Buscando otro mundo. Primeras impresiones. Primer viaje a Costa Rica


Todo muy calculado, muchas listas, pero pongo el despertador para que suene a las cuatro de la mañana, y me despierta mi hijo zarandeándome porque el puñetero no había sonado. Son las cinco de la mañana, y tardo en arreglarme cinco minutos.
Al subirme al coche de Fernando se me quedan grabadas las caras de Penca y Fideo; estoy completamente convencido de que saben que su vida va a cambiar.
Tanto correr y llegamos al aeropuerto de granada de los primeros, correspondiente cola, facturacion de maletas directamente a San José.


Una hora de vuelo a Barajas, o sea que aproximadamente a las ocho estamos alli y a esperar hasta las doce. Buscamos un recinto de apestados, fumadores, y a calmar el mono.
De la T4 a la T4S, de la cual sale el avion de San Jose, pasamos por un subterráneo en una lanzadera. Algunas vueltas, nichos de fumadores y cuando nos damos cuenta ya estábamos subiendo al avión, un Airbus de cuatro motores con dos asientos junto a las ventanillas y cuatro en el centro, dos pasillos. A nosotros nos corresponden dos de ventanilla en la parte derecha y detrás del ala.
Una vez el avión coge su altura la vista es tierra quemada, y al llegar al final de Portugal y verse el mar tomo una foto pensando es la última vez que veo Europa.


Típica comida de avión, nos hacen cerrar las ventanillas con el pretexto de una película, pero la idea es hacernos dormir y la tripulación estar tranquila. Duermo a ratos y cada vez que despierto es un hueso diferente el que me duele. Tienen que hacer rentables los aviones a base de jodernos la comodidad.
No comprendo como nadie mira por la ventanilla, yo disfruto viendo la inmensidad del océano, y o sorpresa veo un atolón, lo que me extraña bastante, pero a continuación veo otro por lo que pienso que estamos llegando, pero no estábamos acercándonos a Venezuela. Pienso que mi amiga Gaby esta allí debajo. La cruzamos por su parte norte, otra vez mar y por fin llegada a Costa Rica.


Por la aduana se puede pasar un misil con cabeza nuclear que no pasa nada. Fulano con un cartel con nuestros nombres y el de otros, supongo turistas, nos suben con otra pareja en una furgoneta, a la cual dejan primero, momento que aprovecho para establecer mis primeros contactos con un nica. Hombre bastante amable, al que le explicó brevemente lo que busco y con mucha sinceridad nos da a entender que por mucho que lo disimulemos se nos nota a distancia que somos extranjeros y que por supuesto intentaran estafarnos.
Llegada al hotel y me acuerdo de la madre de la señorita de la agencia de viajes por no habernos advertido que en él no se puede fumar. No ha sido poco el mono de diez horas de avión para ahora esto. Tentación tengo de dejarlos y buscarme otro, pero Jose sensato dice de quedarnos. Agotados nos echamos en la cama, no dormimos, nos duchamos y medio espabilado llamo a Azucena. Apenas tenía cobertura, por lo que bajamos nos metemos en la cafetería, habiendo dejado dicho que espero una llamada, que por cierto tarda bastante y me dice que mañana vendrá a vernos (pequeña desilusión) y aunque pensamos en salir a dar una vuelta diluviaba. Así que nos subimos a la tercera planta que tenian un PC con teclado en inglés, Word con corrección ortográfica en el mismo idioma y a la que llaman el rimbombante nombre de sala de ejecutivos (Uno por dos metros) y le mando un correo a Fernando que supuestamente lo habrá leído hoy.

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Veo cerca la consecución de mis proyectos


El verano se va acabando; los días se van acortando y al darme el último baño del día observo que la temperatura ambiente es más fresca que hasta ahora. Llevo más de un mes acompañada de mi hija y los suyos, y ya me ha dicho que dentro de dos semanas se van a la ciudad. Es inequívoco, el verano se va y ya mismo lo que se espera es el crudo invierno de estas latitudes, con el dichoso frío que tanto me acobarda.
Mi eterna pregunta, que aunque la tengo clara, me ronda la mente, me machaca el subconsciente, retorno a mi vida anterior o empiezo una vida nueva. Aunque hago esfuerzos para imaginarme la primera, mi cerebro se niega a traerme imágenes; no consigo ver amigos, mucho menos su ambiente y sin querer acabo viéndome haciendo de asceta el resto de mi vida o elegir la segunda.
Mi hijo, aunque es raro el día que no aparece por aquí, también es raro que pase la noche, pero el domingo lo hizo. Me desperté la mañana del lunes, me puse ropa de persona, todo el verano he estado en bañador, y cuando se despertó le digo de ir a Granada a una agencia de viajes. Es tan poco hablador, que por el camino no cruzamos palabra. Llegamos a la agencia que yo tenia prefijada, le hablo de un viaje para dos, mi hijo y yo, de quince días, con vehículo todoterreno y la posibilidad de hoteles para optar a ellos con veinticuatro horas de antelación. Después de hacerme el presupuesto, salgo con la impresión de que la muchacha no se ha enterado de nada, cosa que le comento a mi hijo y me dice de ir a otra agencia en un centro comercial. Parece que suena la flauta y esta parece que va entendiendo lo que quiero y lo vamos planificando; de allí a la sección de libros, un libro de guía sobre el país de destino que hace más bulto que la enciclopedia británica y también aprovecho para comprar Espejos de Eduardo Galeano.
A la vuelta, solo llegar, pegas por parte de mis hijos. Que si comprarme ropa, vacunación, comprobar si los hoteles están en nuestra posible ruta etc.
Esta mañana, solo levantarme, compruebo los hoteles y efectivamente, la mayor parte no están en la costa, llamo a la agencia y me dicen que mejor vaya por allí; llamada a sanidad, y tres cuartos de lo mismo, que es conveniente que nos vea el médico y me dan cita para el viernes.
Aunque mi idea es ir por libre, debo de hacerles una visita a Mauricio y a Azucena, son cosas que me van pasando por la imaginación entre el cabreo por todos los trámites burocráticos, una de las causas por las que quiero escapar. Siempre había soñado con este momento, me lo había imaginado, despertándome, cargándome la mochila preparada el día anterior, dormir durante el viaje y despertar en el sitio de mis sueños, pero la vida es más complicada.
Aunque en el paquete, pagare el viaje de vuelta, mi hija sabe perfectamente que me quedo allí, aunque nada me dice. Sin querer piensas que vas a comenzar una nueva vida y que en ningún lugar del mundo el camino es de rosas, pero por mala que sea, será infinitamente mejor que la que he tenido los diez últimos años. No quiero recordarlos.

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