Dos días agobiantes. De médico de cabecera y de abogados


Anteayer tenia cita con el médico de cabecera. Hace una semana me había hecho una analítica y me traduciría los resultados. El día anterior había puesto el despertador a las ocho pero fruto del estado de mis neuronas no le di al interruptor y aunque me levanté a tiempo ya iba atacado de los nervios.


Tengo que decir que mi médico de cabecera es uno de los pocos en los que creo (Me trata como lo que soy: Un enfermo).
Me dice que todo está bien (También es curioso que en los tropecientos análisis que me han hecho todo este bien) menos él no sé qué del tiroides que debía de estar a 50 y lo tengo a 300 (O al revés) asi que en vez de tomarme media pastilla me tome una entera.
De allí salgo con tiempo más que suficiente para ir a la clínica quiropractica así que paramos a tomar café.


Llega la hora de estiramientos y masajes y el tio casi se cabrea conmigo porque le dije que había estado en un Quiropractico de verdad, porque según él, él también lo es.
Ya en la parcela por aquello del “posyaque”, llamo al abogado y le pregunto si puedo ir a verlo esa tarde y me dice que no que fuera al otro día.
La intención de ir al abogado es para que me tradujera al román paladino la resolución del Partidor contador sobre la herencia de mis padres. Si es verdad lo que yo entendí salgo mejor parado de lo que yo había deducido.
Entre col y col lechuga salen a relucir las escrituras y entre ellas las de esta parcela que no las tengo en orden. Quedamos en que hoy se las llevaríamos y mi hijo me sube de lo que llamo mi archivo cinco o seis carpetas entre las que no estaba lo que buscábamos.
Mi ansiedad sube a cien por hora.
Al final lo hemos solucionado, pero estoy hecho un guiñapo.


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