El terremoto y posterior tsunami en Japón. Nuestra hipocresía sobre la energía nuclear
El terremoto de 8,9 grados en la escala de Richter que causó un devastador tsunami en Japón el pasado viernes, ya nos van dando cifras de casi 12.000 víctimas, entre muertos y desaparecidos. Pues bien, en las continuas noticias que sobre el tema nos llegan, apenas se habla de ellas y no sé por qué extraña razón, ahora el tema apocalíptico es la situación de la central nuclear de Fukushima (Así lo definió ayer el comisario europeo de Energía, Günther Öttinger).
No sé, y por las noticias que llegan, al parecer nadie, que daños terminara causando esta central, pero que un futurible apague los daños causados por el propio tsunami, al menos para mí es algo indignante.
Estudios realizados sobre los efectos del accidente de Chernóbil
Informe del UNSCEAR 2000
El informe del Comité Científico de Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Atómica (UNSCEAR) destaca la muerte en las primeras semanas de 30 empleados de la central o bomberos, de los 600 empleados de emergencias que se encontraban en la central esa noche, dolencias debidas a las radiaciones en 134, la evacuación de 116.000 personas de los alrededores de la central y la relocalización de unas 220.000 personas. El informe afirma que se observó un incremento significativo en la incidencia de cáncer de tiroides en los niños, pero que no existe la evidencia de un impacto importante en la salud pública que esté relacionado con las radiaciones 14 años después del accidente. El estudio no observa un incremento en la incidencia media de cáncer o un incremento en la mortalidad que pudiera asociarse a la exposición a las radiaciones. No se había encontrado que el riesgo de leucemia hubiera crecido, incluso entre los trabajadores expuestos o los niños. El informe señala que no existe ninguna prueba científica de incremento en otros desórdenes no malignos relacionados con las radiaciones ionizantes. Sí se informó de un incremento en otros efectos no relacionados con un detrimento en la salud, como un incremento en las muertes violentas y los suicidios.
Estudio de la AEN 2000
La Agencia para la Energía Nuclear presentó en 2002 un estudio en el que indica que tras la respuesta de la URSS ante el accidente de Chernóbil se produjeron un total de 31 muertes, una debida a una explosión, una segunda debida a una trombosis, una más debida a quemaduras y 28 debidas a las radiaciones.
Un total de 499 personas fueron hospitalizadas, de las que 237 tenían síntomas de haber sido expuestos de forma importante a las radiaciones perteneciendo los 28 muertos a este último grupo.
En el informe se citan dos estudios diferentes en los que se cifra el posible incremento del número de cánceres en el futuro entre un 0,004 % y 0,01 % con respecto al número de cánceres total, entre los que se encontrarían los producidos por el tabaco, la polución y otros.
También se enfatiza el hecho de que el número de cánceres de tiroides entre los niños aumentó de una forma importante en Bielorrusia y Ucrania debido al accidente de Chernóbil. En el periodo de 1986 a 1998 el número de cánceres con respecto al periodo de 1974 a 1986 se había incrementado en 4057 casos de cáncer de tiroides en niños. Prácticamente todos los casos fueron en niños nacidos antes del accidente.
El número de muertos de Fukushima, ni con mucho se acercará al de Chernóbil, y mucho menos a los causados por el tsunami. ¿El por qué centrarnos en los muertos por la radiación (cuando los haya) y olvidarnos de los del tsunami? ¿son muertos de segunda categoría?
Los contrarios a la energía nuclear han encontrado su piedra filosofal.
Los políticos enfocan las noticias a su puta conveniencia. Ha empezado la Merkel, y le ha seguido mi Zapatero. Esta mañana mientras desayunábamos mi hijo ha puesto las noticias y he visto a mi presidente dando una lección magistral sobre energía nuclear. (¿Sabrá este hombre lo que es un reactor nuclear?) Es curioso que sea un señor que nos propone para ahorrar energía unos neumáticos que no existen.
El problema de Zapatero es grave, a pesar de habernos embarcado en sembrar España de molinillos y de huertas solares (que ni se conectan a la red), haciéndonos producir la energía más cara conocida, España padece una alta dependencia tanto de los hidrocarburos problemáticos (petróleo y gas) como de su importación. Por lo tanto, la economía española es bastante vulnerable a los volátiles cambios en los precios internacionales del petróleo y del gas. Geográficamente, esta dependencia se concentra en países no totalmente fiables ni en sus suministros o en sus políticas. Las perspectivas para el futuro sugieren que el escenario energético se complicará más a medio y largo plazo. Por eso, España debe considerar el reto de diversificar su mezcla energética y de reducir su dependencia de los hidrocarburos como una prioridad nacional. España tiene un 84% de dependencia energética.
La demanda española de petróleo y gas ha crecido enormemente en los últimos años. Desde 1965, el consumo de petróleo en España ha crecido un 4,5% en términos medios anuales, un ritmo bastante más alto que la tasa mundial (2,5%). El diferencial es bastante parecido para el período desde 1980 (1,75% en España frente al 1,2% en el resto del mundo). Pero, durante los últimos 10 años, la diferencia entre España y el resto del mundo se ha ampliado incluso más, con un crecimiento medio anual del 3,5% en España frente a un crecimiento global del 1,8%. (Esto no lo digo yo, lo dice El Real Instituto Elcano ).
Alemania cierra temporalmente sus siete plantas atómicas más antiguas. La Merkel, se le acercan las elecciones y la oposición pinta bastos, así que a hacer el numerito.
Sigo comparando la economía de un país a la domestica, por mucho que a los políticos digan que para nada es comparable.
Una familia en la que trabajaban dos y ahora solo lo hace uno, con lo que sus ingresos han bajado a la mitad o menos, que sigue endeudada hasta las cejas (están pagando una hipoteca) y difícilmente llegan a final de mes. El mercado les ofrece tres clases de energía, nuclear, fósil y eólica, pongamos en la proporción 1, 2 y 3. Por supuesto que se irían a la nuclear, a no ser que sus principios les hicieran decidirse por la eólica y a cambio se privaran de otros gastos, como seria ropa, comida y cambiar la bicicleta por el coche.
Que la nuclear no nos gusta a nadie lo doy por supuesto, pero también estoy seguro que nadie quiere renunciar al frigorífico, lavadora, TV, ordenador y a acostarnos a las nueve de la noche para no consumir energía. No seamos hipócritas.
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