Renovación de cedula y nuevo viaje a Puntarenas


En el caso de la crisis (ruina) actual, poco se habla de la burocracia, y cuando a ella me refiero, para nada me estoy dirigiendo a los funcionarios. Es inconcebible, que para renovar mí cedula de residente en este país, se tarde un año, y aun no me fio, hasta que no la tenga en la mano.
Despertador a las cuatro de la mañana, viaje en carro hasta el ferry, travesía del Golfo de Nicoya, llegada a Puntarenas, taxi y a Migración. En realidad ni sabía que era un privilegiado, puesto que todos los que estaban allí, habían tenido que ir otro día anteriormente, solo para pedir cita. Yo, creo que dándole lastima al Funcionario/a (primero me dijo que estaría solucionado en tres meses, después en seis, y así) que había llamado por teléfono y que me dijo que me presentara, me lo había evitado. Solo verme me dijo que fuera a su mesa, pero no podía acabar la cosa ahí, me dijo que primero fuera a pagar una tasa al banco el cual todavía no había abierto y donde había unas colas terribles. Me puse en la más larga, hasta que un invalido me aviso que me mudara a la más pequeña. No sé si por ley, se hacen tres colas, la preferente es la de los inválidos, la segunda la de las personas mayores, y la tercera, digamos, la de la gente normal. Es de sentido común y de educación, pero lo último que recuerdo yo de España es de una embarazada que sube a un bus, a punto de dar a luz, y no levantarse ni dios para cederle el asiento.
No tengo muchos problemas para pagar, vuelvo a Migración, no estaba mi fulanito/a y veo que van llamando por números, cosa que yo no tenía. A la hora pregunto por él/ella y me dicen que está reunida con el jefe. Menuda reunión, desde las ocho hasta cerca de las doce. No podía fallar que me dijera que me faltaba otro documento, pero como digo se ve que le di lastima, ordenó todo, rellené un formulario y me dijo que pasara a otro cuarto donde me fotografiaron, me tomaron las huellas y la firma digital. La verdad es que estaba tan liado/a que no pude ni despedirme.
Justo el tiempo de graduarme la vista, comer y volver a tomar el ferry de las dos. Llegamos de noche.
Me habían dado un papel que decían que tenía que entregar en Correos cuanto antes, así que esta mañana, lo primero que hago es llegarme a Cóbano. El sistema no funciona, me dice el funcionario. Funcionará antes de cerrar. Cara de no sé, y a volver mañana a ver si funciona el dichoso sistema o no hay tanta prisa como me dijeron en Puntarenas.


Me queda el consuelo de haber visto una luna llena preciosa.

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Primera tormenta 2013 en Tambor de Puntarenas


Después de lo que ya parecía ser una sequía, llega la primera tormenta a Tambor.
Ellos se habían acostado tarde, por lo que no esperaba ningún acontecimiento especial esta mañana, pero cuando se van desperezando, Jose dice de ir a algún sitio. No estaba muy claro ni a donde iban a ir, pero me apunto para ver si salgo de esta puñetera apatía.


Primero vamos al muelle y no había ni un alma. Bueno en realidad había un pescador encarnando los anzuelos para salir a pescar.



Decidimos irnos a Tangomar, y paramos en la casa de Olga [la macha (la rubia)]. Nos ofrece un fresco y vemos todos los inventos que está haciendo alrededor de la misma, desde una tortuga muerta, caracolas y piedras raras. También vamos a ver otros lotes que están en venta.


Por fin bajamos a la playa y baño que te crió. Hacía tiempo que no lo hacía.
Cerca estaban Toro y Chamwich (no sé cómo se escribe pero al menos así lo pronuncian), buceando para coger langostas y cambutes. No sé si tendrá más suerte que las otras noches, que llevaba más de ocho kilos de langostas y no pudo vender ni una.
Vuelta, comemos, y hay quien se echa un poco. Yo ya estaba pensando en ducharme para irme a la playa cuando se viene una buena tormenta encima.


Aunque según las estadísticas, a los históricos de este mes no le corresponde ni un litro, para eso están, para fallar.
De una forma o de otra, el invierno se está acercando, y yo lo prefiero a este calor, que más que calor, es la humedad que hay en el ambiente.

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