Se cerró el círculo


Después de la primera operación de vejiga, cuando me hicieron la cistoscopia de reconocimiento y me dijeron que tenía que volver a operarme de nuevo, se me cayó el mundo encima. Ya contaba los días para que volviéramos a Costa Rica. No te preocupes, me dijo: cuando acaben de operarte, aunque después tengamos que volver, iremos allí al menos un mes.
Siguió el infierno, otra operación mía, ella nos dejó y ha transcurrido el tiempo. Guardé unas pocas de sus cenizas y me prometí que de una forma u otra ella volvería.
Han pasado unos días desde que llegue a este lugar y no llegaba el de echarlas a la playa que a ella tanto le gustaba. Era el adiós definitivo, o así lo veía yo.
Ayer me decidí y fui con mi hijo a la citada playa. Quería que quedara constancia de que así fue.
La mar estaba un poco brava, y allí se dio su último baño.
Justo detrás, está el terreno que ella quería que compráramos e hiciéramos una casa lo suficientemente grande para que de vez en cuando pudiera traer a los suyos.
Son muchos los que me han preguntado por doña María, la gran mayoría no sabían de su fin y la cara de sorpresa/sentimiento era patente, y me quedo con algo que me dijeron y que me pareció muy bonito: Doña María era un ángel, y ellos son así, bajan a este mundo, para hacer feliz a una persona, y cuando creen que han cumplido su misión, desaparecen porque tienen que hacer feliz a otras. Conmigo hizo bien su trabajo.
Anoche se lo conté a una amiga, e hice lo que no había hecho por la mañana, y que procuré evitar, lloré.

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Y llegó el día D. Mi vuelta a Costa Rica


Mi hijo quería que viniera a recogernos un taxi, pero por aquellos lares se pierde hasta un GPS, así que le dije que nos llevara Pedro, pero él, tan fatigoso, no quería, así que lo hice yo y no solo no hubo inconveniente por su parte, sino que casi se ofendió por no haber contado con él.
A las cinco y media nos estaba pitando, hacia bastante frio, y rumbo al aeropuerto. El avión salía a las siete y decían que íbamos a llegar los primeros, pero la cola para facturar maletas, era larga. Por cierto ni sabia lo que me había echado dentro mi hija, pero pesaba como una vaca.
Desayunamos y a bordo. A pesar de ser billetes de bajo costo (o algo similar) me toca en la ventanilla. Antes de que nos demos cuenta estamos en Barajas, y para mi lo primero era buscar la salida para en la calle fumarme un cigarro tras otro. Han quitado los fumaderos (no de opio) que había dentro. A los fumadores ya no saben como martirizarnos.


Vuelta a entrar y a recorrer diría que kilómetros de aeropuerto para encontrar la T no se cuantos que es de donde salía el Airbus que nos cruzaría el charco.


Embarcamos, y esta vez no tengo tanta suerte, mi asiento está entre los cuatro del centro. Perorata de las medidas de seguridad y a volar. Me joden las azafatas/os. No se el por qué me recuerdan a los robots. Refrigerio, qué bebida toma, desaparecen, vuelta a aparecer a la hora exacta que tengan marcada y así.
Sigo diciendo que el cerebro unas veces es un hijo de puta pero otras es una maravilla. En este caso te marcas que durante diez o doce horas no puedes fumar, y el síndrome de abstinencia ni aparece; claro que también había tomado mis precauciones, la noche anterior me había puesto un parche de nicotina, y en el bolsillo llevaba chicles de ídem, que por cierto ni utilicé.


Me pongo a tirar algunas fotos dentro de avión, y llega la azafata con más cara de malafollá, y me dice que no se pueden tomar. Es la primera vez que me ocurre. Habré tomado cientos dentro de los aviones.
Debe de ser por la unión de Iberia con no sé que compañía británica, pero dentro del avión se escucha mas el ingles que el español. Me cabreo.
Llegada al Juan Santamaría y el piloto no esta muy fino, que se diga, aterrizando. O el campo tenia baches (huecos por aquí) o tomo tierra antes de tiempo, porque el avión pego unos botes algo exagerados. Hubo hasta quien gritó.
Algo de miedo llevaba cuando pasamos por aduanas porque llevaba cosas prohibidas, pero mientras pasaban las maletas por el escáner, el aduanero estaba entretenido en una animada conversación con otro.
Y Vanessa, ¿nos esperaría? No podía fallar, allí estaba. La verdad sea dicha, me alegró mucho verla.
¿Dónde tienes el carro de Tabo?
Lo tiene averiado.
He venido en autobús y ya tengo contratado este taxi que es el que nos cobra mas barato.
No echa por la nueva carretera que pasa por Caldera (único puerto comercial de Costa Rica en el Pacifico). Dos paradas para pagar en lo que aquí consideran una autopista.
Rápidamente doy cuenta de que estamos en pleno verano (época seca). La gama de verdes que tanto me encanta de este país está apagada, y aun queda más de un mes para que lleguen las lluvias.
Llegada a Puntarenas y aun faltaba bastante para que saliera el ferry. Dicen de cenar y yo digo que sea en la soda del gallego, con el cual entablamos conversación y resulta que no es tal, sino que estuvo bastante tiempo en Galicia aprendiendo la cría del mejillón.


Salida de Puntarenas y rumbo a Paquera cruzando el golfo e Nicoya. Aquí me doy cuenta que sigo fuera de mi. El cruzarlo siempre fue una gozada; siempre descubría algo nuevo, independientemente de sus islas, en especial la de San Lucas. Lo cruzo como cumpliendo un tramite mas de mi viaje.
En Paquera, Vanessa había dejado mi carrillo, como es lógico todavía no le había pasado la RTV. Me sale mi vena legalista y le digo que lo único que nos faltaba era que ahora nos cogieran los de transito. Sigo sin darme cuenta que estoy en Costa Rica y que en cuanto ellos cruzan el golfo (en esta parte de la península no hay) los celulares echan humo, y todos los que no tienen el permiso de conducir o cualquier tipo de vehículo sin estar en regla (la gran mayoría), se las apañan para no usarlos.
Llegada a mi pueblo y Vanessa nos tenia preparado donde alojarnos. Allí estaba mi cama.
El cambio de temperatura ha sido criminal.
Espero dar ese paso hacia adelante que tanta falta me está haciendo.

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Ahora si que sí


Me faltaba el paso definitivo, comprar los billetes del avión, pero no me decidía. Yo y mis miedos estúpidos, pero en un momento de neuronas cruzadas, decido ir al aeropuerto y sacármelos allí directamente. No me fio de reservarlos por internet ni quiero que me timen en una agencia de viajes.
Ley de perroverde al canto y oficinas de Iberia cerradas. Allí había un teléfono, y hablo con la central: ¿Tan mal va la reducción de personal que hasta las oficinas las han cerrado?
Espere un momento que consulto
Música para que no pierda los nervios y cuando me habla de nuevo me dice que tienen que estar abiertas.
Pues ya he debido perder la cabeza del todo, porque yo las veo cerradas.
Pregunto por allí y me dicen que hoy es su día de descanso.
Volveré, me digo.
La decisión estaba tomada y aprovechando un pretexto bajo a Motril a despedirme de mis hermanos y de otras personas a las que tengo mucho afecto.
Ya con uno de mis hermanos decidimos ir a ver al otro. Ni estaba él ni mi sobrino, hablo con mi cuñada y me dice que mi hermano ha estado toda la noche vomitando y con diarrea y que el hijo esta en el Hospital porque esta mañana confundía el peluche de su hija con una naranja. ¡Cosas mas extrañas! ¿En que mundo estoy?
La verdad es que aunque me preguntan a nadie le doy certeza de cuando me voy a Costa Rica.
Quería sacar mi parte cachonda, pero la puta verdad es que no me salía.
Vuelta a mí casa.
Día siguiente nuevamente al aeropuerto. Al fin tengo los billetes (mi hijo también se viene conmigo). A la vuelta dice de ir a ver a David, mi sobrino. Le ha dado otro derrame cerebral con tres coágulos diferentes. Al principio creo que el habla no le iba muy bien, pero cuando yo lo veo esta de puta madre. Mueve todo el cuerpo bien y habla por los codos. Treinta y pocos de años, no fuma, no bebe y un deportista consumado (quizás demasiado). Comprobado, le toca al que le toca.


El sábado nos reunimos todos mis hijos y todos mis nietos. Barbacoa y aunque todos sabemos que es una despedida, nadie habla del tema.


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