Desembocadura de los rio Bongo y Arío. Viaje frustrado


Todo empezó cuando decidí llegarme a playa Coyote. De esto hace bastante tiempo. Posiblemente se pueda ir bajando la península de Nicoya desde el norte, o más bien no es que se pueda ir, sino que se puede, pero en realidad queda relativamente cerca de Tambor y no es la primera vez que he dicho de llegarme, y siempre que se me ocurre me recuerdan que sí, que efectivamente se puede ir, pero en verano o sea en la época seca y no es por casualidad, sino porque para hacerlo hay que atravesar los ríos Arío y Bongo en este orden, y no solo es imposible hacerlo con el caudal que suelen traer en época de lluvias, sino que incluso se puede dar el caso de acabar en Japón en el caso de que te coja una cabeza de agua.
Hace tiempo había investigado y sabía que en realidad los dos ríos se unen antes de su desembocadura y forman un manglar que debe ser precioso de recorrer aunque doy por supuesto que de poder hacerlo sería en panga.
En mis horas perdidas de no TV o sea de computadora, descubro un camino desde Manzanillo y ayer por la mañana no me lo pensé mucho y decido intentarlo.
Vanessa me dice que llevemos con nosotros a Erik que conoce bastante bien la zona. Lo recogemos en Cóbano, tomamos camino de Rio Negro, pero a partir de ahí, mi poco sentido de la orientación me indicaba no es el que yo tenía in mente.
Llegamos al Rio Arío, y ni dudar que era imposible pasarlo por mucha tracción a las cuatro ruedas que le pusiéramos al carro.
Le insisto a Erik y me dice que por donde yo pretendo no existe camino. Volvemos, pasamos por Manzanillo y llegamos a la playa. Le indico por donde ir y sorpresa, había camino.


Por cierto, pasamos por un cementerio abandonado, con vete tú a saber la cantidad de tumbas tapadas por la maleza. Historias enterradas que a nadie le interesan.
Y aquí sí, aquí me doy por rendido. En realidad nadie me había hablado del Rio Manzanillo y también veo la imposibilidad de cruzarlo.
Erik seguía insistiendo que al otro lado no había camino alguno, que él había seguido esa ruta pero en todoterreno y por la playa en marea baja. La verdad es que ya me daba igual. Al principio hablaba de que mi primera meta fue Playa Coyote, y ya llevo algunos paseos sin conseguirlo.
Volvimos costeando hasta Santa Teresa y aquí sí que no hizo falta la tracción a las cuatro ruedas. El camino estaba intransitable. Pasamos por Playa Hermosa una de las más bonitas de esta zona, con el inconveniente de que en ella siempre hay algunos turistas de esta zona.
Comida en Santa Teresa y vuelta a Tambor. Aun llegamos a tiempo de que fuera a mi tertulia.

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Bahía Ballena, Península de Nicoya


Ya en su día cuando hablé de Tambor decía que no sabría describir Tambor sin antes hablar de su bahía, y decía: Bahía Ballena, situada al sur de la Península de Nicoya, que a su vez está dentro del golfo del mismo nombre, por lo que está protegida de posibles temporales. De hecho es un excelente puerto natural en el que en un tiempo no lejano se construirá un puerto y no precisamente comercial, por tener entre ella y la capital el citado golfo, sino que será un excelente puerto deportivo.
La parte oeste es una playa de unos cinco kilómetros y medio, en la que en ambos extremos, se encuentran los pueblos de Pochote y Tambor. La playa está dividida por la desembocadura del Rio Pánica que al menos en los mapas la convierte en dos, cada una con el nombre del pueblo al que bañan. En la parte opuesta se encuentran Playa de los Muertos y Playa El Coco.
Las ballenas jorobadas se ven a menudo cerca de la bahía.
Es curioso que si buscas algo de sobre la misma, te encontraras información de la playa de Bahía Ballena, también costarricense pero que nada tiene que ver con la bahía propiamente dicha.

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Las insignificantes paradojas de mi particular tiempo

Tiempo. Si buscas su significado en el Diccionario de la lengua española, encontraras diez y siete acepciones. Ninguna me convence. Quizás esta: Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. En Wikipedia: El tiempo es la magnitud física que mide la duración o separación de acontecimientos sujetos a cambio, de los sistemas sujetos a observación, esto es, el período que transcurre entre el estado del sistema cuando éste aparentaba un estado X y el instante en el que X registra una variación perceptible para un observador. Nótese que aquí ya se habla de un observador.
En mecánica relativista la medida del transcurso tiempo depende del sistema de referencia donde esté situado el observador y de su estado de movimiento, es decir, diferentes observadores miden diferentes tiempos transcurridos entre dos eventos causalmente conectados. Por tanto, la duración de un proceso depende del sistema de referencia donde se encuentre el observador.
Me salí por la tangente. Bajo ningún concepto quiero dar una lección magistral sobre esta palabra, sino que quería hablar de mi tiempo.
Mi tiempo que para mi es el del universo y por qué no, el del universo de los universos, pero pero otra vez estoy derivando, porque tendríamos que entrar en el terreno de la filosofía, ya que la ciencia ni ha llegado ni creo que jamás llegue a él (somos demasiado insignificantes), y ya puestos quería hablar del lapso entre mi aparición en este diminuto planeta hasta mi próxima desaparición del mismo en que continuaré camino.
Quien no ha escuchado hablar de , la paradoja del tiempo o la paradoja del abuelo, pero tampoco voy a hablar de esta sino de otras paradojas que conciernen a lo que a mi tiempo terrestre se refiere.
En su momento llegue a pensar que en este paso circunstancial por mi vida, no tendría el suficiente (tiempo) para realizar todo lo que a la imaginación se me venia. Craso error, es una paradoja, lo importante es saber seleccionar las cosas que de verdad nos son necesarias y nos sobrara tiempo para llevarlas a cabo. El resto si lo analizamos un poco, es basura, jugadas de nuestra entelequia.
La segunda paradoja es que ese tiempo nuestro, si no lo usamos, igualmente desaparecerá, por lo que una vez seamos conscientes de ello, apliquemos la primera. Es nuestro, a nadie mas pertenece, nadie podrá aprovecharlo, luego no lo malgastemos.
Como consecuencia de estas dos, se perfectamente que el mio, esta mas cercano del final que del principio. La tentación de volver a caer en el pensamiento de que no tenemos tiempo de cumplir lo deseado se agudiza, razón demás para volver a poner los pies en el suelo y decir que ese tiempo, aunque escaso pero nuestro, no solo hay que aprovecharlo sino agudizar en la búsqueda de lo que verdaderamente es importante.
Si querida mía, estas desaprovechando un tiempo, obnubilada por temas pasajeros, que posiblemente jamás recuperaras y por tanto tampoco lo recuperare yo. Será un tiempo perdido por los dos, puesto que a ambos nos concierne, pero mas perdido para mí que para ti.
Aunque solo sea pensando en mi, aplícate estas dos insignificantes paradojas. Como decía en mi anterior escrito, preséntale cara al mal tiempo que a la larga lo agradecerás. Lo agradeceré.

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Publicado por Perroverde para Diario de un asceta en Costa Rica el 8/16/2009 09:52:00 p. m.