A la búsqueda de mi nuevo hogar


Aunque ya estoy asentado en mi nuevo hogar, carezco de conexión a internet y sospecho que tardare en tenerla, porque los trámites no es que sean más lentos que en España, son diferentes, no pueden estar a mi nombre al no ser residente, y dependo del señor que me ha alquilado la casa, y aunque se desvive por atenderme, la verdad es que no me entero mucho de los caminos que aquí sigue el dichoso papeleo, así que he optado por llegarme a un comercio en el que hay varias computadoras con conexión a internet, copiar los correos, leerlos aquí con tranquilidad, contestarlos, y al día siguiente vuelta a ir para mandarlos. Hoy ha sido el primer día que estando solo (cuando esto escribo mi hijo debe estar volando camino de España), me he llegado al citado comercio y aunque mi idea era solo ver los correos, me he asomado por mi blog, y me he llevado la grata sorpresa de ver varios comentarios, y aunque no he caído en copiarlos y hacer lo mismo que con los correos, la sensación que tengo ahora es que eran de ánimo, cosa que en estos momentos se agradece y mucho. Procuraré contestarlos todos, pero es de bien nacidos ser agradecido así que en primer lugar, ¡gracias!
Al hotel donde nos hospedábamos en San José, fue a visitarnos Azucena acompañada por su sobrina. Mucha amabilidad, y comentamos los sitios en los que ella suponía encontraría mi refugio. Los fui marcando en el mapa que nos habían dado en el Instituto Costarricense de Turismo, junto a los teléfonos de contacto.
Día siguiente, entrega del todoterreno, y primer cabreo, porque por mucho que insistí en la agencia de viajes que quería ir cubierto de todo y con todos los extras, tengo que sacarle el seguro al vehiculo, y pagar como extras un celular (ya me voy acostumbrando a los modismos de mi nuevo país), y le digo que también un GPS. Ciento quince kilómetros a Puntarenas que los hacemos en medio día.
El primer día en Puntarenas, decidimos recorrer la parte Este del Golfo de Nicoya, a visitar algunos de los pueblos recomendados por Azucena, Costa de Pájaros y Manzanillo (Puente de madera de película de aventuras).
Primera desilusión, aunque lugares paradisíacos, agua turbia y al menos nosotros no vimos playas, el manglar mete los árboles en el agua salada. También vimos el embarcadero de isla Chira, isla que había visto en un documental y aunque por ejemplo solo tienen medico dos días a la semana y donde puede que se encuentre uno de los focos de pobreza de Costa Rica, lo tenía anotado como uno de mis posibles destinos. El transbordador, no era tal, sino una barca grande que solo transportaba personas, razón por lo que también lo deseche (Me pregunto como solucionaran un infarto en uno de sus habitantes)
Vuelta a Puntarenas, y mientras yo me bañaba en la piscina, Jose, el que es muy difícil sacarle una palabra, había entablado conversación con una pareja, Rosita y Víctor, muy amables ellos (Creo no volveré a mencionar lo de la amabilidad, porque es una constante en el noventa por ciento de los ticos, y en algunos casos, bajo mi punto de vista se pasan). Entro yo en la reunión, y entre otras cosas también nos recomiendan otros lugares del que Víctor incluso me da teléfonos. Aunque Víctor es menos hablador que Rosita, se ufana porque los contactos estén al tanto de que vamos a ir y de que nos atiendan adecuadamente.
Día siguiente: Salimos de Puntarenas en el transbordador rumbo a Paquera cruzando el Golfe de Nicoya. Al igual que he dicho de la amabilidad, insistir sobre los paisajes en Costa Rica, es no parar. Los nativos de aquí, están acostumbrados a verlos y creen que el resto del mundo es así; pienso que no son conscientes del paraíso terrenal en el que viven. Es tal la gama de verdes, que los cristales de las gafas los difuminan, razón por lo que constantemente me las estoy quitando; muy buen pintor tiene que ser el que los plasme en un lienzo. En el trayecto, islas pequeñas y mas grandes, pelícanos, barcas, troncos enormes echados al mar por los ríos; en una hora llegamos a Paquera, carro, paramos a comer, y pedimos habitación en un hotel del pueblo recomendado por Víctor, al que habíamos decidido visitar antes de Malpaís y cuyo nombre nunca pondré en este blog a no ser por un descuido, y varias son las razones para no hacerlo. Dejamos las cosas y nos vamos a conocerlo. La primera impresion, buena. Estudiamos ruta y hoteles de nuestra siguiente meta, Mal País en unos mapas y Malpaís en otros, siguiente de los pueblos aconsejados por Azucena y en especial por su sobrina.

Estoy observando relámpagos por la ventana y salgo fuera a verlos y mientras lo hago, escucho una canción cantada a coro. No la conozco, sigo prestando atención, y caigo en que el único sitio de reunión es un bar con karaoke y son los chavales los que cantan, acompañando las canciones de palmas y de algunos gritos de júbilo. Siento una especie de felicidad; me viene a la memoria Melicena y sus fiestas. No, no es un karaoke como los bien pocos que he visto en aquel mundo, es un bar cuya única vista es el mar y sus montañas verdes al fondo, y donde se reúnen no solo la juventud, sino personas de todas las edades. No lo voy a dudar, me voy a poner ropa (todo el día ando en bañador) y voy a ir a escucharlos.
Mi hijo seguirá en vuelo.
Lo más probable es que mañana continúe.




















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Las tristes despedidas


Acabo de leer un libro del que no he mirado el titulo ni al autor/a, con un curioso recorrido en tan corto espacio de tiempo, que pretende ser una historia novelada de los Incas, al que se les supone unos superpoderes en su lenguaje, que con diferentes entonaciones, y supongo que con otras artes, actuaban sobre los, para mi tan conocidos, neurotransmisores, haciendo que pudieras no solo entenderles, sino que curaban enfermedades, o producían otras extrañísimas. Dicho de otra forma mediante su lenguaje te hacían pensar en lo que ellos querían. El por qué después de tanto tiempo sin escribir en mi diario comienzo con esta chorrada; muy fácil, porque aunque ya lo sospechaba, ahora estoy convencido de que cuando digo algo, muy pocos o nadie se lo creen, o sea que de yatiri no tengo nada; pero la cosa es mas grave, porque mientras estaba con mi depresión, estoy seguro que se pueden contar con los dedos de una mano los que se creyeron que la padecía, lo que me hace suponer que tampoco se transmitir mis sentimientos.
Hace ya tiempo, hice un viaje a Motril, lugar en el que nací y en el que aun siguen mi madre y todos/as mis hermanos/as para no solo despedirme de ellos, sino que en mi fuero interno, pensaba que podía hasta ser posible que fuera la ultima vez que nos viéramos, pues bien, sospecho que nadie se lo creyó. Son pocos los datos que tengo, en la distancia, por carecer aun de conexión a Internet, y entre hotel y hotel, buscando como un desesperado un PC, con quien únicamente he tenido contacto es con mi hija Eva, pero se perfectamente quien ha sentido y quien no, mi marcha, y ya que he mencionado a mi hija, posiblemente, junto con mi hijo, han sido los únicos que estaban convencidos de que era verdad, pero ella, hasta que no vio los billetes del avión, tenia la esperanza de que me arrepintiera o de que no encontrara el lugar que buscaba, así que fue en uno de estos correos clandestinos que le mandé, en el que le decía que ese sitio ya lo había encontrado, cuando ha perdido las esperanzas, siendo un mal trago para ella.
Que tenía personas que me querían, lo sabía, y no voy a mencionarlas a todas, así que aquí me voy a hablar de las más cercanas en sangre ascendente. Cuando esto escribo, con los ojos humedecidos y con un nudo en la garganta, tengo la sensación de que soy un egoísta que solo pienso en mí.
Sigo con mis hijos. Desde que me aísle en mi casa de campo, allí en España, no ha faltado un fin de semana, que no fueran a visitarme, en especial mi hija, la que no solo me iba a verme, sino que ha sido la única que se ha preocupado de que nada me faltara en mi voluntario encierro. Durante ese tiempo, no solo hemos conversado, sino que hemos hablado más de nuestras vidas, que en toda la anterior vivida; estoy seguro que en aquel mundo, difícil es que encuentre a otra persona a la que confiar lo que en mí, y en mi caso, es una de las cosas que me queda por descubrir de este. El tiempo pasa rápido, y al menos mi deseo es que ellos vengan a verme aquí que yo ir allí. En este instante me pregunto, cuantos padres e hijos hay por aquellos lares, separados por unos pocos de kilómetros, en los que no ya solo no se ven en años, sino que el contacto, en especial para los hijos, no solo no supone una alegría, sino el temor de tener que cargar con ellos. Cuantos se alegrarían de que sus padres, hicieran lo que he hecho yo, pero a ser posible un poco mas lejos, digamos que a Australia.
Mi hijo, no solo me ha acompañado en este viaje, sino que me ha ayudado tanto en todos los aspectos, que he llegado a creerme que soy un viejo desvalido. Sabia lo que buscaba y cuando me venia abajo creyendo que no lo iba a encontrar, a pesar de no ser un gran hablador, con las palabras justas, me decía que lo encontraría. He descubierto facetas que desconocía de él como su gran sentido de la orientación; le molestaba que colocara en el coche el GPS, dándome a entender que no le hacia falta, a pesar de habernos recorrido casi toda la parte del Pacifico y parte del centro de este país. Su sentido del orden; viendo el desastre que soy con las maletas, él por las mañanas, antes de salir de los hoteles, me doblaba mi ropa y ordenadamente junto con mis demás trastos, me los colocaba, pero lo mas importante, también hemos hablado. Ante la duda de que tenga miedo de quedarme aquí, los comentarios que hace al respecto son de ánimo. Mañana después de medio día se marcha, y espero saber controlar mis emociones, porque estoy convencido de que él si.
Son cerca de las diez de la noche, estoy en medio de una preciosa tormenta tropical, y el sol aquí es tan caprichoso, que nos alumbra a las cinco y media y si sus rayos no fueran suficientes para despertarme, me los recordaran los puñeteros monos, que a las cinco y cuarto, forman una sonora algarabía, que o me acostumbro a ignorarla o seré madrugador como nunca lo he sido.
Eva, le dices a Jorge, que siempre que voy a leer lo veo, y que al acostarme me acuerdo de las recomendaciones que me hacia cuando se despedía por las noches: Abuelo, que duermas bien, que no te caigas de la cama,…
Otrosí digo: Amigo Mauricio, me había prometido que lo primero que volviera a escribir en este blog seria acerca de ti, pero circunstancias mandan. Me dicen que en una semana tendré Internet, por lo que sospecho que serán dos y o tres, y en ese intervalo habrás repuesto más neuronas.

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