De lo que es natural al derroche


Andábamos en mi mesa de la playa haciendo cábalas, sobre si irnos o esperar un poco más. Gotas caían pero se podían soportar. Si aumentaban había que dar por hecho de que nos pondríamos chorreando.
Alguien se acerca por allí diciendo que esperaban a un camión de bomberos, para tirar una colmena de uno de los árboles del paseo. Nos acercamos a verla y efectivamente, era de un tamaño similar a una damajuana mediana, o sea que no llevaba allí un día ni dos.
No es mucho lo que tarda en llegar una dotación de bomberos, incluido un camión y una pick up. Dos de ellos se ponen unos trajes de castrar colmenas, sacan la manguera y de un cañazo destrozan la colmena y los restos caen abajo. Que no dudemos en llamar si tenemos un problema similar, nos dice, supongo que el jefe.
Una hora desde Paquera para venir y otra para volver. Combustible y demás gastos.
Por cierto uno de los bomberos al verme el cigarro en la mano, me advierte que las abejas acuden a los olores fuertes, a lo que le contesto que soy inmune contra ellas y contra las purrujas. Ya estoy hasta los cojones de ser un apestado.
Una vez vueltos a sentar en la mesa, los tertulianos, coinciden en su crítica: Toda la vida, para deshacernos de una colmena que podía ser peligrosa, hemos cogido una caña de bambú, le hemos liado un trapo viejo en la punta bañándolo con aceite o gasolina, y al llegar la noche las hemos quemado, no quedando ni una.
Por aquí se empieza.

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