Después de la muerte de mi ser querido
Dicen que en la cultura occidental, no aceptamos la muerte y de ahí el dolor que se siente cuando se va alguien querido. Creo van mal encaminados. Al menos para mí.
En momentos de mi vida, no solo la he aceptado sino que la he deseado, y en el momento actual, no solo sigo aceptándola, sino que hubiera intercambiado la mía por la de la persona que se me fue.
A pesar de mi ateísmo, creo en el alma, o al menos en algo exterior a ti, que duele, y en este momento el dolor es terrible, porque sé que una parte, se ha desgarrado, y se ha ido con ella y que jamás la recuperaré. Se perfectamente que ya no seré el mismo que era.
En esa cultura, creen en la vida después de la muerte y en otras en la reencarnación. También me gustaría creer en ellas, pero para mi desgracia, no lo creo. Sé que María, va a ser parte de un granaillo, de un geranio, del que le encantaba el color de sus flores, y de unos olivos. También será parte de ese mar del que no podía vivir sin él. Viajará por el espacio infinito, y pasados muchos años (millones, billones, ¿qué más da?) se unirán. Es demasiado tiempo.
¿Qué es la muerte? Aún no se sabe en su conjunto. Desde el punto de vista termodinámico y neurológico existen discrepancias científicas al respecto. Yo tengo la certeza que mientras los demás te daban por muerta (estabas muy guapa e irradiabas paz) recibiste con agrado los besos de despedida que te di, aunque también te cabreaste porque lloraba y no soportabas que nadie sufriera por ti, hasta el punto que te escondiste cuando te dio tu primera (quizás ni siquiera fuera la primera) angina de pecho, y cuando te pasó apareciste bromeando como si nada hubiera ocurrido.
Fuiste/fuimos felices el tiempo que hemos estado juntos. El más feliz de tu vida, pero tan corto espacio de tiempo que es una de las cosas que más me desespera. ¿Por qué coño te tuvo que tocar ese fatídico tres por ciento? Es curioso que cuando el cirujano nos dio la noticia, pasó por mi mente todo el tiempo que hemos estado juntos (no vi un momento malo), ahora trato de repetirlo, la mente se me obnubila, y todo se reduce a uno: que no estás.
Esa fuerza y energía que ella tenía debes seguir viva en ti, ahora debes pensar que son uno solo, ella seguirá contigo más cerca que nunca, así que demuéstrale que estas con ella, y seguirás vivo por ella, me dice Vanessa. No, nunca tuve ni tendré esa fuerza (no se dé donde la sacaba), y puede, o estoy seguro, que aquí entra mi parte egoísta: ¿Quién se preocupará por traerme el libro que me gustaba? ¿Quién ese mechero con linterna? ¿Quién me llevará al médico cuando lo necesite? Estaba tan atenta a mí, que me cuidaba más que si fuera un niño.
No puedo seguir, María. Lo siento. Fuiste una mujer maravillosa.
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