Montañas y caminos de rosas. Problemas donde no los hay


En esta vida, lo que para unos puede ser un gran problema, para otros es una solemne chorrada o dicho de otra forma lo que para unos es un camino de rosas para otros se transforma en una enorme montaña difícil de pasar.
No me voy a referir a un problema matemático, ni siquiera a uno social, sino más bien al filosófico, el que puede generar inquietud o perturbar la paz o existencia de quien lo tiene en su conciencia.
Hace unos días escribí sobre , pues bien, este puede ser uno o quizás el principal problema que pueda perturbar la paz o existencia de una persona, pero hay muchas más situaciones en esta vida que para unos pueden ser vitales y para otros carecer de importancia. Baste comparar religiones, lo que en una es pecado capital, en otra no solo está bien, sino que aconsejan o más bien obligan su cumplimiento o uso. Sigamos con culturas, climas, y otras circunstancias que hacen que lo que en una parte es blanco en otras serias negras.
No sé si alguien se estará preguntando qué coño estoy diciendo, por lo que pondré unos ejemplos que al menos para mí son indicativos de lo dicho hasta ahora.
Pongámonos en el caso de una mujer afgana. Ella no se pone el burka porque la obliguen; se lo hicieron mamar desde que tuvo uso de razón, y para ella lo anormal y pecado seria el no llevarlo. Habría que desprogramarla, cosa harto difícil.
Al menos en mi pueblo, el día de los difuntos, se les ponía flores a los muertos. En Japón, les llevan comida. Sería un verdadero problema que me vieran llevarle un plato de puchero a alguno de los míos; o me tomaban por loco o se destornillaban de risa.
Que a una mujer (doy por hecho que ningún compromiso, sea del tipo que sea, se lo impida) le gusta un hombre y termina en la cama con él, para unos/as, lo más normal del mundo, para otros/as, es una puta.
Seguiría, pero voy a intentar buscar transformaciones que he sufrido desde que estoy en este país y que me hacen sentir bastante mejor, y lo primero que me viene a la cabeza es la obtención de residencia en el mismo. ¡Dios!, la de viajes que di a San José, los escándalos que armé en Migración, y el miedo que pasaba cada vez que me comunicaban que la policía iba a hacer una redada. Pues bien sigo sin tener la residencia y para nada me preocupa, ni me escondo cuando sé que los de migración están por esta zona; estoy seguro de hacer comprender a los agentes que si no la tengo no es por culpa mía, sino por la lentitud de sus burócratas (más de lo que he hecho para obtenerla no puedo hacer), y en caso de que no lo comprendan y me echen, ¿qué?; seguiré camino sin importarme hacia dónde.
He tenido problemas de salud, que puede que, en otras circunstancias, me hubieran tenido preocupado, pero no solo no lo he estado, sino que ni puñetero caso, y el cuerpo sabio él los ha arreglado solos (la verdad es que he recurrido a remedios que ahora al pensar en ellos me descojono). El tener ambulatorios, servicios de urgencia, hospitales, a la vuelta de la esquina, hace que todos seamos un poco o un mucho hipocondríaco.
El qué dirán. En mi mente está descartado.
¿Prisas? Quizás es la mayor lección aprendida de los ticos. Ni para comer.
No querida, delante de ti no tienes ninguna montaña, esta solo existe en tu mente, y si te puedo asegurar, y lo veo clarísimo, que lo que te espera es un camino de rosas.

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Vivir condicionados. El qué dirán

En los últimos días he leído y escuchado la frase: el qué dirán. Textualmente en el escrito me decían: la influencia que sigue teniendo en él/ella el qué dirán, y de viva voz, eso si, a través de miles de kilómetros y refiriéndose a mi familia: ¿no me digas que no te importa el qué dirán?
Esta tarde en mi mesa, las visitas han sido breves, por lo que se me ha cruzado la dichosa frasecita y he tenido tiempo de reflexionar sobre ella. También es verdad que los atardeceres en esta época del año ni con mucho son lo que en la de lluvias. La contemplación del cambio de colores de las nubes deja de ser un espectáculo y los verdes dejan de ser vivos.
Llegaran las lluvias para deleite mío y desgracia de los habitantes de esta zona (desaparece el turismo y los días de pesca son escasos).
Y mencionados los días de pesca no puedo dejar de citar lo que los otros días me dijo Harold, sobre el cielo estrellado que él ve en sus noches en el mar: Que mas quisiera el Presidente (ahora es Presidenta) ver esta maravilla que yo estoy viendo.
Intento hacer memoria de la última vez que la escuché. ¿Diez? ¿Doce? ¿Catorce años? No encuentro ninguna referencia en la que estuviera. Buen asunto me digo. ¿Pero esta frase aun sigue vigente? No me cabe la menor duda, no es posible que en el intervalo de una semana se me haya cruzado dos veces por pura casualidad. Al menos en aquel mundo sigue en uso. ¿Y para los ticos? Tengo la seguridad de no haberla escuchado en el tiempo que llevo por aquí, no conforme a la vuelta veo a mi amiga (…) y le pregunto.
Si se dice, me contesta
Repítemela tal y como la decís vosotros
Que van a decir, y contra ella decimos: que pasen y no me toquen
Es verdad, a ella se lo he escuchado, pero en su submundo casi la entiendo, convencido de no habérsela escuchado a nadie mas.
De algo estoy seguro, fuere en aquel o en este mundo el que dirán me resbala. Sigo pensando y busco un ejemplo de algo que este haciendo y que en aquel hubiera que pensar en el dichoso que dirán. Se me enciende la lucecita: ¡La coleta! En realidad estaba a punto de cortármela, y no porque haya dejado de torear, sino porque ya he cumplido el sueño que no pude cumplir allí y que me propuse realizarlo aquí. Pues bien: Puedo prometer y prometo que no me la cortaré hasta que no haya vuelto a España.
Paro y pienso: ¿que amigos me verán con ella? Posiblemente ninguno, por la sencilla razón de que no existen (que dios me libre de los que tuve. Hay excepciones), pero si me vera Fernando el tendero, el de las revistas, el del Súper. Me imagino sus caras de espanto y me estoy riendo a carcajadas.
He terminado de descojonarme y sigo. ¿Soy un ser especial? ¿De verdad no me importa el que dirán? ¡Hombre…! Me digo: pasear en pelotas por Cullar Vega, tampoco lo voy a hacer, pero no por la frase, sino porque hacer espectáculos nunca ha sido lo mío.
Hay personas que se paralizan con la preocupación de qué pensarán los demás (papás, hermanos, amigos, cónyuge, hijos, etc.) si actúan en determinada forma, por lo que prefieren no hacer nada.
Por el que…, se de gente que se ha dejando la vida por los demás, cuando los demás iban a su rollo.
Hay personas que su entorno esta limitado a amigos y familia. Si con ellos están pensando en el que dirán, es que son unos hipócritas. No me gustaría tenerlos por tales.
¿Soy un perro verde o estoy tocando lo que buscaba? No lo se, pero repito: me paso por el forro de los… (el no citarlos es por respeto y no por…) el qué dirán.
Pudiera parecer un truco, pero es cierto que por el punto y aparte anterior estaba cuando llega mi amigo a pedirme una botella de plástico vacía (la llena y la congela para tener agua fresca todo el día, en su venta de abalorios a pleno sol), no me puedo perder su opinión y le hago la misma pregunta que a mi amiga (…).
Si se utiliza, pero solo lo hace la gente muy selecta, la que vive encerrada en un caparazón… Y tengo que escuchar al menos diez minutos de sus filosofadas.
Que se jodan, le contesto.

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