Cabalgata en Tambor de Puntarenas


Durante la semana ya me habían dicho que el sábado iba a haber una cabalgata. En un principio pensé que ya se acercaban las navidades, pero poco a poco me fui dando cuenta que por aquí utilizan la palabra con su verdadero significado, o sea la primera acepción de la RAE (Reunión de muchas personas que van cabalgando). Por cierto, ya es hora de que este organismo vaya cambiando de nombre y se llame algo así como Real Academia de la Lengua Española, que con tanto patrioterismo después se nos cabrean los catalanes, los ticos y los bolivianos.
Pregunté en el supermercado y me dieron incluso horarios. Los caballos legarían sobre las once, sobre las dos harían un recorrido que llegaría hasta el arbolito y algunos detalles más.
La verdad es que no quería perderme un evento que pese a que por aquí lo vean tan natural (hay caballos sueltos por todas partes), más bien pronto que tarde, desaparecerá. A las once ya estaba allí, pero no veía movimiento por ninguna parte, por lo que volví a criticarme: ¡So gilipollas!, no terminaras de pensar como los ticos, me dije. Puede irse y comer tranquilamente (no hay forma de que me hablen de tu), y eso es lo que hice.
Sobre las dos volví a bajar, y en el camping ya se veían algunos caballos. Lo que más me extrañó es que incluso había una mesa vacía.
Empezaron a llegar caballos y se acercaban directamente a la barra del bar Los gitanos. La cosa se iba calentando y los jinetes bailaban a los caballos como si se tratara de una competición de tal. A algunos caballos los vi sudar antes de salir.
Pasaba el tiempo y veía que no se producía la dichosa cabalgata, corría más el guaro que los caballos. Eran las cinco menos cuarto cuando al fin comienza la misma. Algunos siguen bailándolos hasta última hora.
Imposible que a estas horas puedan hacer el recorrido que me habían dicho, se les haría noche cerrada.
Me vengo para la casa y después de cenar me vuelvo a bajar. Ya no quedaban ni restos de caballos, de hecho la mayoría vinieron en camiones y en tales vehículos se los habrían llevado, pero lo que si estaba como nunca lo había visto, era el bar. Los Gitanos. Dentro se bailaba a ritmo de marimba, pero no cabía tanta gente en el local y eso que es grande.
Tampoco llegue a enterarme el motivo por el que se había celebrado esta, digamos, fiesta. Unos me habían dicho que la había organizado la iglesia católica para recoger dinero, pero otros, que las comidas a cargo de unos, unas rifas (monturas y algo más) a cargo de otros y las bebidas el bar. Los que más ganaron por supuesto los del bar, que aparte de la cabalgata, para este día habían programado el final del concurso de karaoke.
Dato curioso: Mucho se habla del maltrato a las mujeres, pero cuando después de cenar me dirigía hacia el baile, venia una pareja. Él, un tolallón. Bueno, pues ella le iba pegando tal tipo de empujones que más de una vez cayó al suelo. Lo curioso es que él no hacía nada por defenderse. Me parece que es… Y lo era. No me lo podía creer. Ni había luz suficiente, ni me parecía lo más oportuno gravarlos. Ahora me arrepiento.

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Refugio de iguanas


Unos días atrás, hablé sobre una iguana que se nos introdujo, no ya dentro de la vivienda, sino que se fue a refugiar al baño. Como en el decía parecen tener querencia por los servicios sanitarios. Pero no había hablado de que no solo han sido estos, sino que últimamente, con la ley que las protege, y dando por hecho que al menos por esta zona pocos depredadores tienen, vamos a tener que ir apartándolas para poder circular.
La última estuvo junto a la cocina y el temor de alguien es que se metiera en ella, aunque no, esta primero muy despacio, y después a toda velocidad se fue para su hábitat. Era hermosa.
Días antes, el jardinero me dio a coger una que después la solté y se hizo totalmente la muerta. Cuando nos retiramos, escapó como una liebre.



Con todo, la más grande que he visto llegar aquí, hace un tiempo que lo hizo. Aquella imponía respeto. Los golpes que daba con la cola sobre los cristales, a punto estuvo de partirlos, pero no solo eso, sino que se acercó un perro y le presentó cara.

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