Posoperatorio. De todo un poco


La verdad es que salí del hospital con una extraña euforia, pero poco a poco las aguas están volviendo a su cauce y si de algo estoy seguro es de que tal y como me encuentro no estoy en condiciones de comerme el mundo. Tampoco estoy hecho una piltrafa como antes de ir a ver a mi Rafael Navarro (mi psiquiatra), al parecer el antidepresivo, aunque no es la medicina de San Fernando (que desde la botica estaba obrando) va haciendo efecto aunque no con la rapidez que yo quisiera.
Voy haciendo cosas, aunque me pasa igual que al Passat (aun después de haberlo llevado al taller y haberme cobrado unos pocos de euros), que arranca cuando le sale de la pelotas (eso sí, tardara más o menos, pero siempre arranca). Lo primero que hice, fue llevar a la Penca al veterinario, [ya van dos, y ahora tenemos que seguir inyectándole antibióticos (nosotros)].
Se iba acercando el verano y no veía a Jose con muchas ganas de meterle mano a la piscina, así que un día me decidí y lo arrastre a que fuéramos a comprar la pintura. Día siguiente: Jose… ¿pintamos la piscina? Parece que va a llover, me contesta.
Igual al siguiente, hasta que le digo: a este paso no está pintada ni en navidad, así que vamos a pintarla de una puta vez.


La verdad sea dicha, la mayor parte lo hizo el. Yo más bien le di pintura a las aristas y recorte los bordes. También tuve que ir a la casa del vecino a pedirle un foco porque nos llego la noche y no se veía un carajo.
Jose también ha hecho la pequeña huerta. Tomates, pimientos, berenjenas y demás, pero parece que la obligación de su riego lo ha dejado para María y para mí. El tiempo acompaña y con las lluvias que están cayendo, el esfuerzo que tenemos que hacer no es mucho. Y hablando de huertas, al precio que esta el agua, si echáramos cuentas, nos saldría cada tomate veinte veces más que en el Mercadona. Claro que estamos comiendo tomates ecológicos, aunque me imagino que las plántulas que nos venden son hasta transgénicas.


Por aquí ha estado Eva con Jorge, que junto a Alfredo y Rafa, hacían un buen trió. Jose pendiente de que no gastaran ninguna putada. Después de mi siesta, me tenían preparada una tarta para celebrar mi cumpleaños. Tan fuera de este mundo estoy que ni recordaba de esta fecha tan señalada para algunos, y eso que María me había regalado una maquina a presión para la limpieza de la boca (no saben que inventar para sacar el dinero).


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La Leishmaniosis de la Penca


Mi posoperatorio, va bastante bien. Me duele bastante al miccionar (mear) como consecuencia de la dosis de Mitomicina que me metieron en el hospital, pero no es solo el posoperatorio el que mejora, sino que las neuronas van cogiendo su actividad, no sé si como consecuencia del antidepresivo o porque toca.
Estando en Costa Rica, me dijeron que a la Penca le había picado el mosquito , y que le había trasmitido la . La verdad es que no sabía del tema.
Cuando volví vi que la Penca no era aquella que no me dejaba baldear porque quería morder el chorro de la manguera. La notaba triste y en especial la notaba cansada, siempre tumbada, pero cuando había que defender su terreno era ella la que primero daba la voz de alarma y le seguían el Fideo y el Kiko. Vamos que sigue siendo la matriarca, pero al levantarse se veía claramente que le fallaban las articulaciones (algo así como artrosis). Tiene unos ocho años, cara envejecida, y lo veíamos como normal.
Tengo que decir que en su día ya le pusieron su tratamiento.
Anteayer, estaba tumbada junto a mí y observe que se orinaba (Incontinencia).
Ayer María se fue a Marbella, y le dije a Jose de llevarla al veterinario. Puso pegas como que estaba muy sucia, a lo que dije que se jodiera el veterinario, y al final la llevamos a la clínica. Un buen rato de espera y cuando la subimos a la mesa en la que auscultan a los animales, el veterinario ya nos dijo que eran síntomas de la Leishmaniosis. Jose le explicó la historia de la misma, pero nos vino a decir que estos perros mientras duren ya están marcados por la enfermedad, que les va atacando al hígado, al bazo y a los riñones, aparte de articulaciones y otros. Le saco sangre para analizarla y ver el estado de estos órganos y le puso una inyección para la incontinencia. Volveremos dentro de cuatro días para ver los resultados y ponerle tratamiento.
La verdad es que fue la primera que me acompaño durante mi depresión y le tengo bastante cariño.
Por otra parte con tanto animal domestico los veterinarios se están poniendo las botas. Cincuenta euros por la visita, vamos más caro que si se tratara de un humano, pero dejarla morir como un perro tampoco me hace gracia. Al menos el tiempo que dure, intentaremos paliarle sus sufrimientos, aunque es curioso que estos bichos no se quejan.
Como siempre también me cabrea la dichosa industria farmacéutica. No acabo de creerme que no hayan descubierto una vacuna. Es más rentable tener al animal durante un tiempo, quizás años, en tratamiento.
Esperemos que mejore y pueda pasar el final de su vida al menos ejerciendo de matriarca.

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