Se salvó el granadillo. Los frutales se han perdido


Cuando llegué de Costa Rica una de las primeras cosas que hice es recorrer el terreno de la parcela y lo primero que observé es que los árboles frutales tenían en los troncos una especie de verdín que no era natural. Tampoco se les veían brotes. No había entrado la primavera en toda su expansión y me dije que este año podían ir retrasados aunque estando allí me llegaban noticias de que este invierno había sido muy lluvioso. No sé qué tipo de enfermedad habrán cogido que no ha quedado ni uno. No me he apenado mucho y explicaré el porqué: Cuando compré este terreno, para todas las parcelas había un pozo que era propiedad de los parcelista y podías regar a manta y el precio del agua nos salía baratísimo. No sé ni cómo, el suministro de agua sé lo apropió la empresa municipal de aguas de Granada, o sea nos privatizaron el agua, y a partir de ahí, no se te ocurriera sembrar una tomatera porque cada tomate nos salía a precio de oro. Igual pasaba con los árboles frutales, pero la verdad es que talarlos daba pena, así que cada pera que te comías, había que saborearla bien, porque no todos los días te comías una pera tan cara.


Frente a la cocina, de piedra viva, hice una especie de jardincillos para sembrar plantas aromáticas y que fueran directamente de la planta a las comidas. Eran muchas e intercalé algunas plantas de adorno como un granadillo. De primeras lo vi hojear bien e incluso llegó a echar algunas flores, pero debemos tener el campo plagado de enfermedades, porque de buenas a primeras a las hojas les empezó a salir una especie de aceite. Ya conocía esta enfermedad, hace tiempo le entro al madroño y sé que es mortal. Se van secando las hojas hasta que no queda ni una. Para el madroño llevé hojas a un almacén de productos del campo y después de sulfatarlos con veinte distintos, no había forma de que se recuperara. Alguien me dijo que los sulfatara con agua y jabón y no sé si es que surtió efecto o que le tocaba pero se salvó. Las hojas dejaron de tener el dichoso aceite.
Me enrollé. Quería hablar del granadillo y a poco más hago un tratado de agricultura.
No voy a decir las causas, pero al granadillo le tengo especial cariño y que se perdiera no me hacía puñetera gracia.


En el parterrillo, que había junto a él había nacido un plantón de alguna fruta que cayo allí y lo primero que hice, es sacarlo, sembrarlo en una maceta y separarlo del padre/madre para que no se contagiara y si se perdía el original dejara a un sucesor, pero no, yo quería salvar al original. Como he dicho le tenía mucho aprecio.
Me busque un pulverizador de esos que vienen con productos para la limpieza, agua y jabón y todos los días lavaba al pobre arbolillo. Si digo que iba hoja por hoja, no exagero. Cada vez que lo hacia desaparecía el puñetero aceite, pero al día siguiente ya estaba en otras hojas, las cuales se iban secando y llego un momento que casi me doy por rendido, hasta que ya bien mustio, vi que el aceite había desaparecido, pero no tenía mucha confianza en que se recuperara.
Era raro el día que no iba a echarle un vistazo, y ¡Oh sorpresa! Me fijo bien y veo algunos brotes verdes. No los de María Teresa Fernández de la Vega, sino de verdad.


Ya no solo son los brotes verdes sino que está echando flores/frutos. Se ha salvado: Todo lo que va en el al menos durará un año más.

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