El ultrajador Imperio de Bernardo Souvirón


Imagino que la mentalidad conquistadora de los romanos no se debe a ninguna característica natural y no creo que ningún dios haya empujado a nuestra ciudad a someter a otros pueblos. Una serie de circunstancias nos han llevado a desempeñar ese papel que, realmente, justifica y justificara nuestra historia para siempre.
Sin duda la conquista es una labor ardua y difícil, y resulta con frecuencia penosa para el conquistador y para el conquistado. Sin embargo las heridas que produce la violencia inevitable de la guerra pueden cerrarse pronto si el conquistador es capaz de demostrar que, en efecto, las condiciones de vida mejoran con su presencia.
Acabo de visitar algunas provincias. En todas ellas impera la ley, de manera que la gran mayoría de la población siente ahora una protección mayor que la que se sentía antes de la presencia romana. Los que nunca han tenido derechos han visto como, bajo el palio de la autoridad romana, algunas de las injusticias que habían sufrido secularmente han desaparecido de sus vidas. Creo sinceramente que con el paso del tiempo habrán aceptado por completo un modo de vida civilizado.
Sin embargo, he de decir con sinceridad que en algunos lugares he visto también rencor y recelo, lo que nos obliga a conseguir que esa parte de la población (propensa a presentarse como héroes salvadores), y especialmente la ideología radical y violenta que representa, no sean reforzadas en absoluto por un comportamiento arrogante e injusto de nuestras tropas de ocupación. Por ello, me ha complacido enormemente comprobar como, el bienestar representado por Roma ha ido haciéndose evidente, los núcleos de resistencia mas activos han desaparecido o, al menos, se han debilitado francamente. No tengo ninguna duda de que los acueductos, las carreteras, los puentes, las bibliotecas, los baños públicos, los gimnasios, las escuelas y, en general, todas las señas propias de la civilización romana son infinitamente mas eficaces que las armas y las tropas de ocupación, pues hacen que la gente común aprecie con sincera devoción el bienestar que representa la presencia de Roma en sus comunidades.
A mi entender solo hace falta una cosa más; integrar la cultura y las costumbres de los provincianos en las estructuras políticas y sociales romanas. En ese sentido juzgo fundamental nombrar gobernadores, senadores y cargos públicos entre los naturales de estas tierras conquistadas y, especialmente extender los derechos de la ciudadanía a la mayor parte de la población autóctona. Porque si Roma se limita a explotar a estos hombres, a esquilmar las riquezas de sus tierras y a imponer su poder gracias a la superioridad de sus ejércitos, nuestra presencia en las provincias será efímera y acabaremos siendo odiados por todos, igual que se odia a un enemigo común al que hay que derrotar a cualquier precio.
Si no aplicamos una política de ayuda y de mejora en todos los aspectos, las provincias serán la tumba en la que Roma acabara enterrada para siempre.

Por Bernardo Souvirón de MANUSCRIPTUMPARIUM. Lib. VII, cap. II

No me he resistido a transcribir este escrito, porque para mi es inconcebible, que a pasar de haberse portado infinitamente mas civilizada que el Imperio que nos ha tocado soportar, el final como predecía el autor, Roma fue enterrada para siempre.
Dicen que es necesario aprender de nuestra historia para no volver a repetir los mismos errores, pero esta visto que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

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