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Remar mar adentro o buscar en ti las soluciones a tus problemas


Esta frase se la escuché anoche a una mujer (la verdad es que ella iba por el camino religioso), que lo había pasado muy mal (y lo sigue pasando) e inmediatamente me vino a la cabeza un temporal que pasé debajo de Australia (el peor de los que he pasado en todo mi tiempo de navegación). En la mente de todos los que nos encontrábamos en aquel buque, estaba claro que nos hundíamos. Era gente experimentada en el mar y vi a más de uno llorar.
En estos casos, lo normal es retirarse de la costa (remar mar adentro) y a ser posible ponerse al pairo pero a pesar de ser de noche, me di cuenta que nos dirigíamos hacia la costa. Rápidamente me fui a buscar al capitán y le hice dos preguntas: ¿A dónde coño nos llevas? ¿Es que quieres hundirnos? Confía en mí, se lo que estoy haciendo, me contestó. Acertó. Nos metió al abrigo de la costa de Adelaida y estoy seguro evito lo peor.
No es lo normal.
Esta señora como es lógico y aunque usó un término marinero, no se refería al mar, se refería a que cuando tenemos problemas busquemos en los demás la explicación a los mismos y que sería más fácil mirar en nuestro interior porque posiblemente sea allí donde este la solución.
No sé si esta noche he soñado con esto, pero lo cierto es que solo despertarme, se me ha venido a la cabeza.
Hago comparaciones.
¿El por qué he pasado de estar muy bien anímicamente [mar calma (así me encontraba en Costa Rica)], he pasado a estar “hundido” (o casi)?
¿El por qué no me hago una relación de los motivos que me han llevado a esta situación?
Lo intentaré.
Hago memoria.
Lo primero que recuerdo es que a pesar de haber vuelto en Mayo, en plena primavera, me pareció había arribado al polo norte. Después de dos años en el trópico, no soportaba unas temperaturas que para nada eran anormales. Ya empecé a acobardarme. Nunca me ha gustado el frio. No digamos el invierno que no esperaba pasar y he pasado.
Vine exactamente por tres motivos: Partición de bienes de mi divorcio, partición de la herencia de mis padres y reclamar por el uso de una patente que en su día hice, en especial por las dos primeras puesto que Hacienda, por causas que desconozco, me había puesto como beneficiario de todo y me estaba asaetando con multas (se me chuparon más de 10.000 euros). Inútil todas las reclamaciones que he hecho, los hijos de puta de los políticos de algún lado tienen que sacar el déficit al que nos han llevado.
Quizás haya una cuarta.
No venía con resentimientos contra nadie, y motivos para tenerlos los había, así que hice lo posible por relacionarme con este mundo, pero sigue hecho una mierda y en vez de amansar las aguas se embravecieron. Puede que me encontrara más aislado que antes de irme, y lo más importante, sin puñeteras ganas de guerra. Estas batallas no entraban en el esquema de la nueva vida que me había marcado.
No sé si como consecuencia de todo lo anterior, mi cuerpo y mi mente entraron en una apatía que traducido al Román Paladino, era/es un cansancio físico/mental que hace que no tenga ilusiones por nada. Es un verdadero esfuerzo hacer cualquier cosa que se perfectamente que tanto mi cuerpo como mi mente se están capacitados para hacerlo. Tengo la completa seguridad de que esto no es una depresión. Experiencia en la misma tengo.
Releo los motivos hasta aquí escritos. Pienso en alguno más. Se me ocurre otro. No soy de los que considero al tabaco la causa de todos los males, pero si me jodía y bastante ser esclavo de una droga que nada me aportaba y estaba preparado para dar el paso de dejarlo, fue venirme aquí e ir entrando en esta mierda y cada vez me veía más incapaz de soportar el deshacerme del habito y de pasar el mono. Tengo la experiencia de haberlo dejado dos veces y sé que hay que tener muchos cojones para hacerlo, cosa que ahora no me los veo. Esperaba un momento de fortaleza para conseguirlo, pero esta no solo no llega sino que cada vez tengo menos. En el fondo de mi cerebro me decía que solo volver lo llevaría a cabo.
Ya solo me viene la pre puntilla: La extirpación, más bien la trituración, de los tumores de mi vejiga, y digo pre, porque como decía ayer me queda mi nueva operación, mis nuevas pruebas para saber si estoy apto para soportarla y otro año más de quimioterapia. No es nada.
Pues bien, me quedaría mirar hacia mi interior, analizar una por una, y ver qué soluciones puedo sacar de mi mismo.
El frio: Efectivamente nunca me ha gustado, pero siempre le he presentado cara. Es más, en los últimos años laborales, siempre utilizaba como vehículo mi moto, y cuantas veces he ido a la empresa nevando. Curiosamente llegaba al trabajo con calor. ¿El por qué no le presente cara al volver? Pienso. Uno o dos meses antes de volver, ya orinaba sangre, y hubo momentos que bastante. Yo y mi puta manía de que el cuerpo es una maquina cuasi perfecta que tiene los suficientes recursos para su propia curación. No reparé en que la hemoglobina, ya la debía tener por los suelos, y si aquí llegó un momento en que me desmayé por tenerla muy baja e incluso según me dijeron, lo raro es que no me hubiera dado un infarto, por lo que, que estuviera debilitado era de lo más normal, debilitado y con frio, no es extraño que estuviera por los suelos.
Por lógica era muy posible que esta fuera la causa del cansancio y que en tal estado no acometiera los otros problemas en el estado de ánimo que debía.
Según las últimas analíticas, todos los parámetros los tengo estupendamente, luego lo del cansancio físico no tiene razón de ser, así que es hora de que al menos a este le vaya presentando cara, a pesar de que el mental sea un freno y el cual conforme siga escribiendo vea la solución para deshacerme de él. En cuanto al frio propiamente dicho, dentro de unos días empieza la primavera, y aunque conozco demasiado bien este terreno y se perfectamente que cuanto más floridos estén los arboles, vendrán algunas escarchas, debo desterrar el miedo con que cada mañana pienso en él.
Frio y cansancio físico, al carajo.
Separación de bienes: Cuando llegue a Costa Rica, me desesperaba de la lentitud con el que se resolvían los problemas burocráticos y con la estoicidad que se lo tomaban los ticos. Siempre ves la paja en el ojo ajeno y no la viga en el tuyo. Para lento este puto país. Solo llegar me puse en contacto con mi abogada (en realidad cuando me fui le había dejado hecho un poder para que esto lo resolviera ella sin estar yo aquí) y le advertí que o aceleraba el asunto o tomaba otros derroteros en los que no contaría con ella. Se empieza a mover el asunto, peritaciones, desacuerdo con las mismas y cada vez que me pongo en contacto con ella, la misma contestación: Todo va muy bien. Ni puta idea de cómo va y mucho menos cuando acabará. ¿Intentar aclarar esto con hacienda? No lo veo claro. ¿Pagarle y al menos me evito multas? Es lo que debía hacer. ¿Qué hacienda me estafa? Que a Zapatero le sirva para curarse como mínimo un dolor de muelas. ¡Cabrón de los cojones!
La herencia: Ya va para dos años que murió la última de mis progenitores. Mis dos hermanitas la están disfrutando, así que no solo no tienen prisa por repartirla, sino que están echando todas las piedras en el camino para que se retrase el máximo posible. Otro de mis hermanos con sus teorías delirantes lo que estaba haciendo era hacer que la piedras fueran de mayor tamaño. Viendo que la cosa podía llegar al infinito, mi otro hermano y yo recurrimos al juzgado para que este sea el encargado de hacer las particiones, pero los jueces pertenecen a una casta especial y te dicen que somos parias y que para hablar con nosotros lo tienen que hacer a través de intermediarios, procurador y abogado (en este país no solo zapatero nos chupa la sangre, rebajándole el sueldo a los funcionarios y congelándole la pensión a los que la tienen), los jueces ante dos testamentos hechos y pagados ante notario, tienen que contar con la ayuda de los antedichos para descifrárselos y por supuesto pagándoles también (nosotros, no el juez). Pues bien desde que vine también estoy en esto. ¿Cuándo se resolverá? Por aquí se dice: La justicia es lenta. Yo añadiría y los que viven de ella la enlentecen más, llámese abogados, procuradores y demás chupópteros. Todos tenemos que vivir, dicen ellos. No de nuestra sangre, añadiría yo.
No es cuestión de que mis queridas hermanitas se queden con ella. Ya me robaron bastante apañando testamentos y solo con eso debían de tener bastante para tomar todo el Trankimazin que les hace falta. Esperar, es la única solución que me queda. Tampoco es ningún trauma; en realidad no estoy agobiado por falta de dinero.
La patente: Solo llegar, me pongo en contacto con las oficinas de la propiedad industrial que me la gestiona. Le mandan a la empresa que la está utilizando una carta verdaderamente amenazadora, pasa bastante tiempo y al final contestan que el método que están usando no es exactamente igual que el de mi patente. ¿Y ahora qué? Les pregunto a mis defensores. Directamente a Juicio. Ya me habían pedido dinero para ponerse en contacto con ellos y me piden bastante más para, y se repite la historia, procuradores y demás gaitas. Vamos a ver, les digo: Mi lucha va a ser con una multinacional, antes de llegar a pleitos, porque no me informáis de las posibilidades que tengo de ganar. Aun espero su contestación. Es mucho dinero el que podía sacar de aquí, pero también es mucho el que podía perder en caso de que el departamento jurídico de la multinacional me llevara al huerto. No estoy lo suficientemente adinerado como para jugar a semejante lotería, así que por ahora lo he dejado. Puede que si algún día cojo algo de la dichosa herencia, me vuelva a decidir a intentar joder a los que tan bien me la jugaron. Sabían de mi patente, me conocían y la pusieron en funcionamiento de forma que hicieron lo posible porque ni me enterara. Que una multinacional se aproveche y juegue a joder a los más débiles no me hace puta gracia. Por otra parte me pregunto: ¿Qué ganaría? La respuesta es dinero y quizás mucho. Maldito dinero; no quiero ser rico para nada. Solo quiero tener el suficiente para cubrir mis necesidades que no son muchas. Que le den por el culo al dinero.
Es curioso que en estas tres últimas cosas, no pida nada que no sea mío, pero en las tres interviene la justicia y complican la cosa hasta el infinito. He vivido mucho tiempo junto a los gitanos y una de sus maldiciones favoritas era: “Juicios tengas aunque los ganes”. Ellos hablaban y cerraban los tratos con un apretón de manos que iba a misa.
Lo más inmediato que me viene a la cabeza como solución es mandar estos casos al carajo y que los demás disfruten de lo que es mío, pero temo de que encima me persigan, como en el caso de Hacienda, por no entrar en el sistema. Por ahora los dejaré y que el tiempo vaya marcando sus ritmos.
Por último mi repetida operación de tumores en la vejiga. En el documento que he firmado de consentimiento, me advierten:


En el mejor de los casos, que nada de esto me ocurra, me queda un año de tratamiento de quimioterapia, si no se vuelve a interrumpir a los aproximadamente seis meses en el que al hacerme una nueva cistoscopia no se me han reproducido nuevos tumores.


No, las perspectivas no son nada agradables.
Otra vez repito: En el mejor de los casos, me puedo ir olvidando de mi vuelta Costa Rica. Posiblemente pierda la que tanto trabajo me costó conseguir.
Mi amiga anónima me decía: … lo que sí es cierto es que no depende del lugar en donde estemos... (Se refería a la felicidad), le digo que pasa igual que con el dinero, que no la da, pero ayuda.
No me veo encontrándola en este mundo al que cada vez le tengo más manía, pero lo cierto es que tendré que cambiar el chip e intentar aferrarme a Paulo Coelho y buscar ese bien preciado en el lugar donde doy por supuesto me será difícil encontrarla.
No lo tengo fácil.
En este caso, nada de ponerme al pairo, o le pongo proa a la mar o lo tengo bastante jodido, y para hacer esto, lo primero que tengo que hacer es sacudirme la diarrea mental en la que estoy sumido.
Que los dioses me acompañen.
La verdad es que cuento con una ayuda inestimable y pienso que no estoy sabiendo aprovecharla.

Búsqueda en Google de:

Cistoscopia vesical. De cómo me han tirado la moral por los suelos


De lo único que estoy seguro hasta ahora es que tengo un buen cacao mental. Desde ayer por la tarde dejé la mente en blanco, cosa que hacía tiempo ni lo intentaba, y hasta esta mañana no he vuelto a la realidad. Se me está haciendo muy cuesta arriba.
En esta última fase de mi vida, la mente me ha jugado muy malas pasadas, y he procurado estudiarla llegando al convencimiento de que el cerebro por mucho que los científicos estén ahora investigándolo, descubrirán antes la eterna juventud, que prevenir una puñetera depresión. No digamos nada el intentar llevarnos a la felicidad.
Que existe el baúl de los recuerdos es cierto, pero quizás lo que mucha gente ignora es que en el cerebro existen dos, el de los malos y el de los buenos, e inteligente que es este órgano, el de los malos, cada vez que introduce uno, lo precinta. Si cada persona tuviera a flor de piel todos los malos recuerdos que ha acumulado durante su vida, seria inmensamente desgraciada. Se puede desprecintar y recuperarlos, y de hecho hay personas que disfrutan haciéndolo, personas que por otro misterio de este órgano, les gusta ser desgraciadas, pero no es lo común.
Tampoco es instantáneo el sellar estas llamémosle desgracias, tardan un tiempo durante el cual sufrimos y precisamente uno de mis trucos era construirme unos muros contra esos reveses de la vida acelerando el tiempo de olvidarlos. Más de una persona se ha reído/dudado de esta capacidad mía.
También tengo seguro de que el pasado no existe. Como si en un disco duro se tratara, podemos recuperar pasajes del mismo que normalmente nos ayudan a planificar el futuro (podía ser la experiencia y no repetir lo que hicimos mal).
Tendemos a creer que el mundo que conocemos fue siempre así y nada más incierto. Ahora la ciencia no para de investigar sobre el alargamiento de la vida (es un buen chollo para la poderosa industria farmacéutica) y ya se habla que dentro de relativamente poco la esperanza de vida ronde los ciento veinte años (Se pronostica que podrá ser de cuatrocientos años), pero ignoramos que hasta hace ciento y poco de años esta era de treinta (sigue siendo esta en algunas partes del mundo y cito como ejemplo Sierra Leona). Con treinta años de vida y con las condiciones tan adveras para que esto ocurriera, las personas solo tenían tiempo para procrear e intentar enseñar a defenderse a su prole. La felicidad para ellos no existía. Es algo nuevo para nosotros. Ahora le llaman calidad de vida. El hecho cierto, es que si acabamos nuestra vida laboral a los sesenta y cinco, sesenta y siete u ochenta y nos quedan cuarenta u ochenta años rascándonos las pelotas, lo lógico es pensar en pasarlo lo mejor posible (otro chollo para la industria farmacéutica) y por primera vez los científicos están hablando de la felicidad.
Y aquí viene mi gran incógnita: El futuro.
Doy por cierto de que existe, luego para obtener la felicidad que mejor que averiguar en que consiste esta cosa para nosotros y planificarlo, pero no, no es tan fácil. Ni he pensado ni he visto que porcentaje de cosas que planificamos las llevamos a cabo, lo cierto es que Ley de Murphy en este último año, se me está volviendo bien en contra.
Yo había planificado la búsqueda de la felicidad. También se que esta no existe como cosa tangible, pero llegué al convencimiento de que por el solo hecho de buscarla te podrías acercar a algo próximo a ella.
Me alejé de este país, al cual consideraba un lastre para este fin, fuí a uno bien alejado en el que no conocía a nadie y mucho menos sus costumbres y acerté. Han sido dos años de mi vida muy satisfactorios y si echaba algo de menos que era un hombro en el que apoyar mi cabeza en algún momento de debilidad, al final también lo encontré. Salí de mi depresión diciéndome que jamás uniría mi vida a la de ninguna mujer y sin proyectar nada me llegó la mejor.
Problemas burocráticos (el sistema se encarga de recordarte que te tienen amarrado aunque te encuentres en el polo opuesto de donde te ficharon) que me complicaban mi estancia allí, me decidieron volver para solucionarlos. Esperaba resolverlos en dos o tres meses como mucho y rápidamente emprender la vuelta, pero llega el futuro no planificado, destino o lo que coño sea y acabo para operarme unos tumores en la vesícula. Esto fue en septiembre del año que pasado.
Operación finiquitada, así que ya mismo vuelvo a cruzar el Atlántico. Craso error, la operación solo era parte de un protocolo. Posterior a la misma, analíticas, revisiones medicas pero en especial quimioterapia de baja intensidad (los tumores no eran malignos) no solo para hacer desaparecer las células que no hubieran eliminado la cirugía, sino para prevenir que salieran más (este tipo de tumores, tendían a reproducirse, me dijeron).
Lo que más esperaba era la , en ella se podría ver en directo, a través de una cámara de televisión el estado en que se encontraban los, digamos, restos de los dichosos tumores (o eso creía yo).


Esta vez sí pude ir observando desde que el urólogo fué introduciendo el dichoso tubito, (que por mucho que digan que no duele, no es nada agradable), todo el recorrido que hizo. No solo eso sino que no me corté nada de ir preguntándole todo lo que no veía claro, incluso el me explicaba lo que consideraba interesante que yo supiera y no le había preguntado.
El color de la uretra, rosado, me parecía muy sano. Paró en una especie de mancha oscura y me dijo era la próstata, el interior de la vejiga, también me parecía muy sana, hasta que llegó a una zona más blanquecina y con una superficie rugosa que ya me escamó. Como es lógico le pregunté: ¿Y eso que es?
Son los restos de los tumores que te operaron
Tienen muy mal aspecto
Al contrario, están muy bien
Entonces todo bien ¿no?


Retrocedió el endoscopio hasta un par de pequeños pliegues que ya antes había visto, que aparentemente también tenían buen color, y me dijo: Pues no. ¿Ves esto?, pues son dos nuevos tumores.
Vamos a ver, si he seguido el tratamiento de quimioterapia que no solo era para reparar los tumores operados sino para prevenir otros nuevos, como coño me han aparecido otros dos
El mal ya estaba hecho, me dijo.
¿Y entonces?
Pues que hay que volver a operar
El mundo no solo me cayó encima, sino que me pareció muy pesado.
Del quirófano nos fuimos a una especie de despacho, y a rellenar papeles de en qué consistía la operación, permiso para ejecutarla, informe al anestesista para que él me hiciera sus correspondientes pruebas y para de contar.
Para ellos pura rutina.
Otra cosa que aprendí, durante mis avatares con mi masa de neuronas, fue dejar la mente en blanco. Así se me quedó ayer sin yo pretenderlo. Probablemente sea un sistema de defensa. Veía la televisión sin saber que estaba viendo. Si algo recuerdo es que no quería poner cara de preocupación para no causar malestar a los demás, aunque estoy seguro no lo conseguí.
Este estado me ha durado hasta esta mañana en que he despertado, pero solo hacerlo me he puesto a barruntar.
¿El por qué otra vez? No le temo a la operación en sí, aunque no es nada agradable volver al hospital, encamarme, estar conectado a través de una vena a una bolsa de lo que quieran introducirte en el cuerpo, que después te tengan sondado para observar si sangras después de la operación y demás gaitas, no es a nada de eso a lo que temo.
Temo mas al mono del tabaco el tiempo que este ingresado. Pienso en quitarme del , y no es que ya me vaya a solucionar nada (el mal ya está hecho según el urólogo), pero mi experiencia de otras veces es que para hacerlo hay que tener mucha fortaleza de espíritu, todo lo contrario que ahora.
Ya desde que volví de Costa Rica, el tiempo se me ha hecho eterno. He estado amuermado, hasta el punto que fui a otro médico para ver a qué se debía esta apatía. Me dijo que me notaba desambientado. Nada le había dicho de mi estancia en Centroamérica ni mi animadversión por este país.
Todavía no tengo claro que tenga que perder casi otro año de mi vida con estas mierdas de tumores.
Al igual que no comprendía que no se hubiera descubierto nada para disolver los coágulos de sangre en mis primeros tumores sangrantes y que hubiera que expulsarlos con grandes dolores o absorbiéndolos con una jeringa, mucho menos comprendo que una vez que te han detectado uno, no haya ningún medicamento que detenga la aparición de otros (en teoría es la quimioterapia, para al menos en mi la cosa ha sido un fracaso estrepitoso) y que tenga que ser con la cistoscopia con la que te lo tengan que ver, porque a partir de aquí, mi gran pregunta es: ¿Después de la segunda operación, me volverán a salir más? ¿Tendré que estar lo que me quede de vida en la mesa de operaciones? ¿Es esta la calidad de vida que pretenden que tengamos alargándonosla?

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Malditos protocolos. Me están jodiendo mi vuelta a Costa Rica

Por fin llega el esperado día. La revisión médica para ver cómo va el postoperatorio de la extirpación de un tumor (¿o tumores?) de mi pobre vejiga. Sigo a rajatabla todo lo que indicaron: Introducción en la vejiga urinaria de medicamentos de quimioterapia para prevenir la reaparición del tumor, y beber mucha agua (empecé con 2,5 litros/día y me he estabilizado en dos), así que voy tranquilo.
Con anterioridad a esta cita me habían hecho análisis en diferentes departamentos de la Seguridad Social los cuales los tendría en su poder el Urólogo que me reconociera (¿me reconociera?).
Sale la enfermera pregonando mi nombre y me introduzco en la consulta. Los buenos días por mí parte. El médico estaba intercambiando papeles con la enfermera/secretaria y al cabo de un rato me pregunta: ¿te han hecho la cistoscopia? No tenía muy claro que era, pero sabía que aparte de los análisis, nada me habían hecho, así que le digo que no.
Empieza a pasarme documentos para que los firmara (librándose de responsabilidades para caso de que me ocurriera algo en la exploración, y uno de ellos citándome para un nuevo reconocimiento (para Mayo).
¿Pero para cuando es la dichosa cistoscopia?
Cuando haya tiempo/espacio le avisaran por teléfono.
Muy bien, me digo, esto es tenerlo todo bien organizado. Doy por supuesto que será antes de la segunda revisión, o sea antes de Mayo.
Me mira a los ojos y me dice: Bueno, ya está.
Hombre si no le importa yo quisiera hacerle un par de preguntas.
Por supuesto.
Estoy en una racha de cansancio físico/mental y el médico de cabecera me ha que es como consecuencia del tratamiento que me están poniendo.
Estos tíos son la hostia (o algo similar), se quitan el muerto de encima y nos lo echan a nosotros. Se estaba dirigiendo más a la enfermera que a mí.
Los análisis indican que todo va muy bien.
Segunda: El tratamiento con Mitomicina, me lo pueden seguir haciendo en Costa Rica, pero me piden un informe médico, le importaría hacérmelo.
Eso te tienes que dirigir a… (No recuerdo que coño de departamento me dijo) y allí solicitarlo.
Voy a abusar, ¿que tiempo es el mínimo, en el que tengo que estar con el tratamiento de Mitomicina?
Seis meses (Supongo que el tenerte durante un año con él es para que no quede una puta célula viva).
Adiós y gracias por todo.
Salgo mas despistado que nunca. Ahora sé que no sé nada, ni cuando me meterán la cámara de televisión por la uretra para ver como está mi vejiga, y mucho menos cuando me podre ir a Costa Rica con ciertas garantías. Lo que tengo la completa seguridad es que ellos están cumpliendo los protocolos a rajatabla y me los están haciendo cumplir a mí. Yo no soy un enfermo, soy un puto número, el cual no pongo aquí no vayamos a que se venguen teniéndome tres años de tratamiento.

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De cómo me dieron por el… meato. Hematuria por tumor en la vejiga

La verdad es que hay veces que me paso. Al menos desde el mes de febrero orino sangre, pero hace bastante tiempo que soy partidario de la teoría hipocrática de dejar al cuerpo que actúe. La cosa era intermitente, echaba un grumo y se me cortaba. Ya en España, no recuerdo bien cuando me volvió la hemorragia, y los grumos que expulsaba pasaban de castaño oscuro, sin que se me cortara.

Alguien había estado en mi médico de cabecera porque mi tarjeta sanitaria había dejado de darles órdenes a las computadoras farmacéuticas de las medicinas que me correspondían, y al ver este el tiempo que hacía que no había estado sin reclamar los servicios de la Seguridad Social, me imagino que aparte de pensar que con elementos así su trabajo peligraría (cosa normal a estas alturas) por una vez aplicaría la medicina preventiva así que dijo que como mínimo fuera a hacerme unos análisis y que después pidiera cita para verlo.

Así hice por aquello de una vez al año no hace daño.

Lee delante de mí los resultados de los análisis de sangre y no de orina (nadie me dijo que tenía que hacérmelos), y cuando pone el papel sobre la mesa aprovecho para contarle mis cuatro achaques. Cuando en tercer o cuarto lugar le cuento lo de la sangre en la orina, cambia la expresión de su cara y me dice: Ahora comprendo lo de la anemia que aparece en los análisis.

Mira, te podía dar cita para el urólogo, pero mi consejo es que te vayas a urgencias.

Dicho y hecho (no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy), cojo un taxi y al hospital me dirijo.

Me atienden bien, no veo las aglomeraciones que en otros casos habia visto, las instalaciones me parecen buenas y no es mucho el tiempo que tardan en atenderme (no todo va a ir mal en este país). La doctora que me ve, me dice que me harán análisis de orina y sangre, y que cuando estuvieran los resultados me volverían a ver. Paso directamente a la consulta de enfermería, pinchazo en la vena y meada en el bote en el que suelto un hermoso grumo.

¡Bueno, bueno! Me dice cuando me vuelve a ver, tienes bajo el hierro, yo te aconsejo que comas higaditos. Te vas a tomar estos antibióticos que te receto, cuando los acabes vuelves a tu ambulatorio que te hagan los análisis que te pongo en el informe y con ellos vas a ver a tu médico de cabecera. ¡Ahhh! bebe mucha agua.

Menos en lo de los higaditos cumplo a rajatabla lo de los antibióticos y lo de beber mucha agua.

Aproximadamente una semana de unas hermosas píldoras, una por la mañana y una por la noche, pero en el transcurso de la misma observo que la sangre aumenta, los grumos son cada vez son más dolorosos de expulsar, y que la debilidad se va apoderando de mi cuerpo. María insistía que fuéramos a urgencias, pero yo total enemigo de los protocolos, quería seguirlo.

Día D, me despierto a las siete de la mañana, me ducho, me visto y cuando entro en el baño para peinarme, noto que las piernas no aguantan el peso de mi cuerpo y caigo como si de un trapo se tratara. Voy recobrando la conciencia y veo que mi hijo trataba de incorporarme a la cama, a María la escucho por teléfono pedir una ambulancia. Cuando me doy cuenta estoy acostado dentro de la misma camino del hospital.

A la llegada, un poco de espera, se acerca una camilla y me llevan directamente a la enfermería. Toma de sangre y ya me dejan la "guia" fija y me advierten que me van a colocar una sonda y que me dolerá. Hasta aquí estaba convencido que no temía a nada y soporto muy bien la introducción de semejante cuerpo extraño. Unos cincuenta centímetros de larga, y uno en la parte ancha de su sección oval. Paso en camilla a algo así como una sala vigilada de emergencias. Se interesan por mi estado varias enfermeras, pero pasa el tiempo, y por la experiencia anterior supongo esperan los resultados de los análisis.

Muy tranquilo; quizás demasiado tranquilo. Camillas solo estaba la mía, pero había muchas sillas de ruedas con gente sobre ellas. Me dedico a observar a uno/a por uno/a y lo que más me llama la atención era la cara de miedo (en algún caso quizás de terror). No me entraba en la cabeza. ¿Miedo a qué? Después lo pagué.

Veo por allí a la doctora que me atendió la primera vez y no tuvo el detalle de hablar conmigo. Sé que lo hizo con María lo que me hace pensar que tenía mala conciencia. Con lo de los higaditos, se pasó.

Una de las enfermeras se me acerca y me dice que pronto vendrá a verme un médico. No tarda mucho en hacerlo y me comunica que me van a pasar a planta. Llega el celador y viaje en camilla por pasillos, ascensores hasta llegar a la que va a ser mi habitación durante no sé cuántos días [he perdido el sentido del tiempo (he tenido que preguntar en qué fecha me ingresaron)].

Habitación doble y con las dos camas vacías. Me ponen junto a la ventana, lo que después comprobé me vino muy bien. Me conectan una gran bolsa de agua a la sonda y otra bolsa de suero a la guia. No es mucho lo que tardaron en sustituir esta última por una de sangre. También desde la sonda otro tubo hasta otra gran bolsa situada en el suelo.

Traen de quirófano a alguien que acababan de operar del tímpano. Iban a acometer reformas en la otra ala de la planta dedicada a otorrinolaringología, y mezclaban enfermos. Ese mismo día le dieron de alta y volví a quedarme solo.

¿Pero y de mi sonda? La verdad es que ni con mucho esperaba lo mal que lo iba a pasar con el dichoso invento. El que la sonda tuviera sección ovalada tenía su explicación: En realidad es un doble tubo uno conectado a la bolsa de agua alta y otro a la baja; por gravedad, el agua pasaba de una a otra y a su paso por la vejiga la iba limpiando de coágulos (así los llamaban ellos). El flujo se regulaba en el gotero. Todo hubiera ido bien si los coágulos hubieran sido de menor diámetro que el interior del conducto de salida, pero no, los míos debían de ser enormes y la atascaban y cuando esto ocurría puedo asegurar que el dolor era horrible. La única solución para que no rabiara era desobstruirla cosa que hacia la enfermera metiendo agua con una jeringa en sentido inverso. Ya aprovechaba para hacer unas extracciones en las que sacaba cantidad de grumos (alguien insinuó que aquello parecía asadura). A todo esto, intentando buscar la mayor concentración de grumos, sacaban y metían la sonda para que fuera recorriendo las diferentes partes de la vejiga. También al hacer la extracción se atascaba la jeringa (o la sonda) y me hacía un vacío que me causaba un buen dolor. Todos estos dolores que me causaban con las extracciones no eran nada comparados con el que me producía la obstrucción de la sonda.





Las obstrucciones, y por tanto los dolores para rabiar, iban en aumento, así que la enfermera pensó que aquello se escapaba de sus posibilidades y aviso al urólogo de guardia el cual vino acompañado de un MIR. Recibidas las explicaciones de la enfermera, lo primero que le dice es que se traiga una sonda del veintidós (¿o ciento veintidós?), que la que tengo es demasiado pequeña (¡Dios!.. a mí me parecía enorme).

Esta vez lo voy a hacer yo, dice dirigiéndose al MIR, así que fíjate para la próxima vez que seras tú el que lo haga.

Sin contemplaciones tira de la que tenía y me introduce la nueva. Jeringazos van y jeringazos vienen. Impulsa agua y extrae coágulos, mueve la sonda buscando los posibles nichos donde se acumulan. Después de más de media hora, acaba. No sé cómo se quedaran las mujeres después de parir, pero yo sentí una gran sensación de alivio, a pasar de la extracción de la sonda y de la introducción de la nueva y de los movimientos de esta última.

Desde que llego noté su acento latinoamericano, así que al acabar le pregunto qué de qué país era. Venezolano, me contesta, o de lo que queda de ella. No debe ser muy partidario de Hugo Chaves.

No es por nada, le digo, pero ¿cuándo me vais a operar?

Vamos a ver, me dice, para operarte primero hay que diagnosticar lo que tienes, cosa que aún no se ha hecho. Tu estas en esta cama no para opérate, sino porque has entrado con una hematuria bien jodida, cuando debías tener un valor de trece de hemoglobina, estas en cinco y lo extraño es que no te haya dado un infarto al no llegarte oxígeno al corazón.

Ni con mucho, fue el último espasmo, obstrucción de la sonda o como coño se llame, que tuve, así que no sé exactamente cuántos días pase rabiando. En especial recuerdo uno a las cuatro de la mañana, en el que no se el por qué me imagine con la cintura rodeada de unos cartuchos de dinamita y no encontraba el botón para hacerlos estallar. Lo hubiera hecho con sumo placer.

¿Alguna mujer pariendo habrá sentido esa necesidad? Sé que las comparaciones son odiosas, pero lo cierto es que una mujer pare y se acabó; yo en estos días he parido multitud de veces, o al menos eso me ha parecido.

Un día en el hospital al menos para los/as trabajadores/as del mismo es pura rutina: se llevan líquidos, curas (inyección en la barriga y otras), cambio de sabanas, aseo del enfermo, desayuno, cambio de sueros y demás goteos (cosa de la que están pendientes los familiares), toma de temperatura y de tensión arterial y cuando todo esto se ha llevado a cabo, revisión médica. No sé por qué pensé: Estos me curan la hemorragia y me mandan para mi casa, y yo que quería acabar de una puta vez así que cada vez que aparecía el medico en su visita rutinaria, le pegaba la paliza insinuándole que sin operarme de allí no me iba.

Para poder operarte, se tiene que alinear los planetas con el sol: Que por la tarde que son las operaciones de urgencias, haya un hueco, que el anestesista este de acuerdo, que no fallen los materiales, etc., etc., etc.

Algo debí influir sobre él, porque para pasar por la mesa de operaciones, hacen falta unas pruebas preliminares y una mañana sin previo aviso, arrastran de mi cama, conmigo encima por supuesto, pasillos y ascensores nuevamente y a la sección de Rayos. Ecografía y el radiólogo, me dice que tengo un tumor en la vejiga y que la tengo llena de coágulos (que me lo digan a mí, me dije). Lo del tumor dicho en un hospital y siendo tú el portador, suena fuerte, pero me daba igual, lo importante es que lo quitaran.

Nuevo paseo en cama esta vez a rayos. Radiografías en dos poses distintas del pecho.

Ya daba por hecho que operarme me operaban, pero hacía falta que el hueco en urgencias.

Era por la mañana cuando veo aparecer a tres urólogos (los conocía) y me dicen que si no falla nada esta tarde me operan. El dios de alegría que di yo creo se escuchó en la luna. Se extrañan de semejante euforia, y me hacen firmar un par de papeles. Me imagino que lo que firmo es para librarles de responsabilidad en caso de que me quede frito en la mesa de operaciones, pero me da igual, lo importante es que me liberen de mis dolores.

Tarde larguísima. Las personas que tengo a mi alrededor me van avisando: ya han salido las limpiadoras del quirófano, ya han metido a uno, ya ha salido el médico y está informando a los familiares, otro más. Pasa el tiempo y ya dudo de que entre, pero por fin llega mi turno. Fui el último del día que operaron.

Reconozco que una operación no es moco de pavo, además de los tres urólogos, había bastantes más anestesistas, enfermeros, camilleros, y no sé cuántos más. Me queda claro que los que manda en la sala de operaciones son los anestesistas. Uno de ellos me hace firmar nuevos papeles y otro me hace una indagación a fondo sobre mi estado físico, posibles riesgos de la anestesia, y que intentaran dormirme solo de cintura para abajo, pero que no sería de extrañar que en un momento determinado recurrieran a la anestesia total. También que la parte de arriba me la anestesiarían un poco, para que no estuviera pendiente de la operación a lo que le dije que todo lo contrario, que quería no solo estar pendiente, sino no perderme detalle. Accedió a no adormilarme y a los urólogos les dije que si podían poner la pantalla de forma que yo viera lo que ellos; me dijo que no iba a ver nada pero que lo intentarían cosa que al final no pudo ser: O veía él o yo.


La operación a través del conducto urinario (así lo tengo). Final de la operación y el urólogo me dice que me han quitado un tumor de unos cuatro centímetros y otros dos del tamaño de una lenteja.

He de decir que con todos los que hable antes, durante y después de la operación se extrañaron de lo contento que estaba. Pregunte como solía llegar el personal a la sala de operaciones y me vinieron a decir que acojonados. No habrán tenido los dolores que he tenido yo, me dije.

Nuevo recorrido en cama hasta la sala de recuperación. Era el único que había. Varias horas allí. Notaba que iba recuperando la movilidad, pero no la sensibilidad. Creo que esta no la recupere hasta el día siguiente.

Traslado a mi habitación y cuando me las prometía felices, nueva obstrucción de la sonda. Enfermera limpiándome a base de jeringazos y no se las piensa mucho, me pone una inyección de morfina y caigo como un chorlito. Por supuesto es la noche que mejor dormí.

A partir de aquí, vigilancia del agua que salía por la sonda para ver si sangraba, espasmos, aproximadamente uno cada hora fuera día o noche. Y a no parar de darle la lata al médico que hacia el recorrido diario preguntándole cuando me iban a echar. Le saco que el viernes si todo iba bien posiblemente me darían el alta.

Aunque también se me hizo eterno, llego el viernes.


El medico solía pasar sobre las once y ese día paso a cerca de las dos. Me da el informe médico y una vez que me saquen la sonda (hacia un par de días que me habían quitado la bolsa que me suministraba el agua), carretera y manta.

Respira hondo, me dice la enfermera, tirón y allá sale. Tengo que decir que la sonda la meten con un lubrificante, pero este se solidifica y lo que en principio era una cosa lisa por el exterior, acaba siendo una cosa rugosa.

Camino de mi casa la sensación que tengo es que pasaba del infierno a la gloria, aunque también aquí me equivoque. Lo que llaman postoperatorio, tiene migas: espasmos en los que aguantas el dolor hasta llegar a un sitio donde mear, o no lo aguantas y te meas encima (diez o doce veces me dan por la noche, así que hay que imaginarse lo que duermo), no puedo tragar por el dolor de garganta (supongo que cuando tenía esos dolores horribles, o chillaba y me escuchaban en Latinoamérica, o intentaba amortiguar los gritos, cosa que hacía con la garganta, diarrea vete tú a saber de qué y paro.

Hay cosas que no entiendo: No entiendo que la industria farmacéutica no tenga un disolvente de coágulos, o puede que lo tengan y sea demasiado caro por lo que la Seguridad Social, se diga: te jodes y los hechas a pulmón.

La otra es el tabaquismo. En los hospitales, está totalmente prohibido fumar, y por otra parte saben, me lo confirmo el urólogo que pasaba revisión a diario, que el mono del tabaco es peor que el de la heroína. ¿Cómo coño no dan un tratamiento a los pacientes que son adictos o los dejan fumar?

Durante los tres o cuatro primeros días, el dolor ocultaba el mono del tabaco [es curioso como la mente establece las urgencias (primero sal de este dolor y después tendrás el mono)], pero pasado este tiempo, acudió y fumas por cojones. Yo lo hacía en la ventana, con la puerta de la habitación cerrada y un vigilante en la misma, el aire caliente en la habitación hace que a través de la ventana se establezca el efecto chimenea y el humo va hacia afuera. Esto gracias a que mi vecino de habitación, a pesar de no ser fumador, no solo me animaba a hacerlo, sino que me servía de vigilante. En los primeros con tres caladas me mareaba.



Una vez m me quitaron la bolsa de agua de suministro a la vejiga, la de salida de la misma la metía en una bolsa, como si fueras de compras, y dándome unos paseos siempre encontraba donde fumar. Es curioso que en la misma puerta del hospital, se ven enfermos entubados hasta los ojos y fumando. Es mejor ignorar la evidencia que ponerle remedio. O tratan a los adictos al tabaco a pasar el mono, o les permiten fumar; no hay otra.

No puedo dejar de citar aquí a Eduardo el compañero de habitación casi todo el tiempo de estancia. Casualidades de la vida, estuvimos diez años juntos en la Azucarera de la Vega. Cerraron y desde entonces no nos veíamos. Lo conocí solo ingresar, aunque él a mí no. Me daba ánimos y con las conversaciones que manteníamos, no solo recordando tiempos pasados, el tiempo en hospital se hizo más llevadero. Gracias también a Elia, su mujer.

Y qué decir de los familiares de los enfermos; los que los acompañan día y noche. Me dieron de comer (las manos las tienes inutilizadas con tantos tubos conectados a ellas), me dieron agua cuando tenía sed, avisaban a la enfermera cuando llegaban los dolores, te estiraban las sabanas cuando las arrugas se te clavaban hasta los huesos y un sinfín de detalles que hacen que dentro de estar hecho un bodrio, la cosa te sea más liviana. En mi caso le ha tocado a María. Podía haber sido sustituida alguna noche por alguna otra persona, pero ella no lo permitió. Cuando me despertaba por la noche y la veía acurrucada en aquella silla, me remordía la conciencia.

Dejar constancia que en La Seguridad Social me han tratado muy bien.

No hay mal que por bien no venga. Gracias a esta experiencia, he vuelto a ver a personas muy queridas que por circunstancias que no vienen al caso hacía mucho tiempo no tenía contacto con ellas. Espero fervientemente esta relación continúe.

Sigo con mis espasmos, sigo hecho una caca, no sé cómo coño he llegado a escribir esto, pero mi respeto por el castellano aquí se va a ir al carajo, no pienso enmendar en lo que lo maltrate. Quizás alguien a la que conozco se digne mandármelo corregido.

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De cómo me dieron por el… meato. Hematuria por tumor en la vejiga

La verdad es que hay veces que me paso. Al menos desde el mes de febrero orino sangre, pero hace bastante tiempo que soy partidario de la teoría hipocrática de dejar al cuerpo que actúe. La cosa era intermitente, echaba un grumo y se me cortaba. Ya en España, no recuerdo bien cuando me volvió la hemorragia, y los grumos que expulsaba pasaban de castaño oscuro, sin que se me cortara.
Alguien había estado en mi médico de cabecera porque mi tarjeta sanitaria había dejado de darles órdenes a las computadoras farmacéuticas de las medicinas que me correspondían, y al ver este el tiempo que hacía que no había estado sin reclamar los servicios de la Seguridad Social, me imagino que aparte de pensar que con elementos así su trabajo peligraría (cosa normal a estas alturas) por una vez aplicaría la medicina preventiva así que dijo que como mínimo fuera a hacerme unos análisis y que después pidiera cita para verlo.
Así hice por aquello de una vez al año no hace daño.
Lee delante de mí los resultados de los análisis de sangre y no de orina (nadie me dijo que tenía que hacérmelos), y cuando pone el papel sobre la mesa aprovecho para contarle mis cuatro achaques. Cuando en tercer o cuarto lugar le cuento lo de la sangre en la orina, cambia la expresión de su cara y me dice: Ahora comprendo lo de la anemia que aparece en los análisis.
Mira, te podía dar cita para el urólogo, pero mi consejo es que te vayas a urgencias.
Dicho y hecho (no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy), cojo un taxi y al hospital me dirijo.
Me atienden bien, no veo las aglomeraciones que en otros casos habia visto, las instalaciones me parecen buenas y no es mucho el tiempo que tardan en atenderme (no todo va a ir mal en este país). La doctora que me ve, me dice que me harán análisis de orina y sangre, y que cuando estuvieran los resultados me volverían a ver. Paso directamente a la consulta de enfermería, pinchazo en la vena y meada en el bote en el que suelto un hermoso grumo.
¡Bueno, bueno! Me dice cuando me vuelve a ver, tienes bajo el hierro, yo te aconsejo que comas higaditos. Te vas a tomar estos antibióticos que te receto, cuando los acabes vuelves a tu ambulatorio que te hagan los análisis que te pongo en el informe y con ellos vas a ver a tu médico de cabecera. ¡Ahhh! bebe mucha agua.
Menos en lo de los higaditos cumplo a rajatabla lo de los antibióticos y lo de beber mucha agua.
Aproximadamente una semana de unas hermosas píldoras, una por la mañana y una por la noche, pero en el transcurso de la misma observo que la sangre aumenta, los grumos son cada vez son más dolorosos de expulsar, y que la debilidad se va apoderando de mi cuerpo. María insistía que fuéramos a urgencias, pero yo total enemigo de los protocolos, quería seguirlo.
Día D, me despierto a las siete de la mañana, me ducho, me visto y cuando entro en el baño para peinarme, noto que las piernas no aguantan el peso de mi cuerpo y caigo como si de un trapo se tratara. Voy recobrando la conciencia y veo que mi hijo trataba de incorporarme a la cama, a María la escucho por teléfono pedir una ambulancia. Cuando me doy cuenta estoy acostado dentro de la misma camino del hospital.
A la llegada, un poco de espera, se acerca una camilla y me llevan directamente a la enfermería. Toma de sangre y ya me dejan la "guia" fija y me advierten que me van a colocar una sonda y que me dolerá. Hasta aquí estaba convencido que no temía a nada y soporto muy bien la introducción de semejante cuerpo extraño. Unos cincuenta centímetros de larga, y uno en la parte ancha de su sección oval. Paso en camilla a algo así como una sala vigilada de emergencias. Se interesan por mi estado varias enfermeras, pero pasa el tiempo, y por la experiencia anterior supongo esperan los resultados de los análisis.
Muy tranquilo; quizás demasiado tranquilo. Camillas solo estaba la mía, pero había muchas sillas de ruedas con gente sobre ellas. Me dedico a observar a uno/a por uno/a y lo que más me llama la atención era la cara de miedo (en algún caso quizás de terror). No me entraba en la cabeza. ¿Miedo a qué? Después lo pagué.
Veo por allí a la doctora que me atendió la primera vez y no tuvo el detalle de hablar conmigo. Sé que lo hizo con María lo que me hace pensar que tenía mala conciencia. Con lo de los higaditos, se pasó.
Una de las enfermeras se me acerca y me dice que pronto vendrá a verme un médico. No tarda mucho en hacerlo y me comunica que me van a pasar a planta. Llega el celador y viaje en camilla por pasillos, ascensores hasta llegar a la que va a ser mi habitación durante no sé cuántos días [he perdido el sentido del tiempo (he tenido que preguntar en qué fecha me ingresaron)].
Habitación doble y con las dos camas vacías. Me ponen junto a la ventana, lo que después comprobé me vino muy bien. Me conectan una gran bolsa de agua a la sonda y otra bolsa de suero a la guia. No es mucho lo que tardaron en sustituir esta última por una de sangre. También desde la sonda otro tubo hasta otra gran bolsa situada en el suelo.

Traen de quirófano a alguien que acababan de operar del tímpano. Iban a acometer reformas en la otra ala de la planta dedicada a otorrinolaringología, y mezclaban enfermos. Ese mismo día le dieron de alta y volví a quedarme solo.
¿Pero y de mi sonda? La verdad es que ni con mucho esperaba lo mal que lo iba a pasar con el dichoso invento. El que la sonda tuviera sección ovalada tenía su explicación: En realidad es un doble tubo uno conectado a la bolsa de agua alta y otro a la baja; por gravedad, el agua pasaba de una a otra y a su paso por la vejiga la iba limpiando de coágulos (así los llamaban ellos). El flujo se regulaba en el gotero. Todo hubiera ido bien si los coágulos hubieran sido de menor diámetro que el interior del conducto de salida, pero no, los míos debían de ser enormes y la atascaban y cuando esto ocurría puedo asegurar que el dolor era horrible. La única solución para que no rabiara era desobstruirla cosa que hacia la enfermera metiendo agua con una jeringa en sentido inverso. Ya aprovechaba para hacer unas extracciones en las que sacaba cantidad de grumos (alguien insinuó que aquello parecía asadura). A todo esto, intentando buscar la mayor concentración de grumos, sacaban y metían la sonda para que fuera recorriendo las diferentes partes de la vejiga. También al hacer la extracción se atascaba la jeringa (o la sonda) y me hacía un vacío que me causaba un buen dolor. Todos estos dolores que me causaban con las extracciones no eran nada comparados con el que me producía la obstrucción de la sonda.





Las obstrucciones, y por tanto los dolores para rabiar, iban en aumento, así que la enfermera pensó que aquello se escapaba de sus posibilidades y aviso al urólogo de guardia el cual vino acompañado de un MIR. Recibidas las explicaciones de la enfermera, lo primero que le dice es que se traiga una sonda del veintidós (¿o ciento veintidós?), que la que tengo es demasiado pequeña (¡Dios!.. a mí me parecía enorme).
Esta vez lo voy a hacer yo, dice dirigiéndose al MIR, así que fíjate para la próxima vez que seras tú el que lo haga.
Sin contemplaciones tira de la que tenía y me introduce la nueva. Jeringazos van y jeringazos vienen. Impulsa agua y extrae coágulos, mueve la sonda buscando los posibles nichos donde se acumulan. Después de más de media hora, acaba. No sé cómo se quedaran las mujeres después de parir, pero yo sentí una gran sensación de alivio, a pasar de la extracción de la sonda y de la introducción de la nueva y de los movimientos de esta última.
Desde que llego noté su acento latinoamericano, así que al acabar le pregunto qué de qué país era. Venezolano, me contesta, o de lo que queda de ella. No debe ser muy partidario de Hugo Chaves.
No es por nada, le digo, pero ¿cuándo me vais a operar?
Vamos a ver, me dice, para operarte primero hay que diagnosticar lo que tienes, cosa que aún no se ha hecho. Tu estas en esta cama no para opérate, sino porque has entrado con una hematuria bien jodida, cuando debías tener un valor de trece de hemoglobina, estas en cinco y lo extraño es que no te haya dado un infarto al no llegarte oxígeno al corazón.
Ni con mucho, fue el último espasmo, obstrucción de la sonda o como coño se llame, que tuve, así que no sé exactamente cuántos días pase rabiando. En especial recuerdo uno a las cuatro de la mañana, en el que no se el por qué me imagine con la cintura rodeada de unos cartuchos de dinamita y no encontraba el botón para hacerlos estallar. Lo hubiera hecho con sumo placer.
¿Alguna mujer pariendo habrá sentido esa necesidad? Sé que las comparaciones son odiosas, pero lo cierto es que una mujer pare y se acabó; yo en estos días he parido multitud de veces, o al menos eso me ha parecido.
Un día en el hospital al menos para los/as trabajadores/as del mismo es pura rutina: se llevan líquidos, curas (inyección en la barriga y otras), cambio de sabanas, aseo del enfermo, desayuno, cambio de sueros y demás goteos (cosa de la que están pendientes los familiares), toma de temperatura y de tensión arterial y cuando todo esto se ha llevado a cabo, revisión médica. No sé por qué pensé: Estos me curan la hemorragia y me mandan para mi casa, y yo que quería acabar de una puta vez así que cada vez que aparecía el medico en su visita rutinaria, le pegaba la paliza insinuándole que sin operarme de allí no me iba.
Para poder operarte, se tiene que alinear los planetas con el sol: Que por la tarde que son las operaciones de urgencias, haya un hueco, que el anestesista este de acuerdo, que no fallen los materiales, etc., etc., etc.
Algo debí influir sobre él, porque para pasar por la mesa de operaciones, hacen falta unas pruebas preliminares y una mañana sin previo aviso, arrastran de mi cama, conmigo encima por supuesto, pasillos y ascensores nuevamente y a la sección de Rayos. Ecografía y el radiólogo, me dice que tengo un tumor en la vejiga y que la tengo llena de coágulos (que me lo digan a mí, me dije). Lo del tumor dicho en un hospital y siendo tú el portador, suena fuerte, pero me daba igual, lo importante es que lo quitaran.
Nuevo paseo en cama esta vez a rayos. Radiografías en dos poses distintas del pecho.
Ya daba por hecho que operarme me operaban, pero hacía falta que el hueco en urgencias.


Era por la mañana cuando veo aparecer a tres urólogos (los conocía) y me dicen que si no falla nada esta tarde me operan. El dios de alegría que di yo creo se escuchó en la luna. Se extrañan de semejante euforia, y me hacen firmar un par de papeles. Me imagino que lo que firmo es para librarles de responsabilidad en caso de que me quede frito en la mesa de operaciones, pero me da igual, lo importante es que me liberen de mis dolores.

Tarde larguísima. Las personas que tengo a mi alrededor me van avisando: ya han salido las limpiadoras del quirófano, ya han metido a uno, ya ha salido el médico y está informando a los familiares, otro más. Pasa el tiempo y ya dudo de que entre, pero por fin llega mi turno. Fui el último del día que operaron.

Reconozco que una operación no es moco de pavo, además de los tres urólogos, había bastantes más anestesistas, enfermeros, camilleros, y no sé cuántos más. Me queda claro que los que manda en la sala de operaciones son los anestesistas. Uno de ellos me hace firmar nuevos papeles y otro me hace una indagación a fondo sobre mi estado físico, posibles riesgos de la anestesia, y que intentaran dormirme solo de cintura para abajo, pero que no sería de extrañar que en un momento determinado recurrieran a la anestesia total. También que la parte de arriba me la anestesiarían un poco, para que no estuviera pendiente de la operación a lo que le dije que todo lo contrario, que quería no solo estar pendiente, sino no perderme detalle. Accedió a no adormilarme y a los urólogos les dije que si podían poner la pantalla de forma que yo viera lo que ellos; me dijo que no iba a ver nada pero que lo intentarían cosa que al final no pudo ser: O veía él, o yo.


La operación a través del conducto urinario (así lo tengo). Final de la operación y el urólogo me dice que me han quitado un tumor de unos cuatro centímetros y otros dos del tamaño de una lenteja.
He de decir que con todos los que hable antes, durante y después de la operación se extrañaron de lo contento que estaba. Pregunte como solía llegar el personal a la sala de operaciones y me vinieron a decir que acojonados. No habrán tenido los dolores que he tenido yo, me dije.
Nuevo recorrido en cama hasta la sala de recuperación. Era el único que había. Varias horas allí. Notaba que iba recuperando la movilidad, pero no la sensibilidad. Creo que esta no la recupere hasta el día siguiente.
Traslado a mi habitación y cuando me las prometía felices, nueva obstrucción de la sonda. Enfermera limpiándome a base de jeringazos y no se las piensa mucho, me pone una inyección de morfina y caigo como un chorlito. Por supuesto es la noche que mejor dormí.
A partir de aquí, vigilancia del agua que salía por la sonda para ver si sangraba, espasmos, aproximadamente uno cada hora fuera día o noche. Y a no parar de darle la lata al médico que hacia el recorrido diario preguntándole cuando me iban a echar. Le saco que el viernes si todo iba bien posiblemente me darían el alta.
Aunque también se me hizo eterno, llego el viernes.


El medico solía pasar sobre las once y ese día paso a cerca de las dos. Me da el informe médico y una vez que me saquen la sonda (hacia un par de días que me habían quitado la bolsa que me suministraba el agua), carretera y manta.
Respira hondo, me dice la enfermera, tirón y allá sale. Tengo que decir que la sonda la meten con un lubrificante, pero este se solidifica y lo que en principio era una cosa lisa por el exterior, acaba siendo una cosa rugosa.
Camino de mi casa la sensación que tengo es que pasaba del infierno a la gloria, aunque también aquí me equivoque. Lo que llaman postoperatorio, tiene migas: espasmos en los que aguantas el dolor hasta llegar a un sitio donde mear, o no lo aguantas y te meas encima (diez o doce veces me dan por la noche, así que hay que imaginarse lo que duermo), no puedo tragar por el dolor de garganta (supongo que cuando tenía esos dolores horribles, o chillaba y me escuchaban en Latinoamérica, o intentaba amortiguar los gritos, cosa que hacía con la garganta, diarrea vete tú a saber de qué y paro.
Hay cosas que no entiendo: No entiendo que la industria farmacéutica no tenga un disolvente de coágulos, o puede que lo tengan y sea demasiado caro por lo que la Seguridad Social, se diga: te jodes y los hechas a pulmón.
La otra es el tabaquismo. En los hospitales, está totalmente prohibido fumar, y por otra parte saben, me lo confirmo el urólogo que pasaba revisión a diario, que el mono del tabaco es peor que el de la heroína. ¿Cómo coño no dan un tratamiento a los pacientes que son adictos o los dejan fumar?
Durante los tres o cuatro primeros días, el dolor ocultaba el mono del tabaco [es curioso como la mente establece las urgencias (primero sal de este dolor y después tendrás el mono)], pero pasado este tiempo, acudió y fumas por cojones. Yo lo hacía en la ventana, con la puerta de la habitación cerrada y un vigilante en la misma, el aire caliente en la habitación hace que a través de la ventana se establezca el efecto chimenea y el humo va hacia afuera. Esto gracias a que mi vecino de habitación, a pesar de no ser fumador, no solo me animaba a hacerlo, sino que me servía de vigilante. En los primeros con tres caladas me mareaba.

Una vez m me quitaron la bolsa de agua de suministro a la vejiga, la de salida de la misma la metía en una bolsa, como si fueras de compras, y dándome unos paseos siempre encontraba donde fumar. Es curioso que en la misma puerta del hospital, se ven enfermos entubados hasta los ojos y fumando. Es mejor ignorar la evidencia que ponerle remedio. O tratan a los adictos al tabaco a pasar el mono, o les permiten fumar; no hay otra.

No puedo dejar de citar aquí a Eduardo el compañero de habitación casi todo el tiempo de estancia. Casualidades de la vida, estuvimos diez años juntos en la Azucarera de la Vega. Cerraron y desde entonces no nos veíamos. Lo conocí solo ingresar, aunque él a mí no. Me daba ánimos y con las conversaciones que manteníamos, no solo recordando tiempos pasados, el tiempo en hospital se hizo más llevadero. Gracias también a Elia, su mujer.

Y qué decir de los familiares de los enfermos; los que los acompañan día y noche. Me dieron de comer (las manos las tienes inutilizadas con tantos tubos conectados a ellas), me dieron agua cuando tenía sed, avisaban a la enfermera cuando llegaban los dolores, te estiraban las sabanas cuando las arrugas se te clavaban hasta los huesos y un sinfín de detalles que hacen que dentro de estar hecho un bodrio, la cosa te sea más liviana. En mi caso le ha tocado a María. Podía haber sido sustituida alguna noche por alguna otra persona, pero ella no lo permitió. Cuando me despertaba por la noche y la veía acurrucada en aquella silla, me remordía la conciencia.
Dejar constancia que en La Seguridad Social me han tratado muy bien.
No hay mal que por bien no venga. Gracias a esta experiencia, he vuelto a ver a personas muy queridas que por circunstancias que no vienen al caso hacía mucho tiempo no tenía contacto con ellas. Espero fervientemente esta relación continúe.
Sigo con mis espasmos, sigo hecho una caca, no sé cómo coño he llegado a escribir esto, pero mi respeto por el castellano aquí se va a ir al carajo, no pienso enmendar en lo que lo maltrate. Quizás alguien a la que conozco se digne mandármelo corregido.

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De curanderos y de la prolongación de la vida

Estoy cansado. Muy cansado. Esta tarde ni en condiciones he estado de ir a ver mi atardecer. Se perfectamente que me habrán puesto falta en mi tertulia.
La causa del cansancio: el dolor. No voy a explicar el motivo del mismo, pero esta mañana desde que me levante hasta hace un par de horas he estado con él. Fue en aumento y en ciertos momentos casi lloraba del mismo. Ahora a pesar de haber desaparecido por completo, lo que siento es eso, cansancio.
He cometido el error, de en unos momentos en que no quería pensar en el mismo y puesto delante de este aparato, comunicárselo a una persona muy lejana. Sé que sufría y me daba buenas soluciones, pero también sabía que eran tardías, tenía que haberle hecho caso antes, pero no; cabezón yo, me dije que se me curaría solo (ahora sigo pensándolo). Tampoco quería decírselo a mi amiga (…), puesto que se perfectamente que su reacción inmediata hubiera sido subirme en el carro y llevarme a una especie de ambulatorio a una hora de camino, pero también sabía que tampoco allí me iban a solucionar nada.
El cuerpo es muy inteligente, en él confíe, y él ha sido el que ha solucionado (por ahora) su avería. También es verdad que las personas que me rodean ni tienen medios para buscar a un especialista y el por qué debo de ser yo más que ellos.
Desde que estoy en este país, solo me he encontrado mal (que no enfermo) dos veces. En la anterior fue otro dolor, en aquel caso, de ojos. Aguanté lo indecible, hasta que llegó un momento que decidí buscar ayuda. Carro, ferry, taxi, hasta llegar a un oftalmólogo, reconocimiento y diagnóstico: En los ojos no tenía absolutamente nada. Todo el día dedicado a los ojos y curiosamente los tenía bien. Me dio la dirección de un neurólogo amigo suyo pensando que él lo solucionaría. No quería repetir la experiencia así que afine mis búsquedas en internet, y no se el por qué cuando leí como causa, contractura muscular en el cuello (o algo similar), lo asocié, busqué a mi amiga Helena, me dio un masaje previo pago (en Costa Rica todo vale), y remedio santo. La verdad es que me ha dicho que es conveniente que vuelva, pero soy un dejado; al igual que tendría que haber tomado remedios para el de hoy.
Todo esto me hace reflexionar sobre los pensamientos que tenía cuando abandoné España y mi idea era irme a Nicaragua a un lugar lo más alejado de la civilización. En ese no lugar, ¿cómo lo habría solucionado? El primero casi estoy seguro de no haberlo padecido, puesto que en la lejanía doy por supuesto que la causa fue la postura ante la computadora, postura que corregí. En aquel lugar ni corriente eléctrica hubiera existido. ¿Y el de hoy?: El remedio lo veo tan natural, que estoy convencido que el curandero del pueblo lo hubiera hecho tan bien como el mejor médico de la civilización.
La esperanza de vida se está prolongando hasta edades para mi alarmantes. ¡Vamos!, que la piedra filosofal está a la vuelta de la esquina. ¿Compensará este alargamiento? Ya se vislumbran los primeros problemas y uno está muy en las últimas noticias: la prolongación de la vida laboral. ¿Explotarnos más de lo que lo han hecho hasta ahora? No lo veo claro. ¿Y después?, cuando llegue esta. ¿Asilos (políticamente correcto llamarles residencia de tercera edad)? ¿Estorbo para las familias? Esto último ya lo es; en época de vacaciones los hospitales se llenan de viejos.
No estoy en contra de la prolongación de la vida pero siempre que esta vaya acompañada de una buena calidad de la misma. ¿Es esto lo que estamos consiguiendo?
Me vienen a la cabeza dos ejemplo de vejez, uno humano y otro animal. Cuando un viejo/a, en las tribus trashumantes de los indios norteamericanos, veía que era un estorbo para su familia, una noche desaparecía; la tribu tenía que seguir camino; todos sabían que se dejaban morir, pero aun sintiendo la lógica pena, lo aceptaban como ley de vida.
Los buchones (así llamados los pelícanos por aquí), cuando son viejos (unos lo achacan a la pérdida de visión) el picado no lo hacen sobre una posible presa, sino que eligen una buena roca de la costa y contra ella se estrellan (La Isla de los Hombres Solos).
De una cosa estoy seguro: ni me veré humillado, ni rabiando de dolor en los últimos días de mi vida. Espero conservar la mente lo más lucida posible para que esto no ocurra.
Conseguido: Prolongué la hora de acostarme, aunque con la mente también cansada dudo si no habré escrito una chorrada.

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