La tormenta perfecta en los rugientes cuarenta

Uno de mis entretenimientos es ir comparando el localizador de visitas con los de días anteriores para ir viendo desde donde lo hacen. No le damos importancia a pequeñas maravillas que ponen a nuestro alcance, como estas en la que no solo te dicen el numero de visitantes que has tenido, cuantos te están viendo en tiempo real, y por ultimo el lugar desde el que te han visitado. Mi imaginación vuela y pienso si he estado en ese lugar en mis tiempos de navegante. Desde Adelaida, al sur de Australia, se que he tenido al menos un visitante y me han venido a la memoria recuerdos no ya de la ciudad, en la que estuve, sino de lo que nos costo llegar a ella.
Siempre he admirado a los navegantes solitarios que han dado la vuelta al mundo y en especial los que lo han hecho sin escalas; la preparación no ya física, que también, pero la sicológica me parece de seres de otro planeta. He leído mas de un libro de estos navegantes, y todos mencionan los rugientes cuarenta; se refieren al paralelo cuarenta y a sus temporales. Andábamos como he dicho al sur de Australia, cuando el Capitán me advirtió que afirmáramos todo lo que se pudiera desplazar, porque se avecinaba meneo. Nunca imagine el tipo de meneo que nos tocó. Lo de moverse el barco como una cáscara de nuez, os aseguro que en este caso no fue un tópico. Era mi primer viaje como Jefe de Maquinas, y las mismas durante la navegación se ponen en automático al igual que los aviones ponen al piloto, pero viendo que me podían saltar los automáticos, declare el estado de maniobra y lo pusimos todo en manual, sabia que si nos quedábamos sin maquina seriamos un juguete a merced del temporal. La hélice salía del agua y las turbinas se revolucionaban peligrosamente. No veía lógico que le estuviéramos presentando cara a semejante tormenta, por lo que me fui a hablar con el Capitán para preguntarle por qué no ponía el barco al pairo. Buscaba el abrigo de la costa, todo lo contrario de lo que hay que hacer en estos casos pero tengo que reconocer que acertó. Había tripulantes que habían navegado toda su vida a los que vi llorar implorándole a su dios. La verdad sea dicha yo pensé que de esa no escapábamos, pero nunca tuve miedo a la muerte, puede que mi obsesión por mantener a la maquina en funcionamiento, me impidiera ver mas allá de mis narices. Fue con mucho el peor temporal que he pasado y he pasado bastantes.

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La venganza de la tierra de James Lovelock

Según el autor de la misma, Gaia es un delgado caparazón esférico de la tierra, que rodea el interior incandescente de la misma, desde unos ciento sesenta kilómetros bajo la superficie, y se extiende otros ciento sesenta kilómetros hacia arriba. Hay quien la confunde con la biosfera, pero no, esta es una parte de Gaia que junto a un sistema fisiológico dinámico, que ha mantenido a nuestro planeta apto para la vida durante más de tres mil millones de años.
El autor insiste en que debemos pensar en Gaia como un sistema integral formado por parte animadas e inanimadas.
Cuando James Lovelock, la publicó se enfrento al resto de la comunidad científica. Hoy en día, ya esta aceptada.
¿El por qué la pongo aquí cuando fácilmente se podía haber consultado en el mismo Wikipedia? El autor ha publicado un libro al que titula “La venganza de la tierra”. Su lectura es amena pero pone los pelos de punta. Otro día me extenderé sobre él, pero como primera conclusión, lo de “que herencia vamos a dejar a nuestros hijos”, lo veo ahora tan claro como la transparencia de las aguas tropicales.Cuando en mi afición de toda la vida, el submarinismo, cambie el fusil por una cámara fotográfica, me decían que qué exagerado era, que qué iba a pasar por coger un pulpo (Ahora al menos en España es especie protegida). Veía claramente a la degradación a la que estábamos sometiendo al fondo marino que se puede visitar en apnea, en el ya existe la desertización que pronostican para la superficie de esta planeta y que es mas visible para el resto de las personas que no han practicado esta inclinación. Si yo con mis propios ojos he sido testigo de ese desastre, como no voy a creer a James Lovelock cuando dice: “Confiar en el desarrollo sostenible o continuar como si nada son políticas tan viables como esperar que un enfermo de cáncer de pulmón se cure simplemente dejando de fumar”. O esta otra: “Ahora se trata simplemente de dos caminos distintos que conducen tortuosamente a un mismo destino: una regresión a una especie de Edad de Piedra, en un planeta enfermo, en la que sobrevivirán unos pocos”. Yo lo resumo diciendo que el daño que le hemos hecho a este planeta es irreversible, y que los que sobrevivirán, no seran precisamente los humanos.

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