Ingenieros de Caminos desprestigiados


Yo soy Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos matriculado en una escuela superior de universidad pública desde el primer año, y funcionario del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos del Estado por oposición libre. Además tengo dos master de 600 horas, varios cursos, el advance de inglés, y varios años de experiencia en empresa privada antes de entrar en la administración. No tengo otra cosa que decir salvo que posiblemente soy una de las personas que más ha estudiado en este planeta. Posiblemente la carrera y la oposición más difíciles que existen.
Actualmente disfruto de mi trabajo y ahorro millones de euros a los ciudadanos controlando las obras faraónicas que aún se ejecutan en España.
Tengo que decir que aunque me satisface el trabajo, siento que no he rentabilizado económicamente el enorme esfuerzo y sacrificio que he dedicado. Tampoco tengo un reconocimiento especial como otros colectivos más valorados (juez, bombero) que, aun habiéndoselo currado mucho, no han tenido que dejarse la piel en la forma que lo he hecho yo.
Cuando era crío empecé siendo el mejor de mi clase porque creía que este país valoraría a la élite trabajadora. Eran tiempos en los que la palabra élite no tenía connotación negativa sino todo lo contrario. Este país no valora el esfuerzo de las personas, sino todo lo contrario. Siento que tiene una deuda conmigo.


Que alguien llegue a este blog es cosa extraña, y si lo hacen, normalmente son latinoamericanos puesto que el buscador por aquello de Otra vez en Costa Rica del título del mismo, los redirige hacia aquí, aunque busquen las cosa más peregrinas. También es verdad que busqué una palabra que no existe, Aterocana, para pasar desapercibido. Solo lo quería, digamos, como mi diario, como la vida de una persona que pasa por este mundo sin muchas ambiciones, pero de vez en cuando, tengo como el anterior que me llegan al alma, quizás por haber pasado algo similar. En mi contestación, lo he redirigido a este .
No he podido pedirle permiso al autor, por haberlo escrito como anónimo y no dejar ninguna de sus señas, pero en caso de que lo lea y no le guste quitaré la entrada.
Le he puesto el título de la búsqueda que el hizo en el buscador, puede que alguien más la haga y vea que el descontento es generalizado.
Dice una verdad como un templo: Este país (España) no valora el esfuerzo de las personas, sino todo lo contrario.

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Al rancho de Alvarito a por plantas de café


Desde bastante temprano habíamos dicho de ir a algún sitio, pero llego la hora de comer y no habíamos decidido ninguno. Comemos y yo seguía teniendo in mente Rio Bonito, pero no me veía bajando por aquel semiacantilado con la dichosa vertebra como la tengo, porque a pesar de haber ido a mi escoces (el Quiropráctico), sigue dándome el coñazo. Acabamos de comer cuando llega Carlos del hotel, le digo de que nos dé una idea, y ve el cielo abierto. Ya me imaginaba lo que iba a decir, porque lleva tiempo detrás de hacerlo: Ir al, la verdad es que no sé cómo llamarlo, terreno de Alvarito a por unas plantas de café arábigo, según él, estas son de las antiguas, no transgénicas, y repito, según él, ahora todas lo son.
Yo ya había estado cerca, sabía que el camino no era malo, aunque al final tuvimos que dejar el carro a más de un kilómetro, y precisamente porque lo conocía y sabía que pasar el riachuelo, era con riesgo de quedarse atrapado en él.
Me pongo los vaqueros y las ”figueres”, acompañadas por los vaqueros, no quería que los chinorros (parece que se dice chinarros) me dieran el mismo coñazo que cuando fuimos a la catarata del rio Pánica.
El pasar la primera torrentera, con los troncos que había, ya tuvo su mérito, y las raíces que atraviesan el camino a modo de esas cosas que ponen en las ciudades españolas para que por cojones moderes la velocidad, hacían que mi columna fuera crujiendo.
Llegamos, el sitio ideal para construirse una casa y vivir en plena naturaleza y a un paso de la playa.
No estaba Álvaro, y si Vallejos, nica él, que precisamente anoche se me sentó en mi mesa cuando ya me venía y estaba bien cargado de guaro. Ni se acordaba. También tiene allí su rancho.
Mientras Carlos va a por las plantas de café, yo me entretengo en ver por dentro los ranchos. No tengo que describirlos puesto que se ven bien en el video, pero a esto añádele que no tienen corriente, aunque hay una fuente cerca, no tienen agua corriente y por supuesto, ni televisión, ni radio, ni nada que indique que estamos en el siglo XXI.
Cientos de hectáreas que lo rodean eran de los padres, pero de eso toca hablar otro día.
Vuelta por esas preciosas en YouTube.

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