El cerebro apagado


Hace tiempo que me deshice del reloj, del móvil (celular), pero en especial me propuse no hacer proyectos, no ya para el futuro, sino para el momento que precede al que estoy pensando, y en esto ultimo me estoy pasando una legua.
Hoy empieza un nuevo año, cosa que me la suda, pero sin querer me vienen a la memoria que debería ir acabando cosas, algunas proyectadas quizás hace años, y que tendría que hacerlas, antes de que un se me crucen los cables y decida coger el avión para Costa Rica. Sigo sin ver luz en este mundo.
Para el día diez, me tienen que hacer una resonancia magnética de la zona lumbar, y en la parte de las cosas pendientes del cerebro, me decía que no iba a ir, pero por otra parte me digo que tal y como esta la sanidad hoy en día, soy un privilegiado, y el por qué no aprovechar la ocasión. Sacarme el DNI electrónico que me resolvería algunos problemas desde aquel país, y acabar mi empadronamiento en este, que por ahora, es mi pueblo, en especial dar de alta los vehículos en él. Estas dos ultimas probablemente estarían resueltas en una mañana, pero es tal la fobia que le tengo a meterme en problemas burocráticos que no veo el día de hacerlo.
Ayer fue el último día del año. Por la mañana mi hijo me cogió de sorpresa y me dijo que me fuera con él a casa de mi hija que tenia que acabar los chapuces empezados. Yo también me entretuve en conectarle un nuevo modem. Para medio día estábamos de vuelta y comimos.
Por la tarde mis rutinas de encender la chimenea y hacer los cigarros del día siguiente.
Ya voy escuchando a mi hija preparar cosas para la cena. Me va preguntando que qué se me apetece se y le voy diciendo que nada. No la engañaba. Ella va poniendo la mesa con los típicos adornos y esos platos que ahora inventan los grandes restauradores. En realidad para cenar estábamos tres, mi hijo, mi hija y yo. Después esperábamos a Sole para recibir el año nuevo.
Pico menos que un gorrión, y mientras la televisión esta puesta. Por mas que cambio de canales no veo mas que gente haciendo el payaso (quizás debiera hacerlo yo). A las once no me lo pienso mucho y le digo a mi hija que me voy a la cama. Ni espero a Sole, y mucho menos tengo ganas de escuchar las dichosas campanadas. Ya ha medio día había escuchado las de Nueva Zelanda.
Anteayer estuvo por aquí el hijo de María, con su mujer y sus dos hijos. En realidad iban de paso para Madrid, pero al final comieron aquí y continuaron camino. Me alegré mucho de verlos. Sin pretenderlo salió a relucir María.
Lo dicho, tengo el cerebro apagado.

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