En mi estancia en Costa Rica, me sorprendió la cantidad de rupturas de pareja entre personas con las que me relacionaba. Verdad es que estas parejas eran muy especiales. La mayoría no habían contraído matrimonio, simplemente eran parejas de hecho, aunque en un gran porcentaje había hijos de por medio. Pensé en los grandes perdedores de estas separaciones, los hijos, pero con el tiempo también me fui dando cuenta de que para ellos no era un trauma, seguían viéndose con ambos progenitores como si fuera lo más normal de este mundo. La norma tampoco era que se quedaran con las madres, vi bastantes que se quedaron con los padres y otros con los abuelos bien por parte de padre o de madre.
Que yo recuerde no intervino ningún abogado para la separación de bienes ni para ningún otro conflicto que pudiese acarrear la desunión. También es verdad que pocos bienes había que repartir, normalmente vivían en casas, más bien chamizos, alquilados, y como mucho los bienes consistían en una lavadora, un televisor y poco más y aunque por ley los padres tenían que pasarle un dinero a los hijos, una gran parte evadían esta obligación.
No era mucho el tiempo que ambos tardaban en emparejar nuevamente.
Bajo ningun concepto digo que esta sea la pauta en Costa Rica, sí en el pueblo y aledaños de donde me asenté.
No me he entretenido en buscar estadísticas de España, pero me da la sensación de que aquí las separaciones/divorcios también están a la orden del día. No voy a entrar en los motivos, lo que si tengo claro es que son bastante más traumáticas que allende.
Yo fui uno de los que pase por esta desagradable experiencia. Ni voy a decir los motivos ni vienen al caso, solo explicaré los efectos que sobre mi causaron/están causando.
En febrero de 2.006, estando en plena depresión, recibí una carta de la abogada de mi ex avisándome de la solicitud de separación. Tampoco voy a explicar lo que es una depresión y mucho menos la mía que duro unos diez años. Estaba en otro mundo y para nada entendía que esto me pudiera pasar a mí, ni siquiera las causas por las que se separaba. Me hundí totalmente. Me vine a vivir a lo que entonces era nuestra segunda vivienda y aquí quise como los avestruces esconder la cabeza, pero no, tenía que buscar un abogado, darle datos que me pedía, hasta que en agosto de ese mismo año tuve que pasar por el Juzgado. Las cosas que allí escuché por parte de la abogada de mi ex, para nada se correspondían con la realidad, me describió como si de un psicópata se tratara. Quería morir, pero también acabar. Craso error, no había hecho más que empezar. Concedida la separación. El Juez dijo la cantidad de dinero que tenía que pasarle.
Seguí en mi mundo de las tinieblas, aunque de vez en cuando llamadas de mi abogada se encargaban de recordarme que aquello no había acabado, hasta que en Septiembre de 2.007, tengo que pasar nuevamente por el Jugado y esta vez se nos concede el divorcio. En la sentencia se hablaba de la separación de bienes. Yo estaba hasta el gorro y le hice un poder a mi letrada para que ella se encargara de todo.
Decidí irme a Costa Rica y daba por supuesto que la justicia tardara más o menos, iría dando los pasos necesarios para hacer cumplir la sentencia. Supuse mal.
Entre medias hay una herencia, y sigo sin saber las causas, pero Hacienda, me toma por Onassis, me da como propietario, no solo de lo que hay que separar de mi matrimonio, sino de lo heredado, de lo que aun no he visto un euro, pero este organismo da por supuesto que yo estoy gastándomelo en un paraíso tropical y me clava con una desorbitante multa que pago religiosamente, porque pleitear con hacienda es perder el tiempo. Si tomo la decisión de aclarar las cosas, hablo con mi abogada y le exijo que de una puta vez se realice la partición de bienes. Esto fue hace unos nueve meses, y a pesar de haber pasado tasadores y demás todavía no se ha resuelto nada y no sé hasta cuándo durará. Los abogados se valen de triquiñuelas y vacios legales y la de mi ex creo que le lleva ventaja a la mía. Posiblemente tenga que recurrir, con lo se prolongara el tiempo de resolución y aumentaran los gastos. Todos estos trámites no son gratis. Por cada uno de las personas/estamentos que van pasando estos documentos te van clavando, y bien, monetariamente hablando. Todos tenemos que vivir, me han dicho más de una vez. Esto lo que es un robo descarado. Uno más de los que nos infringe la dichosa burocracia.
Me estoy yendo por los cerros de Úbeda.
Cuando me acerqué aquí para escribir, pensaba en alguien muy cercano a mí, que ni siquiera está en trámites de separación, sino en unos prolegómenos en los que le dice a su pareja que ha llegado a comprender que entre ellos, aunque no haya separación de derecho, si la hay de hecho. No coinciden en la forma de ver el mundo, las amistades de uno no son las de otro, uno ve mucho por vivir y otro da la impresión de que lo que vive, aunque ni con mucho es lo ideal, le es suficiente.
Naturalmente al que le comunican esto, no acaba de creérselo. Aunque sospechara que la situación no era un modelo, daba por supuesto que se soportaban y que todo podía continuar así. No se imagina sin su rutina, y piensa: No soy malo, no le ha prohibido nada, ¿el por qué romper esto después de tantos años? Llevan una vida anodina, pero para él de lo más normal. ¿Soluciones? No ve ninguna.
La parte que ha tomado la decisión, creo que tampoco tiene claro que lo que le espera no es precisamente un camino de rosas.
Todo se estaba tratando entre ellos, pero llegan las filtraciones, en especial a las familias de ambos y se van posicionando y tomando partido.
En la separación por ahora no hay problemas, parece va a ser de común acuerdo. Quizás sea una forma por parte de él de demostrarle que aun pueden recuperar lo que lleva camino de no tener solución, pero si esto continua, el final será entrar en pleitos (somos humanos y aparte de considerarnos en posesión de la verdad, nos afloraran ansias de venganza) con todas las consecuencias de esta, por qué no llamarle, guerra.
¿Y el futuro? Puede que lo estén imaginando, pero sea el que sea no será fácil. Les esperan quizás años de pasarlo mal.
Hasta ahora no he hablado del niño de ambos. No es tonto y ya lo sabe todo. Se posiciona en contra de quien está provocando que a él le distorsionen una vida que era perfecta. Sabe que nada será igual. Lo está pasando mal.
¿Intervenir en este caso? No hay malos tratos, no hay grandes desacuerdos, solo se trata de felicidad. Sinceramente no creo sea lo más conveniente.
Estoy convencido de que los dos habrán pensado en el gran perdedor, el niño.
Deseo con toda mi alma que la solución, sea la que sea, se desarrolle lo más rápidamente posible, que no hagan mucho caso a las personas que aprovechan para meter cizaña y que cada uno por su parte, caso de llegar lo que parece inevitable, busquen la felicidad por encima de todo. Que entierren los pensamientos, que posiblemente les vengan de hacerse daño el uno al otro. El mundo no se acaba.
Si les sirve de algo, y volviendo a mi caso, lo que en un principio me pareció una catástrofe, en la actualidad, pienso es una de las mejores cosas que me pudieron pasar.
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Cuando dos personas toman diferentes caminos
Mis inicios como fumador. De los Ideales a los Bisontes
Los fumadores, para nuestra desgracia, estamos de moda. Leyes anti fumadores, que no antitabaco, debates a favor y en contra, las repercusiones en la crisis y paro, por ahora.
Sin querer me viene a la mente, ¿y cómo caí yo en semejante vicio, yerro, defecto, mancha, desliz, infracción, transgresión, maldad, imperfección, flaqueza, perversidad, vileza?
Medito en que la primera vez que creías (¿o pensaban los demás y tú te lo creías?) que ya ibas para hombre era cuando te ponían los primeros pantalones largos. Si mal no recuerdo el bello debajo de la nariz ya se te había oscurecido.
Si ya eras hombre, no solo tenías que parecerlo, sino que tenías que dejar de hacer niñadas y hacer cosas de tal. ¿Qué hacían los hombres que no hacían los niños ni por supuesto las mujeres? Fumar. ¡Pues nada! Yo quiero ser hombre con todas las consecuencias, así que a buscar el primer cigarro. Comprarlo no era fácil, porque el tendero se podía chivar a tus padres y en aquel entonces hacer una cosa de hombres, sin su consentimiento era una falta de respeto, y cualquiera le faltaba el respeto en especial a tu padre. Recurrías a algún amigo que ya había dado ese paso y te conseguía un Ideal de aquellos de papel amarillo (papel trigo decían), más duros que una piedra y que cuando te pasaba el humo por la garganta te daba la impresión que pasaba esparto. Tosías como un desesperado, te mareabas y te quedaba en la boca un sabor de perros. ¿Cómo coño se pueden fumar esto los hombres? Pues si ellos pueden yo también tengo que poder. Cuando podías repetías.
Siempre había quien te aconsejaba: Fúmate un caldo de gallina que es más suave. Aquel tenía el papel blanco, y venia sin pegar, lo encendías y chupabas más aire que tabaco; se te apagaba. Hombre, es que tienes que untarle saliva al papel y pegarlo. Poco a poco ibas entrando en la ciencia del fumador. Ya incluso te comprabas papel de fumar, mezclabas tabaco de un Ideal con el de un Celta corto y te hacías mas que un cigarro, un churro (el arte de liar no era tan fácil).
En las reuniones de amigos era normal que acabáramos fumándonos un cigarro, que ya era un Celta. No es que mi peculio fuera abundante como para costearme semejante vicio, pero la imaginación trabajaba a tope, y a los paquetes que siempre tenía mi padre en la casa, por la parte de abajo, con una cuchilla despegaba el papel, sacaba un par de cigarros, y con pegamento volvía a pegarlo.
La curiosidad iba en aumento, y al salir de la academia donde estudiaba, pasaba por un estanco. ¿Y por qué no probar un bisonte? Dicho y hecho. Fue mi primer cigarro rubio. Todo un lujo. Aquellos sí que colocaban.
Un verano me llevaron a pasar un mes a un cortijo de la sierra, aislado de la civilización. Allí no había estancos ni nada que se le pareciera. Cada familia que allí habitaba, se sembraba su propio tabaco. Curiosamente unos salían tan fuertes que te metías una calada y poco te faltaba para que estallaran tus pulmones, y otros tan suaves que parecía que estabas fumando hojas de parra. Me daban de unos y de otros y lo mezclaba hasta dejarlos a mi gusto. O aprendías a liarlos o te quedabas sin fumar. Al final salí hecho un experto en semejante faena.
También hice mis pinitos con los cuarterones.
Ni que decir tiene que ya estaba enganchado. No recuerdo a ninguno de mis amigos que no lo estuviera. Aquello era cosa de hombres.
A lo largo de mi vida me he quitado dos veces y estoy en espera de que mi estado de ánimo sea el adecuado para volver a hacerlo, sé que es el vicio más estúpido que existe, pero también se que el mono que hay que pasar es posiblemente superior al de la heroína (no soy yo solo el que lo dice).
No me considero un delincuente por ser fumador. En aquella época la propaganda para que lo fueras te la encontrabas hasta en la sopa.
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