Una de perros

A raíz de esta foto.

Hoy no le toca a lo divino ni a lo humano. Quizás esté harto del mundanal ruido, en especial de la crisis económica y de la roja (¿podrían ofenderse en algunas nacionalidades si se dice selección española o simplemente España?) en los mundiales de futbol, así que por qué no hablar de mis perros.
Si, ellos también tienen su historia, aunque su especie, dentro de este planeta, no sea tan egocéntrica coma la nuestra y no pierden el tiempo de su existencia en leer o en manejar una computadora y mucho menos en escribir hazañas que a nadie le interesan.
Desde que llegue de Costa Rica han sido bastantes días los que he estado solo en mi casa del campo, y esta, a un monasterio, nada tiene que envidiar, así que he tenido bastante tiempo para observarlos.
¿Son felices? La verdad es que no lo sé. Si puedo asegurar que su vida de animales domésticos es bastante rutinaria, estoy convencido lo serian mas si vivieran libres, pero hay unos humanos dedicados a cazarlos en tal estado, a meterlos en unas cárceles y pasados un tiempo si nadie los “adopta”/reclama, inyección letal al canto y paso a mejor vida. También es verdad que existen lo que llaman refugios, en donde se libran de la citada inyección en la espera de su adopción, pero son tantos los que recogen que ya no tienen cabida para más.
Bueno, iba de historias perrunas, y empezaré por orden de llegada a esta casa.

Penca: En mis malos momentos, de retiro por mi depresión y por otras causas, a alguien se le ocurrió que uno de estos bichejos, con su compañía, me haría bien. No lo dude y nos llegamos a la perrera (lugar en el que los sacrifican); una vez elegido uno, pensaba llevármelo sobre la marcha, pero hacía falta la firma del veterinario el cual no aparecería en unos días. Mi acompañante dijo de llegarnos a un refugio de un pueblo cercano, cosa que hicimos. Posiblemente por no esperar condené a muerte al de la perrera. Puñetera burocracia.
¿Qué me llamo la atención de Penca (allí la llamaban Gaia)? Su tesón. Mientras limpiaban con una manguera un recinto, esta se empeñaba en morder el chorro de agua, cosa que como es lógico no conseguía, eso si, bien lavada, acababa.
Hicimos buenas migas, pero mi estado de ánimo no estaba como para jugar mucho con ella. Había momentos en la que la veía triste. Echará de menos a sus compañeros/as de refugio, me dije, por lo que decidí traerle un compañero. Fue Chumbo (llamado Dante allí), pero la historia de Chumbo es otro cantar.

Fideo: Es el perro feo de la manada. Había tomado la determinación de salir de la depresión y probaba cosas que me ayudaran, y entre ellas, decidí dar un paseo diario, cosa que abandoné al poco tiempo puesto que mas que pasear, arrastraba las piernas y era tal el agotamiento con el que llegaba que pensé me perjudicaba en vez de ayudarme, pero mientras lo hice, me acompañaban mis dos perros. No sé si fue el primer día, se nos unió un perro callejero que vagaba por estos pagos. Otro día e igual. Pero ahí no acaba la cosa, el muy perro sabia a la hora que salía y ya me esperaba en la cancela donde me hacia grandes fiestas. No quería darle de comer por aquello de “quien echa pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro”, pero al final caí y decidí que se quedara con los otros dos. No es así de fácil, puesto que tuve que vacunarlo, ponerle el microchip, collar antiparasitos y hacerle la vasectomía; vamos, que me costó un huevo.
Cuando me di cuenta mis allegados le llamaban Fideo y no es de extrañar porque las costillas las tenía más marcadas que esas cosas transversales que ponen en las calles para que por narices disminuyas la velocidad.
En mis paseos, incluso antes que decidiera quedármelo, tuve problemas con él. Moto que pasaba, moto que era su objeto de cacería, y alguno se paro y se me enfrento con nada de buenos modales diciéndome que como coño no lo llevaba amarrado, a lo que le contestaba que buscara al dueño y le dijera lo mismo que me había dicho a mí; ponían cara de no saber que les estaba diciendo, pero seguían camino.
Fue el causante de que me . Al aun no haberle hecho la vasectomía, olía a una perra caliente a kilómetros de distancia, y a pesar de haberle hecho un muro y haberle puesto una cerca eléctrica para impedir sus escapadas, lo hacía por la noche y el Chumbo le acompañaba, hasta que una mañana, este último, no apareció.

Kiko: Mientras andaba por Costa Rica, no sé exactamente la causa por la que a alguien se le ocurrió traerlo. Tampoco se el por qué le pusieron ese nombre. Lo trajeron como perro galgo. La madre lo es, pero se ve que al padre se le adelanto, vete tú a saber que chucho, y los genes de este ultimo han predominado.
La Penca es perra vieja. Desde que se quedo sin el Chumbo, se erigió en matriarca de la manada y ejerce bien su cargo. No es amiga de hacerle fiestas a nadie.
El Fideo es el patito feo. En sus tiempos de vagabundeo debió recibir más de una patada, porque escucha una voz alta y sin que sea dirigida a él, se retira con el rabo entre las patas. Conserva sus manías persecutorias, pero al parecer ya no solo contra las motos, sino con los que se dedican a hacer footing.

La vida nocturna de estos tres elementos no la conozco bien, si se que la Penca cuando abro la puerta antes de acostarme, ya tarde, está echada delante de la misma en pose vigilante. Al amanecer se dedican a jugar, me imagino que con la idea de hacer ejercicio. Cuando abro la puerta, entran a saludarme y a continuación se tumban a dormir, cada uno en sitio diferente, lo que me hace suponer que están activos por la noche. Es curioso, que duermen un rato a la sombra y después se pasan a seguir durmiendo a pleno sol, y vuelta a cambiar.
Les echo de comer bien entrada la tarde y cada uno respeta su comedero. Les traen los sobrantes de la carne que los humanos de estas latitudes desechan, y que en África serian muchas las personas que darían botes por ellos, se les cuece y les echo su ración. Cosa curiosa cada uno conoce su comedero y respeta el de los demás. A mitad de la semana se acaba lo para ellos debe ser un manjar, y les doy pienso. Me miran con cara de mala hostia y me imagino que pensando que me lo coma yo, aunque al otro día aparece, si no comido, al menos casi.
Ya anocheciendo repiten los juegos, pero en especial están atentos a vehículo o persona/as que pasen por la calle y el ladrerío que le arman no es normal.
Se perfectamente que no tienen problemas con Hacienda, que tampoco los tienen para encontrar trabajo, que la crisis se las trae al pairo, que pasan de políticos, que no se preocupan por la ropa o calzado de marca, y también sé que muchos humanos darían algo por estar como ellos.

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