Mi hijo tiene una BMW Dakar, que, a pesar de tenerla bastante tiempo en la cochera, tampoco había hecho mucho por cogerla. Más bien nada.
Sera porque está llegando el verano, ahora ha decido hacerlo. Antes dijo llevarla a un amigo que, aunque es albañil tiene un hijo que trabaja en un taller de motos para que le diera un repaso.
Puta envidia y quizás que me había puesto como tope que cuando cogiera la Temeré, es porque ya la depresión era un recuerdo, así que le dije que la llevara también.
Estaba hecha un desastre: Cubiertas rajadas, el deposito por dentro con más mierda que el rabo de una coneja, el silenciador que no pasaría la ITV con él y paro de contar.
Entre que el trabajo no está sobrado y lo que le ha enseñado el hijo, poco a poco entre los dos la han ido poniendo en funcionamiento. La verdad es que me han entrado ganas de subirme en ella, pero que entre los días que me llevo tomando el nuevo antidepresivo, harán choque con las pastillas que me tomo para dormir, que no son ni más ni menos que tres y a launa de la madrugada estoy completamente despierto, me pongo en el ordenador a jugar al solitario y vuelvo a caer sobre las cinco. No, no estaba en condiciones de cogerla ha pesar de ya haberme dado dos baños en la piscina. Por cierto que mi hijo ha vuelto a pegar las piezas de la bomba. Ha ido esta mañana temprano a por pegamento.
La verdad es que, con cubiertas nuevas, tubo de escape también nuevo y las otras cosas que no se le ven a simple vista a mi me parece igual.
Le compraré el seguro e intentare que pase la ITV y no sea mucho el tiempo que pase sin cogerla.
Algo me debe estar haciendo el antidepresivo cuando ya soy capaz de escribir en el blog.