De cómo pasa el tiempo y con él las aficiones. Motos y coches o carros
Bajo al sótano y veo las bicicletas y las motos todas juntas, lo primero que pienso es como cambiamos con el tiempo.
Mi primer vehículo fue una bicicleta. Una Orbea. La desarmaba y la armaba como si de un mecano se tratara. Hoy los críos solo saben manejar las Nintendo, y tampoco saben desarmarlas.
Continuaron las motos. Subía en ellas cuando aún no alcanzaba con los pies al suelo. Si mal no recuerdo la primera fue una Guzzi con el cambio de marchas en el depósito, le siguieron la Lube, la Vespa y por último la Montesa Brio 80.
De las motos pasé a conducir coches. También de la época de Al Capone. Le decíamos el Ford cuatro al primero y el Ford ocho al segundo, aunque yo creo que en realidad los verdaderos nombres de los modelos eran otros. Pase al Fiat Balilla y estando con este cumplí los dieciocho años y con él me examiné del carnet de conducir. Estoy hablando de una época que en España no había vehículos y los que había eran verdaderas piezas de museo. Al poco se empezó a construir el Seat 600 que fue el Volkswagen (coche del pueblo) español.
El primero que tuve fue un Renault 8 que en realidad apenas lo utilice. Había tenido un accidente y recién reparado me lo quedé pero iba para Cádiz dejó de funcionar y me lleve un Morris recién estrenado. Fue poco lo que lo utilicé.
Eran mis tiempos de navegación, y en un traslado que tuve de un petrolero a los astilleros de Astano en Ferrol cuando me compré el Seat Spider. Un dos plazas. Eran los años setenta. Un verdadero capricho. Recuerdo detalles como que fue diseñado por Bertone y que era de color verde miura. Por aquel entonces ya existía el Seat 1430 y todo el mundo me decía que me comprara este último que encima era más barato y un verdadero coche familiar. Varios fueron los que tuve después, incluso un Suzuki de quinta mano en Costa Rica.
Pasado el tiempo y ya asentado en tierra tenía mi segunda vivienda en el campo (Vivienda que actualmente ocupo). Eran otros tiempos. Era extraño la persona que teniendo un trabajo fijo (Que eran todos o casi todos) y un buen sueldo no tuviera una segunda vivienda para el fin de semana. Primero empecé a hacer recorridos por los alrededores con la última novedad en bicicletas, las de campo, pero pronto se me quedaron cortos los recorridos que hacia campo a través y por caminos que antes llamaban carreteros y decidí comprarme una moto de trial de segunda mano, una Bultaco Sherpa. La desarmé entera y la deje como nueva, pero tenía un depósito demasiado pequeño y aunque le puse uno auxiliar, me paso igual que con la bicicleta, trazando una circunferencia alrededor de la vivienda que es a lo máximo que podía llegar, todo lo tenía visto.
Me enteré que un compañero de trabajo vendía una Yamaha Ténéré, y me dije esta es la mía y se la compré. Tiene un gran depósito de combustible. También la restauré y la dejé nueva. Esta fue de mi moto de verdad, porque ya no era solo en el campo donde la utilizaba sino en la ciudad y en especial para ir al trabajo. Descubrí que con ella sorteaba todos los atascos e hiciera frio o calor es el vehículo que utilizaba. Todavía tiene toda la documentación y aunque no he hecho por arrancarla desde que he venido de Costa Rica, estoy seguro que funciona.
Tuvo una avería, que ni yo, ni en la casa Yamaha daban con ella, y mientras di con la pieza que necesitaba por internet, aproximadamente un año, estuve utilizando la BMW Dakar de mi hijo, pero no terminó de convencerme como la Ténéré.
Me gusto lo de la restauración de motos y me hice de una Vespa de las primeras que salieron y de una Montesa Crono. Por diferentes razones no llegué a ponerlas en orden de marcha.
En la situación mental en que me encuentro, me costaría un verdadero esfuerzo o quizás miedo conducir un coche. Creo que si me decidiría por la moto, pero demos tiempo al tiempo. Espero que las neuronas también se restauren alguna vez.
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Veintipico días en España
Ya son Veintipico días lo que llevo en España y la verdad es que no voy a morirme de felicidad. Ni acompaña el tiempo ni las cosa que venía a hacer están saliendo todo lo bien que yo quisiera. Lo de dormir, es un decir, ya es de pena, me acueste a la hora que me acueste, sobre la una y media me despierto a hacer descansar a mi vejiga y no es como allí que lo hacía como un zombi y seguía durmiendo, sino que no hay forma de volver a dormirme y me levanto a jugar al solitario en el ordenador (ya estoy dejando de decir computadora). Esto será el cambio de horario, me decía, pero ya estoy hasta las narices de los husos horarios.
Fui a graduarme la vista y se rieron de como lo habían hecho en Costa Rica, pero anoche me trajeron las nuevas y para mi sorpresa veo peor que con las que tengo puestas desde hace cuatro años más o menos, y si por lógica en ese tiempo la vista me ha empeorado, la graduación está mal. Me jode tener que ir de nuevo a la óptica y encima a ver caras largas porque a nadie le gusta escuchar que ha hecho mal su trabajo, aparte de verme circulando por rotondas aunque la verdad sea dicha no hay muchos atascos. Anoche leí que han hecho un estudio sobre precisamente eso, los atascos, y que en España habían disminuido el sesenta y tantos por ciento y le echaban la culpa al desempleo.
Ayer salí porque tenía cita con el médico de cabecera. Cita a las nueve menos diez. Son las nueve y pico y de allí no sale nadie, pegamos y la puerta estaba cerrada con llave, nos fijamos y en la puerta había un cartelón como una casa diciendo que el Dr. iba a estar ausente un tiempo. Vamos abajo a información, me dicen que me habían llamado para informarme, mentira, y que si quiero me puede ver otro. Le digo que no, no tengo ganas de empezar a contarle a otro todos mis achaques y le digo que volveré cuando este el otro. Nueva cita para el día nueve.
A todo esto llevan dos días lloviendo, y aquí la lluvia no es como en el país que he dejado que el agua cae a temperatura ambiente. Bueno la verdad es que creo que aquí también solo que aquí está haciendo, al menos para mí, un frio de puta madre, y ya que menciono esto, esta mañana me levanto hecho una mierda, desayuno, y me pego a la estufa y se va la luz. ¡Coño! Aquí también se va la luz, con lo que yo criticaba cuando se iba allí.
La verdad es que estoy de mal humor y sin muchas esperanzas de que llegue la mencionada felicidad. En la escala del blanco al negro lo veo todo más bien gris oscuro.
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