A quien no quiere caldo... dos tazas. Vuelve la depresión


Cuando me he decidido a escribir esta entrada, para el titulo lo primero que se me ocurrió es algo así como que estoy hasta los… de la Ley de Murphy, aquella de si algo puede salir mal, saldrá mal, pero solo ponerme delante de este artilugio, me acordé de esta frase, de origen cubano, de a quien no quiere caldo...dos tazas que creo que es la que mejor define lo que quiero expresar.
Desde que volví de Costa Rica, he ido bajando a un pozo que cada vez me tenía más hundido. Las causas más o menos las . Ya en ella decía: yo y mi puta manía de que el cuerpo es una maquina cuasi perfecta que tiene los suficientes recursos para su propia curación, Pero no, el cansancio, sobre todo el mental, me iba en aumento, el dormir por las noches iba bastante mal, mi ascetismo iba ganando terreno y otras cosas que me recordaban mi pasada depresión. Ni con mucho quería pensar que volvía al martirio del que tanto me había costado salir. Tampoco quería seguir en el estado que me encontraba/ ¿me encuentro? Viene la eterna duda: ¿Voy a un médico de medicina general o a un psiquiatra? Tengo la experiencia de mi médico de cabecera que a la tercera me mando unas pastillas que ni sabia para qué carallo eran. Investigué cuando pasado el tiempo vi que no me hacían efecto (el me dijo que los notaria a los diez días) y veo que es un genérico del famoso Prozac. Para que mi médico de cabecera me recete antidepresivos, mejor voy a que me vea mi Rafael Navarro (mi brujo en mi anterior depresión). ¡Qué trabajo me costó decidirme! Fue María la que, digamos me forzó.
La verdad es que me alegre mucho de verle. Creo que él también. Sigue con la misma táctica. No me pregunta el motivo de mi visita, me dice que le cuente que tal me ha ido en Costa Rica. Me explayo: Lo feliz, la libertad de que gozaba, la gente tan especial, el clima y los motivos que me hicieron volver [Hacienda, partición de bienes, herencia y otros menores (o quizás no tanto)]. Ya en España, mi hematuria, mi operación de vejiga, la quimioterapia, la cistoscopia y la noticia fatal de que tengo que volver a operarme; aparte de que no he resuelto nada de lo que me trajo. Durante mi disertación apenas me interrumpió para comentar las costumbres de aquellas gentes, sus comidas y algo mas (se conoce perfectamente aquella zona). Termino, un corto silencio y pregunta, creo que estúpida por mi parte:
¿Qué es lo que tengo?
Depresión (palabra que aunque la tenía in mente no quería escuchar).
Sé que no hay dos depresiones iguales, pero lo que tengo ahora en nada se parece a mi anterior martirio.
Vamos a ver: has pasado de la gloria al infierno (no fueron exactamente estas palabras) y te aseguro que la neuronas se resienten y tu lo estas pagando. Te aseguro que nada tiene que ver con la que tuviste. Por lo pronto te voy a cambiar el antidepresivo, el que te ha mandado esta mas anticuado que la máquina de vapor.
Me hace un informe para mi médico de cabecera y me dice que lo llame dentro de una semana para contarle como me va.
Repito: A quien no quiere caldo... dos tazas.
Confió en mi psiquiatra y tengo la seguridad de que hare lo imposible por salir del bache.
Al menos se dé que me viene mi puñetero cansancio.
Me pregunto: ¿Y si no hubiera venido? La mayoría de las cosas que me trajeron fueron cuestiones monetarias, y mi pensamiento actual es que le den por el culo a todo el dinero del mundo. ¿Y el tumor en la vejiga? Me acuerdo de Betti, que aparte de mi cocinera era mi curandera. Cada vez que me quejaba de algún achaque del cuerpo, sin yo pedirle nada, me venía con algún bebedizo de hierbas y remedio santo.
Pongo en una balanza mis dos males. El de la operación de vejiga me importa un carajo; como si quieren rajarme de arriba abajo. A la depresión si le temo, aunque mi brujo me ha transmitido confianza, se que se sabe como empiezan pero no como acaban.
Cada vez veo más lejana mí vuelta a Costa Rica.

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