Las tristes despedidas


Acabo de leer un libro del que no he mirado el titulo ni al autor/a, con un curioso recorrido en tan corto espacio de tiempo, que pretende ser una historia novelada de los Incas, al que se les supone unos superpoderes en su lenguaje, que con diferentes entonaciones, y supongo que con otras artes, actuaban sobre los, para mi tan conocidos, neurotransmisores, haciendo que pudieras no solo entenderles, sino que curaban enfermedades, o producían otras extrañísimas. Dicho de otra forma mediante su lenguaje te hacían pensar en lo que ellos querían. El por qué después de tanto tiempo sin escribir en mi diario comienzo con esta chorrada; muy fácil, porque aunque ya lo sospechaba, ahora estoy convencido de que cuando digo algo, muy pocos o nadie se lo creen, o sea que de yatiri no tengo nada; pero la cosa es mas grave, porque mientras estaba con mi depresión, estoy seguro que se pueden contar con los dedos de una mano los que se creyeron que la padecía, lo que me hace suponer que tampoco se transmitir mis sentimientos.
Hace ya tiempo, hice un viaje a Motril, lugar en el que nací y en el que aun siguen mi madre y todos/as mis hermanos/as para no solo despedirme de ellos, sino que en mi fuero interno, pensaba que podía hasta ser posible que fuera la ultima vez que nos viéramos, pues bien, sospecho que nadie se lo creyó. Son pocos los datos que tengo, en la distancia, por carecer aun de conexión a Internet, y entre hotel y hotel, buscando como un desesperado un PC, con quien únicamente he tenido contacto es con mi hija Eva, pero se perfectamente quien ha sentido y quien no, mi marcha, y ya que he mencionado a mi hija, posiblemente, junto con mi hijo, han sido los únicos que estaban convencidos de que era verdad, pero ella, hasta que no vio los billetes del avión, tenia la esperanza de que me arrepintiera o de que no encontrara el lugar que buscaba, así que fue en uno de estos correos clandestinos que le mandé, en el que le decía que ese sitio ya lo había encontrado, cuando ha perdido las esperanzas, siendo un mal trago para ella.
Que tenía personas que me querían, lo sabía, y no voy a mencionarlas a todas, así que aquí me voy a hablar de las más cercanas en sangre ascendente. Cuando esto escribo, con los ojos humedecidos y con un nudo en la garganta, tengo la sensación de que soy un egoísta que solo pienso en mí.
Sigo con mis hijos. Desde que me aísle en mi casa de campo, allí en España, no ha faltado un fin de semana, que no fueran a visitarme, en especial mi hija, la que no solo me iba a verme, sino que ha sido la única que se ha preocupado de que nada me faltara en mi voluntario encierro. Durante ese tiempo, no solo hemos conversado, sino que hemos hablado más de nuestras vidas, que en toda la anterior vivida; estoy seguro que en aquel mundo, difícil es que encuentre a otra persona a la que confiar lo que en mí, y en mi caso, es una de las cosas que me queda por descubrir de este. El tiempo pasa rápido, y al menos mi deseo es que ellos vengan a verme aquí que yo ir allí. En este instante me pregunto, cuantos padres e hijos hay por aquellos lares, separados por unos pocos de kilómetros, en los que no ya solo no se ven en años, sino que el contacto, en especial para los hijos, no solo no supone una alegría, sino el temor de tener que cargar con ellos. Cuantos se alegrarían de que sus padres, hicieran lo que he hecho yo, pero a ser posible un poco mas lejos, digamos que a Australia.
Mi hijo, no solo me ha acompañado en este viaje, sino que me ha ayudado tanto en todos los aspectos, que he llegado a creerme que soy un viejo desvalido. Sabia lo que buscaba y cuando me venia abajo creyendo que no lo iba a encontrar, a pesar de no ser un gran hablador, con las palabras justas, me decía que lo encontraría. He descubierto facetas que desconocía de él como su gran sentido de la orientación; le molestaba que colocara en el coche el GPS, dándome a entender que no le hacia falta, a pesar de habernos recorrido casi toda la parte del Pacifico y parte del centro de este país. Su sentido del orden; viendo el desastre que soy con las maletas, él por las mañanas, antes de salir de los hoteles, me doblaba mi ropa y ordenadamente junto con mis demás trastos, me los colocaba, pero lo mas importante, también hemos hablado. Ante la duda de que tenga miedo de quedarme aquí, los comentarios que hace al respecto son de ánimo. Mañana después de medio día se marcha, y espero saber controlar mis emociones, porque estoy convencido de que él si.
Son cerca de las diez de la noche, estoy en medio de una preciosa tormenta tropical, y el sol aquí es tan caprichoso, que nos alumbra a las cinco y media y si sus rayos no fueran suficientes para despertarme, me los recordaran los puñeteros monos, que a las cinco y cuarto, forman una sonora algarabía, que o me acostumbro a ignorarla o seré madrugador como nunca lo he sido.
Eva, le dices a Jorge, que siempre que voy a leer lo veo, y que al acostarme me acuerdo de las recomendaciones que me hacia cuando se despedía por las noches: Abuelo, que duermas bien, que no te caigas de la cama,…
Otrosí digo: Amigo Mauricio, me había prometido que lo primero que volviera a escribir en este blog seria acerca de ti, pero circunstancias mandan. Me dicen que en una semana tendré Internet, por lo que sospecho que serán dos y o tres, y en ese intervalo habrás repuesto más neuronas.

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Buscando otro mundo. Primeras impresiones. Primer viaje a Costa Rica


Todo muy calculado, muchas listas, pero pongo el despertador para que suene a las cuatro de la mañana, y me despierta mi hijo zarandeándome porque el puñetero no había sonado. Son las cinco de la mañana, y tardo en arreglarme cinco minutos.
Al subirme al coche de Fernando se me quedan grabadas las caras de Penca y Fideo; estoy completamente convencido de que saben que su vida va a cambiar.
Tanto correr y llegamos al aeropuerto de granada de los primeros, correspondiente cola, facturacion de maletas directamente a San José.


Una hora de vuelo a Barajas, o sea que aproximadamente a las ocho estamos alli y a esperar hasta las doce. Buscamos un recinto de apestados, fumadores, y a calmar el mono.
De la T4 a la T4S, de la cual sale el avion de San Jose, pasamos por un subterráneo en una lanzadera. Algunas vueltas, nichos de fumadores y cuando nos damos cuenta ya estábamos subiendo al avión, un Airbus de cuatro motores con dos asientos junto a las ventanillas y cuatro en el centro, dos pasillos. A nosotros nos corresponden dos de ventanilla en la parte derecha y detrás del ala.
Una vez el avión coge su altura la vista es tierra quemada, y al llegar al final de Portugal y verse el mar tomo una foto pensando es la última vez que veo Europa.


Típica comida de avión, nos hacen cerrar las ventanillas con el pretexto de una película, pero la idea es hacernos dormir y la tripulación estar tranquila. Duermo a ratos y cada vez que despierto es un hueso diferente el que me duele. Tienen que hacer rentables los aviones a base de jodernos la comodidad.
No comprendo como nadie mira por la ventanilla, yo disfruto viendo la inmensidad del océano, y o sorpresa veo un atolón, lo que me extraña bastante, pero a continuación veo otro por lo que pienso que estamos llegando, pero no estábamos acercándonos a Venezuela. Pienso que mi amiga Gaby esta allí debajo. La cruzamos por su parte norte, otra vez mar y por fin llegada a Costa Rica.


Por la aduana se puede pasar un misil con cabeza nuclear que no pasa nada. Fulano con un cartel con nuestros nombres y el de otros, supongo turistas, nos suben con otra pareja en una furgoneta, a la cual dejan primero, momento que aprovecho para establecer mis primeros contactos con un nica. Hombre bastante amable, al que le explicó brevemente lo que busco y con mucha sinceridad nos da a entender que por mucho que lo disimulemos se nos nota a distancia que somos extranjeros y que por supuesto intentaran estafarnos.
Llegada al hotel y me acuerdo de la madre de la señorita de la agencia de viajes por no habernos advertido que en él no se puede fumar. No ha sido poco el mono de diez horas de avión para ahora esto. Tentación tengo de dejarlos y buscarme otro, pero Jose sensato dice de quedarnos. Agotados nos echamos en la cama, no dormimos, nos duchamos y medio espabilado llamo a Azucena. Apenas tenía cobertura, por lo que bajamos nos metemos en la cafetería, habiendo dejado dicho que espero una llamada, que por cierto tarda bastante y me dice que mañana vendrá a vernos (pequeña desilusión) y aunque pensamos en salir a dar una vuelta diluviaba. Así que nos subimos a la tercera planta que tenian un PC con teclado en inglés, Word con corrección ortográfica en el mismo idioma y a la que llaman el rimbombante nombre de sala de ejecutivos (Uno por dos metros) y le mando un correo a Fernando que supuestamente lo habrá leído hoy.

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