufrí” como la cosa más natural del mundo.
Dejo de escribir y sigue diluviando.
Ayer me pusieron la conexión a la televisión y tan poco amigo soy de la misma, que todavía ni la he visto. Sé que tiene cincuenta o sesenta canales donde elegir, pero dudo mucho de que este el mío. Lo voy a investigar.












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Malpaís y Santa Teresa


No había mencionado que a nuestra llegada, solo salir del aeropuerto y hasta la llegada al hotel, cuyo nombre no recuerdo ni pretendo recordarlo puesto que en la agencia de viajes nada me habían dicho que era un hotel para no fumadores, por lo que su estancia para mi, fue un puteo, vimos banderas de Costa Rica por todas partes, pero no solo en la carretera y en edificios, sino que era raro el vehiculo que no la llevaba. Le pregunto al conductor y me dice que dentro de unos días se celebra el Día de la Independencia. Sabía que por estos lares eran muy patriotas, pero nunca supuse que llegaran a tal extremo. Esto lo menciono, porque aun sin saberlo, el día que decidimos ir a Malpaís, era el día señalado. Habíamos desayunado en el hotel, cargamos las cosas en el vehiculo, y a los pocos kilómetros, llegamos a una ciudad en la que un policía nos desvía por un camino sin asfaltar, despiste del GPS, aunque volvemos al pueblo, y aunque no vimos el meollo de la celebración del día tan señalado, si lo suficiente, para ver a señoras mayores con trajes típicos, gente a caballo ondeando sus banderas, y en general un ambiente festivo como hace tiempo no lo veía.
Lo del desvió por caminos sin asfaltar era el aperitivo de lo que nos esperaba. A los pocos kilómetros de salir no solo desaparece el asfalto, sino que aquello no era camino para vehículos, sino mas bien para tanques, porque a pesar de ir en un todoterreno, y mi vista pendiente de los paisajes y no de los baches, cuando llegaba uno, me cogía de improviso y el trallazo en los riñones no era normal. Por la distancia, podíamos haber llegado en una hora, pero llegamos a medio día.
La carretera a la llegada es perpendicular a una calle paralela a la costa. Hacia la izquierda Malpaís y hacia la derecha Santa Teresa. Un hotel, de aspecto antiguo, en la misma intersección me llama la atención y por lo que investigo con posterioridad, fue creado para los primeros surfistas que llegaron por esta zona y aun hoy día sigue siendo reunión de todos los que practican este deporte.
Llegamos al final de Malpaís, volvemos y al final de Santa Teresa, sin ver un hotel que nos convenza. Paramos a comer en una soda (chiringuito) y allí consultamos la guía que compro Jose en Granada. Optamos por el Blue Jay Lodge (urraca azul). Fue lo mejor que nos ocurrió por aquella zona. Las cabinas (bungaloes), situadas a diferentes niveles, estaban casi al aire libre y la envoltura una tela mosquitera, por lo que la sensación es que estabas en el interior del bosque.
Dos cosas nuevas que añadir a nuestras experiencias, una gran tormenta, en la que dudaba que la mosquitera hiciera de conductor en caso de que nos alcanzara un rayo, y aunque habíamos escuchado los monos, hasta aquel entonces no los habíamos visto. Al atardecer los grupos eran tan abundantes que lo raro era no verlos, intente fotografiarlos, pero son unos monos tan nerviosos que no paran de moverse, y entre el zoom de la maquina y su movimiento, imposible plasmarlos en imágenes. Ahora los tengo encima de mi casa, aunque en unos árboles más tupidos, pero tengo esperanza de captarlos.
Las ardillas por las mañanas, se introducían en nuestro habitáculo. Ardillas diferentes a las vistas en Puntarenas; estas eran de un colorido precioso. Las urracas se posaban a un metro de donde desayunábamos.
Solo llegar sabia que no era mi sitio y son muchas las cosas que me hicieron llegar a esta conclusión. En esta calle larguísima y bien bacheada, única de estas dos ciudades, las viviendas, comercios, restaurantes, estaban separadas unas de otras por cientos de metros, por lo que apenas se veía a gente andando, todos iban en qads. Jamás he visto una concentración tan grande de estos vehículos. Todos los hoteles y restaurantes eran de propietarios yanquis al igual que lo eran los chavales que iban con su tabla a cuestas
No comprendo como estas playas sirven para hacer surf, puesto que al bajar la marea dejaba al descubierto un fondo plagado de rocas. Hubiera sido el lugar perfecto de buceo sin la existencia de estas mareas, pero cuando baja como hay que recorrer cientos de metros hasta llegar al agua y hacerlo sobre rocas con el consiguiente peligro de cortes en las piernas, las hacían impracticables para el mismo, independientemente que al ser una playa abierta al Pacifico, los rompientes, aunque no haya temporal, son enormes. Lo dicho, ideal para los surfistas, aunque sigo sin comprender como no se rompen la cabeza en las rocas. Tampoco comprendo de qué viven los mismos, porque aunque me recuerdan a los hippies de mi época, aquellos subsistían de la venta de collares y demás abolorios que ellos mismos fabricaban.
Al segundo día de estar allí, le dije a Jose que el se fuera a ver lo que fuera, que yo iba a echar la mañana en la cabina ordenando ideas. Pasaban los días y no solo no encontraba mi sitio, sino que cada vez veía más difícil encontrarlo. El desanimo se iba apoderando de mi.
Los bolsillos, los llevaba llenos de papeles con anotaciones y teléfonos, por lo que por primera vez saque el portátil que al final me traje y gracias a un transformador que después de mucho trabajo habíamos conseguido en Puntarenas, lo puse a funcionar. Ordene teléfonos, y sobre la marcha me puse a hacer llamadas gracias a un celular que le había pedido al que nos alquilo el todoterreno y que hasta entonces lo habíamos tenido perdido por las maletas. Unos teléfonos estaban mal anotados, pero llamando a otros, los corregía, llame al contacto que me dio la sobrina de Azucena de Malpaís, pero nos fue tan difícil localizarlo y le dije a Jose que abandonara puesto que ya tenía decidido no quedarme allí.
Llamada al contacto de Víctor, se perdía la comunicación, insisto, me da el teléfono de su hermano, consigo hablar con él y quedamos en vernos al día siguiente. A la mañana siguiente fin de nuestra estancia por aquella zona, y repito con la moral bastante baja.













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