Cada vez me doy más cuenta de que pertenezco a una generación pasada o a punto de pasar. Ya hace días que me habían avisado que un día de estos vendría Encarni a verme. En mis condiciones actuales, no ya el que me visite alguien sino el saber que más o menos tarde tengo, digamos una obligación, me sienta como un tiro, pero es de muy agradecer que vengan expresamente de Almería a verme, y más sabiendo que para Joaquín un viaje supone algo fuera de lo común en sus costumbres y para él es un esfuerzo.
No solo vinieron Encarni y Joaquín, sino que les acompañaron sus hijas Cristina y Laura. Yo me las imaginaba en Madrid, puesto que es allí donde están estudiando medicina, pero también es verdad que llevo demasiado lejos el no querer saber ni en el día en el que estoy y supongo que por estas fechas ya estarán de vacaciones.
Vinieron a una hora en la que ya me había echado hasta la siesta y nos sentamos junto a la piscina. Encendieron la barbacoa y de beber alguien habían preparado una sangría. También alguien iba a cumplir años.
Joaquín, como siempre, habla bastante conmigo y entre otras cosas me cuenta sus achaques.
Miro las caras tanto de Encarni como de Joaquín y veo que los años han pasado por ellas y pienso que ellos habrán pensado lo mismo de mí, por lo que cada vez me doy más cuenta lo que he dicho al principio, que somos una generación a punto de caer.
Se pasa el tiempo y ya noche entrada se van. A pesar de que les insisten para que vengan mañana nos aseguran que no, que se vuelven para su casa.
Es de agradecer que se acuerden de uno y hagan lo que yo no estoy haciendo y es ver a las pocas personas de mi época que aun puedo ver.
Pasan los años y cada vez, al menos los míos, mas jodidos.
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