La casa en la que me quedé en Tambor de Puntarenas


Si para llegar a Malpaís, se resintieron mis riñones como consecuencia de los baches del camino, más bien pequeños cráteres, a la vuelta fue peor porque los puñeteros estaban llenos de agua de la tormenta de la noche anterior, por lo que había que imaginar su profundidad.
Llegamos al pueblo que nos había recomendado Víctor, y aunque el día anterior me había puesto en contacto con la persona a la que me recomendó, hoy vuelvo a hacerlo y esta a su vez me dice que en realidad el que tiene las casas que se alquilan, es su hermano del cual me da su teléfono y hablo con él. Quedo en llamarlo una vez lleguemos.
Comimos al llegar, tomamos café y repito la llamada, sin imaginarme que estábamos a cincuenta metros de él. Presentación, nos dice que sigamos a su vehiculo, cosa que hacemos, hasta llegar a dos viviendas adosadas que incluso estaban los albañiles dando los últimos retoques. Antes de verlas sabía que por bien que estuvieran no eran las mías, porque habíamos recorrido más de cinco kilómetros, desde que dejamos las ultimas casas del pueblo, cosa que le dije cuando estábamos viéndolas. Hombre que piensa las cosas antes de dar una respuesta, tarda en contestarme y al final dice que volvamos a seguirle. Dentro del pueblo es propietario de un hotel de cabinas y me enseña una de ellas. La moral me iba cayendo por momentos; una cabina no era lo más adecuado para vivir definitivamente.
Aunque sabía que el tiempo se me acababa y encontrar otro pueblo que reuniera las condiciones que yo quería en el cual también debía de estar una casa disponible, le dije que no. Mi cabeza trabajaba a una velocidad de vértigo, puesto que por una parte me veía volviendo a España, lo que en mi moral hubiera sido un verdadero zarpazo o también recordé que mi amigo Mauricio que en su momento me dijo que en Ciudad Quesada, cerca de su casa había una que podía alquilar lo que prefería antes que volver al país del que venia huyendo, porque allí aunque lejos de la costa, me serviría de base para volver a recorrer la parte del país que no había visitado y al final encontraría mi rincón.
Como he dicho este hombre era lento en sus respuestas, y cuando ya tenía casi decidido irme a Ciudad Quesada, veo que vuelve a sacar el celular, y hace una llamada. Nos dice que esperemos y aparece otro hombre, el cual también nos dice que le sigamos llevándolas a otras dos casas adosadas, pero estas en pleno pueblo. Cuando las vi, me pareció ver el cielo. Tan me aferre a ellas, que ni discutí precio, cosa de la que estoy seguro se aprovechó, y no solo esto, sino que me dijo que estaban sin amueblar y que él por ahora no tenía dinero para hacerlo, a lo que le conteste que yo la amueblaba con la condición de que me lo fuera descontando del precio del alquiler. Aceptó encantado, pero yo he hipotecado mi estancia en esta casa al menos mientras recupero lo invertido en muebles y electrodomésticos, lo que no me preocupa, puesto que el dinero en mi orden de valores esta de los últimos.
La sensación que tuve al cerrar el trato es de qué había tomado una de las grandes decisiones de mi vida. Puede que la sensación se convierta en realidad.
Resaltar la que yo creo buena fe de Arturo, dueño de las primeras casas, porque cuando vio que el no podía darme lo que pedía, no dudo en llamar a la competencia para intentar dármelo, aunque también puede jugar un buen papel la comisión. Por aquí nadie desaprovecha el ganar unos colones.
De esto ya hace un tiempo, o al menos eso creo, y la verdad es que no solo no me he arrepentido, sino que cada vez estoy más contento. Jose, el dueño de la casa, por ahora se desvive por atenderme, no pasa un día si que venga a verme, para preguntarme si me hace falta algo, y son varias veces las que me ha llevado a la ciudad principal a resolver cosas.
Tengo justo lo que necesito y una de las cosas que más me ha gustado es la pequeña piscina para mi uso exclusivo, en la que me baño nada más que me despiertan mi particular jauría de monos. Una mujer ya mayor, Betty, me hace de “ama de llaves” trayéndome la comida todos los días a las doce de la mañana, echa un vistazo a mis avituallamientos, y en caso de que vea que me falta algo y aquí incluyo el tabaco, se encarga de traérmelo del súper. También me ha traído una canasta para echar la ropa sucia y cuando ella cree oportuno se la lleva para lavármela. Le sonsaco los últimos chismes del pueblo y en voz muy baja como si temiera que alguien la escuchara me los cuenta. Su marido Ezequiel (Aquí todo el mundo tiene su apodo y el suyo es Chequelo), ya me ha hecho una visita de cortesía y yo le debo una, cosa que iba a hacer esta misma noche, pero a pesar de no haber llovido en todo el día cosa extraña por estas fechas, cuando me duchaba para ir, se ha puesto a diluviar furiosamente.
Si como decía Buda la casa de uno es en la que se encuentra bien, yo estoy en ella.
Ya he hecho varios amigos, pero no con la rapidez que yo quisiera, a pesar de que una de las cosas buenas que he sacado de la depresión es no tener prisa para nada, al menos me gustaría saber quien es cada cual.
Azucena, me ha dicho que va a consultar a su abogado para tramitar mi residencia porque dice que se fía mas de él que del que me ha recomendado Jose, y una vez que la tenga, cosa que anhelo, me comprare mi moto y a recorrer todos los alrededores.
Supongo que también comprare una maquina fotográfica con un buen zoom, porque la gama de animales que voy viendo son totalmente desconocidos para mi, independientemente de la flora de la que creo haber hablado mas de una vez.
He estado presente en un terremoto cuyo epicentro estaba a pocos kilómetros, y que en las noticias le han dado mucha importancia pero que yo lo “sufrí” como la cosa más natural del mundo.
Dejo de escribir y sigue diluviando.
Ayer me pusieron la conexión a la televisión y tan poco amigo soy de la misma, que todavía ni la he visto. Sé que tiene cincuenta o sesenta canales donde elegir, pero dudo mucho de que este el mío. Lo voy a investigar.












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Malpaís y Santa Teresa


No había mencionado que a nuestra llegada, solo salir del aeropuerto y hasta la llegada al hotel, cuyo nombre no recuerdo ni pretendo recordarlo puesto que en la agencia de viajes nada me habían dicho que era un hotel para no fumadores, por lo que su estancia para mi, fue un puteo, vimos banderas de Costa Rica por todas partes, pero no solo en la carretera y en edificios, sino que era raro el vehiculo que no la llevaba. Le pregunto al conductor y me dice que dentro de unos días se celebra el Día de la Independencia. Sabía que por estos lares eran muy patriotas, pero nunca supuse que llegaran a tal extremo. Esto lo menciono, porque aun sin saberlo, el día que decidimos ir a Malpaís, era el día señalado. Habíamos desayunado en el hotel, cargamos las cosas en el vehiculo, y a los pocos kilómetros, llegamos a una ciudad en la que un policía nos desvía por un camino sin asfaltar, despiste del GPS, aunque volvemos al pueblo, y aunque no vimos el meollo de la celebración del día tan señalado, si lo suficiente, para ver a señoras mayores con trajes típicos, gente a caballo ondeando sus banderas, y en general un ambiente festivo como hace tiempo no lo veía.
Lo del desvió por caminos sin asfaltar era el aperitivo de lo que nos esperaba. A los pocos kilómetros de salir no solo desaparece el asfalto, sino que aquello no era camino para vehículos, sino mas bien para tanques, porque a pesar de ir en un todoterreno, y mi vista pendiente de los paisajes y no de los baches, cuando llegaba uno, me cogía de improviso y el trallazo en los riñones no era normal. Por la distancia, podíamos haber llegado en una hora, pero llegamos a medio día.
La carretera a la llegada es perpendicular a una calle paralela a la costa. Hacia la izquierda Malpaís y hacia la derecha Santa Teresa. Un hotel, de aspecto antiguo, en la misma intersección me llama la atención y por lo que investigo con posterioridad, fue creado para los primeros surfistas que llegaron por esta zona y aun hoy día sigue siendo reunión de todos los que practican este deporte.
Llegamos al final de Malpaís, volvemos y al final de Santa Teresa, sin ver un hotel que nos convenza. Paramos a comer en una soda (chiringuito) y allí consultamos la guía que compro Jose en Granada. Optamos por el Blue Jay Lodge (urraca azul). Fue lo mejor que nos ocurrió por aquella zona. Las cabinas (bungaloes), situadas a diferentes niveles, estaban casi al aire libre y la envoltura una tela mosquitera, por lo que la sensación es que estabas en el interior del bosque.
Dos cosas nuevas que añadir a nuestras experiencias, una gran tormenta, en la que dudaba que la mosquitera hiciera de conductor en caso de que nos alcanzara un rayo, y aunque habíamos escuchado los monos, hasta aquel entonces no los habíamos visto. Al atardecer los grupos eran tan abundantes que lo raro era no verlos, intente fotografiarlos, pero son unos monos tan nerviosos que no paran de moverse, y entre el zoom de la maquina y su movimiento, imposible plasmarlos en imágenes. Ahora los tengo encima de mi casa, aunque en unos árboles más tupidos, pero tengo esperanza de captarlos.
Las ardillas por las mañanas, se introducían en nuestro habitáculo. Ardillas diferentes a las vistas en Puntarenas; estas eran de un colorido precioso. Las urracas se posaban a un metro de donde desayunábamos.
Solo llegar sabia que no era mi sitio y son muchas las cosas que me hicieron llegar a esta conclusión. En esta calle larguísima y bien bacheada, única de estas dos ciudades, las viviendas, comercios, restaurantes, estaban separadas unas de otras por cientos de metros, por lo que apenas se veía a gente andando, todos iban en qads. Jamás he visto una concentración tan grande de estos vehículos. Todos los hoteles y restaurantes eran de propietarios yanquis al igual que lo eran los chavales que iban con su tabla a cuestas
No comprendo como estas playas sirven para hacer surf, puesto que al bajar la marea dejaba al descubierto un fondo plagado de rocas. Hubiera sido el lugar perfecto de buceo sin la existencia de estas mareas, pero cuando baja como hay que recorrer cientos de metros hasta llegar al agua y hacerlo sobre rocas con el consiguiente peligro de cortes en las piernas, las hacían impracticables para el mismo, independientemente que al ser una playa abierta al Pacifico, los rompientes, aunque no haya temporal, son enormes. Lo dicho, ideal para los surfistas, aunque sigo sin comprender como no se rompen la cabeza en las rocas. Tampoco comprendo de qué viven los mismos, porque aunque me recuerdan a los hippies de mi época, aquellos subsistían de la venta de collares y demás abolorios que ellos mismos fabricaban.
Al segundo día de estar allí, le dije a Jose que el se fuera a ver lo que fuera, que yo iba a echar la mañana en la cabina ordenando ideas. Pasaban los días y no solo no encontraba mi sitio, sino que cada vez veía más difícil encontrarlo. El desanimo se iba apoderando de mi.
Los bolsillos, los llevaba llenos de papeles con anotaciones y teléfonos, por lo que por primera vez saque el portátil que al final me traje y gracias a un transformador que después de mucho trabajo habíamos conseguido en Puntarenas, lo puse a funcionar. Ordene teléfonos, y sobre la marcha me puse a hacer llamadas gracias a un celular que le había pedido al que nos alquilo el todoterreno y que hasta entonces lo habíamos tenido perdido por las maletas. Unos teléfonos estaban mal anotados, pero llamando a otros, los corregía, llame al contacto que me dio la sobrina de Azucena de Malpaís, pero nos fue tan difícil localizarlo y le dije a Jose que abandonara puesto que ya tenía decidido no quedarme allí.
Llamada al contacto de Víctor, se perdía la comunicación, insisto, me da el teléfono de su hermano, consigo hablar con él y quedamos en vernos al día siguiente. A la mañana siguiente fin de nuestra estancia por aquella zona, y repito con la moral bastante baja.













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Visita a mi amigo Mauricio. Lago y volcán Arenal


La verdad es que no se en que momento de la búsqueda de mi asentamiento, pensé que podía pasar el tiempo y no poder visitar a mi amigo Mauricio, así que la suspendí, volvimos a cruzar el golfo de Nicoya, y en vez de escoger el camino más corto a Ciudad Quesada, nos marcamos la ruta que rodea el Lago arenal, hasta llegar al volcán del mismo nombre, donde ya se perdían de vista las aguas del lago, y no muy lejos Ciudad Quesada. No, no solo es bonita la costa en este país, su interior también es maravilloso.
Rodear el lago Arenal, es un gozo para la vista; montañas, bosques, aunque por aquí ya van apareciendo praderas, donde se ve al ganado vacuno pastar a sus anchas. Si aquí, aunque parezca extraño, no se crían las vacas en establos, con piensos adulterados para que den más leche o hagan más kilos, y para más INRI fabricados con los desechos de los mataderos donde sacrifican a sus congéneres, o es que ya no nos acordamos de la enfermedad de las vacas locas, consecuencia de convertir a estos pobres animales en caníbales.
Después de rodear el lago, tenemos las primeras vistas del volcán Arenal, también. La carretera se va acercando a él hasta pasar por su misma falda, pero desgraciadamente estamos en época de lluvias, las nubes tapaban el cráter y no pudimos ver sus erupciones o al menos fumarolas.
Al escribir esto en mi casa y no tener posibilidad de acceder a mi blog en directo, al seguir sin conexión a Internet, no sé si ya he hablado de que estando en San José, fuimos al Instituto Costarricense de Turismo, ICT, en donde después de pasarme de una mesa a otra, llegamos a un departamento en el que nos atendieron. Yo quería saber una cosa muy simple, que me indicaran un lugar, pueblo se sobreentiende, de la costa a donde no hubieran llegado los norteamericanos, a lo que me contestaron que si yo lo descubría se lo comunicara a ellos, de todas formas, en el mapa que allí mismo me dieron, me trazaron una especie de circulo, diciéndome que si existía era por esa zona. Dentro de la zona delimitada entraba Malpaís, de ahí mi interés por ir allí. Mi error estuvo al hacer la pregunta, y en vez de preguntar que lugar de la costa, tenía que haber preguntado qué lugar de Costa Rica, con posibilidades turísticas, no estaba explotado por los norteamericanos. Viene esto a colisión de que todos los letreros alrededor del lago y del volcán estaban en inglés, y no es que fuera como reclamo, puesto que entramos en un paradero de carretera a tomar un refresco y hasta los camareros eran yanquis. Fue lo que menos me gusto.
Llegada a Ciudad Quesada, la sobrepasamos para ir a parar a un hotel, que más que tal eran cabinas, lo que en España se bungalós, y que era un balneario de aguas termales. Dije que hablar más de la amabilidad de los ticos sobraba, puesto que lo raro es encontrarse a uno que no lo sea; pues bien allí estaba, le pregunte si se podía nadar en las aguas termales y sin levantar la cabeza y sin contestarme, me dio, más bien me tiro, un folleto donde explicaban en que consistían los baños. Es una simple anécdota; que ningún tico se ofenda y tu menos Mauricio; estúpidos, los debe haber hasta en la luna.
Ya de noche, llame a Mauricio, estaba de compras con su mujer, y quedamos en que subirían en una hora y que nos llevarían a su casa. Llegaron, saludos rápidos y seguimos a su vehículo con el nuestro hasta llegar a su casa.
Presentación de sus tres hijos, de los cuales el menor, Paulo, lo conocía de un video que un día Mauricio coloco en su blog. La educación de los críos excelente, como ya no se ve por el mundo que he dejado. Aprovecho para mandar un correo a mi hija, y mientras nos habían preparado café y algo de comer. No quisieron que fuéramos a cenar a un restaurante.
Y aquí viene lo difícil Mauricio, y lo que es posible que haya retrasado este escrito, hablar de cómo te encontré en tu depresión. Se perfectamente que cada depresión es un mundo diferente a los demás y puede que algo de lo que te diga en vez de beneficiarte, te hunda mas.
En primer lugar, tus amigos llevaban razón, tienes la familia perfecta, aunque es posible que echéis en falta una hija, en especial tu mujer, pero los dos sabemos que esto no influye en esta maldita enfermedad. Me voy a poner en tu lugar y te diré lo que yo hubiera sentido si me hubiera visto en el caso de recibir una visita tan extraña como fue la nuestra. Hubiera hecho un gran esfuerzo por aparentar que mi estado de ánimo era normal, y posiblemente lo hubiera conseguido, pero cuando hubiera terminado el problema causa del fingimiento, en este caso nuestra visita, hubiera caído agotado en la cama.
Aunque has tenido la suerte de cogerla a tiempo, y nunca será tan profunda como la que yo he padecido, te veo en la fase de recuperación de neuronas, neurotransmisores y hacer que estas produzcan los impulsos eléctricos que te darán el bienestar, por lo que pienso que no se ira mañana ni pasado, pero siempre ten presente que al final desaparecerá, aunque en estos momentos, tu deseo es que fuera mañana.
Quizás has estado en demasiadas manos de psiquiatras/sicólogos. Yo tuve la suerte de solo tener uno en el que confiaba tanto, que me hizo comprender el por qué de los brujos en las tribus y los sanadores que aun pululan por ahí. El fue el clavo ardiendo al que me aferré, y creo que en la depresión tener este clavo es muy importante, aunque no necesariamente tiene que ser un profesional de la medicina, perfectamente puede ser tu mujer, tus hijos, o como en mi caso maquinas como fueron mi moto o mi PC.
También te vuelvo a recordar que el principal motivo de destrucción de neuronas es el estrés continuado, cosa que si no continuado, lo estas sufriendo por motivo de tu trabajo. No te creas imprescindible; tu trabajo contigo o sin ti saldrá adelante y tú eres más importante que cualquier trabajo puesto que de tu recuperación, no solo depende tu bienestar, sino el de tu familia. Aunque te aseguro que tu mujer no me dijo nada, se perfectamente que lo está pasando mal, y a la larga puede pagar las consecuencias.
Por ultimo mis tres reglas de oro:
Primera.- Ni puñetero caso a los remedios que te den los demás, así que todo lo anterior que has leído, que se lo lleve el viento.
Segunda.- Haz en cada momento lo que te pida el cuerpo; si es estar echado en la cama, échate; si es llorar, llora; si es estar solo, aíslate.
Tercera.- No hagas proyectos que no puedas cumplir, no ya para mañana, sino para el minuto siguiente, y cuando digo proyectos no me estoy refiriendo a grandes obras, sino por ponerte un ejemplo el cambiar una bombilla. Nunca te digas: tendría que hacer…
Después de salir de ella estas reglas me las sigo aplicando.
Aunque te parezca una incongruencia, pero en mi caso me alegro de haberla pasado, porque he despertado en un mundo en el que ves con claridad, como sibilinamente han, han moldeado nuestro cerebro para ser unos borregos, adorando al becerro de oro, haciéndonos creer que el trabajo es incluso más importante que tu familia, hasta el punto que aunque por aquí aún no ha llegado, desaparecerá, desaparecerán los amigos y una serie de valores que no son rentables para los oligarcas.
Gracias a ella hoy me considero tan tico como tú, no confundir con patriota, puesto que sabes que soy enemigo de dioses, banderas, himnos y fronteras, causantes de tantas muertes, pero quizás nadie como yo admire tanto no ya las bellezas de este país, sino de los valores que aun conserváis y que para mí tienen un valor incalculable.
No tengo delante mi blog, pero si mal no recuerdo me haces un comentario, en el que me animas a que te visite de nuevo. No amigo Mauricio, la visita me la debes tú a mí; no podré alojaros en mi casa puesto que no tiene más que una cama, pero soluciones hay para todo y cuando charlemos nuevamente, piensa que tienes delante de ti a uno que estuvo muy cerca de abandonar esta vida, quizás te haga recapacitar y veas claro que por mal que te encuentres al final saldrás.







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