Son varias las veces que he hablado de Pichi en este blog. Pichi es un perro especial, entre otras cosas se arrima al sol que más calienta. El elige su jefe de la manada según le va. Normalmente se queda aquí todo el día tumbado al sol, pero eso del pienso no es lo suyo y de vez en cuando se va con Carlos al hotel, porque sabe que allí siempre hay un alma caritativa que le da una hamburguesa. A Carlos también le viene bien porque al atravesar el Río Pánica, cosa que tienen que hacer a la fuerza, en caso de que haya un cocodrilo se da por supuesto que elegirá a Pichi nadando.
Pichi tiene, digamos otro defecto. Cuando hay una perra en celo a kilómetros a la redonda, la huele y desaparece uno o varios días. Siempre viene malparado. A pesar de lo pequeño es un perro chulo, pero claro esta los otros lo destrozan. La última vez creía que se quedaba lisiado. Últimamente ha desaparecido algún día y lo único que ha venido es con una pata coja.
Dormía la siesta, o por lo menos lo intentaba, más que por otra cosa para amortiguar la ansiedad, cuando escucho un gran escándalo. Esta vez el que se había metido en el baño era un garrobo. La verdad es que no hace gracia hacer alguna de tus necesidades fisiológicas con semejante acompañamiento.
Esta vez en vez de sacarlo con la escoba como hemos hecho en otras ocasiones, se les ha ocurrido que lo saque Pichi y como es lógico el en lo primero que ha pensado es en el festín que se iba a dar, pero de nada le ha valido porque aunque lo ha intentado al parecer tienen la piel demasiado dura para ellos.
Digo para ellos porque se nos ha pegado otro perro, creo que le decían Messi y cuando Pichi ha dejado al pobre garrobo por imposible, el otro no ha hecho nada por comérselo.
Estamos en la época de cría de iguanas y garrobos y al igual que todos los años en el agujero del centro de las mesas del jardín, hay una.
Son bichos de sangre fría y por la mañana salen del agujero y en lo alto de la mesa buscan desesperados los rayos de sol para coger energía. A esa hora es fácil cogerlos.
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