Lo que nunca esperas que pase. Otra etapa de mi vida


Había dos personas en este mundo que no quería saber de ellas ni para bien ni para mal. No es que les tenga odio puesto que estoy convencido que dentro de mis valores ese sentimiento no existe, pero el cerebro al igual que gasta putadas, tiene sus cosas buenas y una es que tiene su baúl de los malos recuerdos, que como no sea por causas muy especiales, jamás lo abre, cosa que si no fuera así nadie podría vivir, y en el estaban las personas antes dichas.
Me hallaba en Costa Rica y como consecuencia del estrechamiento de uretra y de la depresión ya había tomado la decisión de volver a España.
Una de mis hijas, como consecuencia de la crisis, y de otros avatares de su vida pasada, vivía con su madre.
Era raro el día que no hablaba con una persona de este país a través de Skype y un día me dice que uno de los adláteres de la citada hija se había peleado con la madre y que como consecuencia de ello se quedaban en la calle por lo querían venir a vivir a mi casa. Se daba la circunstancia que el tal adlátere era una de las personas mencionadas al principio y dije que ella y sus hijos podían disponer de ella cuando quisieran pero que él no, a lo que me dijeron que no había problemas que él se iba a trabajar a Argentina.
Pasan los días, vuelta a este país, transbordo en Barajas y llegada al aeropuerto de Granada.
No sabría describir lo que pasó por mi cabeza cuando entre las personas que me esperaban se encontraba mi citado acólito, que mi imaginación lo veía en Suramérica. No recuerdo si lo besé, le di la mano o si lo mire a la cara. Este pasaje de mi vida ha quedado debajo del baúl de los recuerdos. Lo peor es que se venía a vivir conmigo. ME HABÍAN ENGAÑADO.
No supe reaccionar. Hay veces que se queda la mente en blanco y esta fue una de ellas. La depresión tampoco me ayudo, porque sé que en otras circunstancias hubiera reaccionado de otra forma, tan es así que dentro de un juzgado, lleno de togas, le dije que si me enteraba que volvía a repetir cierto incidente, que fuera mirando su sombra toda su vida y que si yo estaba fuera (Ya tenía pensado irme a Costa Rica), le mandaría un sicario.
Vinimos juntos para la parcela (Mi casa en el campo).
Desde el principio note que estaba muy por tenerme contento. De hecho unas de las primeras cosas que observé es que la casa estaba muy abandonada y él fue de los primeros que ayudó a ponerlo todo en condiciones, se hizo cargo de mantener la piscina y algunas cosas más, pero genio y figura hasta la sepultura y poco a poco volvió a ser él.
Lo que él hacía y lo que yo pensaba que tenía que haber hecho, chocaban como dos trenes a toda velocidad, con lo cual me subía la ansiedad y daba por hecho que de esta depresión no salía.
Se acercan elecciones y el gobierno (La madre que lo pario, o en este caso ha sido creo que mi salvación) parece que ha dado una ayuda a los empleados de larga duración con cargas familiares, y él que debe de estar en el paro más de cinco años ha debido de cogerla y sumándola a lo poco que ella gana, han decido alquilar un piso e irse de aquí. Ayer estuvieron cogiendo sus últimas cosas. Seguro que él que no es tonto, veía que colisionábamos.
Pasé un día completamente apagado y la ansiedad a tope, aunque puede que sea el principio del fin.
Seguiría. Tengo datos para escribir un libro, pero mejor es no remover más la mierda.
Solo desearle a mi hija que sea la persona más feliz del mundo.

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Análisis de sangre y electrocardiograma para el Anestesista de la operación de uretra


Entre las fiestas [Que por más que hagas no te escapas de ellas (por ejemplo los telediarios solo hablan de Santa Claus, de cómo le dan permiso en la cárcel a los pocos chorizos que debían de estar en ella y de las caravanas de reyes)] y de los hospitales, la neuronas se me están haciendo un ovillo (Le estoy cogiendo fobia a hospitales y a todo lo que tenga que ver con la medicina).
Los análisis de sangra eran entre las ocho y media y las nueve y media, pero yo puse el despertador a las siete y procuré acostarme temprano, pero nada, a las dos me desperté. Me dije bueno aún faltan cinco horas para que suene este cacharro.
Había visto que la temperatura iba a estar a -5º C así que preparé ropa de abrigo, entre otras un chaquetón de ante que debe de pesar entre diez y quince kilos, camiseta y calcetines térmicos. ¡Hostias! El frio me llegaba a los huesos.
La verdad es que para los análisis no había mucha cola. Me sacaron cuatro botes de sangre y al salir compramos churros y fuimos a comérnoslos a casa de mi hija que vive cerca (El electro era a las once). Ni que decir tiene que los churros llegaron helados.
La casa de mi hija tiene calefacción central, la cual ponen por la tarde/noche pero al entrar parecía una nevera. Me puso una estufa.
Vuelta al hospital y veo que hay gente esperando a pesar de que yo tenía el número uno. Alguien dice que no suben hasta que acaben los análisis.
Entro y la primera en la frente. No funciona el ordenador. Me ponen casi en pelotas y una especie de electrodos en las piernas y en los brazos y alrededor del corazón. Me hacen tropecientas pruebas y todas a la papelera. Llama me imagino que al técnico y no contestaba. Al final se le ocurre echarme alcohol en los electrodos y funciona.
Mi hijo me dice de ir a otro sitio, pero le digo que me lleve rápido a mi casa/desierto.
Hasta el día veinte que me ve el Anestesista.


Al ver este cuadro me acordé de mi amigo Carlos que tanto tiempo vivió allí.

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