Playa Manzanillo y costeando hasta Santa Teresa y Malpaís



Tenemos que ir a Cóbano a que firmes la transferencia del carro, me dice Vanessa.
Sobre la marcha, le contesto.
Imaginándome lo que iba a pasar, echo las gafas y las aletas. Se viene con nosotros Kim.
No hacía falta tener mucha imaginación, no estaba el abogado así que decidimos ir a una playa donde pueda bucear. Antes de seguir camino, entro en la farmacia a comprar unas gotas para los oídos; tengo una pequeña infección en uno de ellos (Jamás la había tenido y me he estrenado en este país)
Vanessa dice de llegarnos a la playa de Manzanillo. Tampoco había estado en ella así que la idea me parece bien. Ella conduce y yo voy de copiloto con la maquina en ristre. Kim atrás.
Sigo sin comprender como, al menos por esta zona, predominan los vehículos de carretera sobre los todoterrenos. Tenía razón Goro cuando me decía que prevalece el aparentar.
Después de dejar atrás el desvío de Malpaís, un par de cruces de caminos, uno de ellos sin ninguna señalización, carrera de obstáculos sorteando baches, cosa imposible con alguno de ellos puesto que estamos en época de lluvias, el agua en su interior está a rebosar y tienes que imaginar la profundidad; al fin llegamos a un pequeño grupo de casas, que según Vanessa es Manzanillo y según el mapa que llevo debía ser Santiago o no hemos pasado por él.
Playa de Manzanillo. Preciosa, pero empieza mi desilusión; magnifica para practicar el surf, pero imposible para el buceo; además la mar continua brava.
Decidimos continuar camino, costeando, hasta Santa Teresa. ¡Menudo caminito!.. Es mas de una vez la que hay que poner la tracción a las cuatro ruedas, pero el colmo es cuando llegamos a un riachuelo, por llamarle algo, puesto que por el bajaba bastante agua y o lo cruzamos o hay que dar vuelta. Vanessa se decide a hacerlo y yo me veo con el carro bañándome en el Pacifico, pero no, lo vadeamos bien.
Ni que decir tiene que la vegetación no ya es que llegue hasta el mar, sino que se adentra en él. Precioso pero… me quedo sin bucear. En algunas calas lo podía haber hecho pero el agua está turbia.
Llegamos a Santa Teresa y ya se ha pasado la hora de comer, así que paramos en una soda, la cual me era familiar por haber estado en ella con mi hijo.
No me rindo y digo de llegarnos al final de Malpaís, donde sabía había una cala pero basta que desees una cosa para que no se cumpla. Definitivamente hoy no es mi día de buceo. Me dicen que podré hacerlo cuando cambie la luna; aquí hay que contar con ella no solo para podar sino hasta para castrar a los animales.
De vuelta para Cóbano conduzco el carro. Ya le tengo bien tomada la distancia entre ruedas, única forma de evitar baches, pero aun así a veces es inevitable meterse en el que creías evitar por centímetros. Todo el camino en segunda y a dos mil quinientas revoluciones.
Llegará el buceo. Además, todavía no estuve en Isla Tortuga.

Si quieres situarte puedes ver el mapa de la entrada anterior.


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