Bañarse en agua fría. Es psicológico


Que es psicológico, lo sé, pero me ha sentado muy bien.
Cuando estaba en mis horas bajas allí en Costa Rica, pensaba en agua fría. Pensaba en donde podía encontrarla para bañarme en ella, y por más que lo hacía no se me ocurría nada. El agua de la ducha, el agua del mar, la del rio y la de la lluvia estaban aproximadamente a la misma temperatura, y enfriar agua en el frigorífico no me parecía la mejor idea. Tampoco tenía bañera donde echarla.
El que pensara en bañarme en agua fría tiene su explicación. En alguna entrada habré escrito que en los peores momentos de la depresión mayor que pasé, pensé que solo había dos caminos, intentar salir de ella o el otro (que no quiero ni mencionar) y para intentar salir pensé, no sé por qué se me ocurrió esto, en por la mañana al levantarme, tirarme a la piscina. Ya había pasado el verano, y en otoño y en invierno estuve haciéndolo hasta que me dio un dolor en la nuca que no se ni como llegué nadando a las escaleras. Hasta ese dolor, que yo achaque a una hipotermia (había días que la temperatura ambiente era de 0º o menos), no dejé de hacerlo porque notaba una mejoría que ningún antidepresivo me había dado. Sinceramente creo que fue lo que me hizo salir de ella.
Al llegar a España lo primero que hice fue ducharme con agua fría, pero no era lo mismo.
Con la piscina con unos 70 cm hoy no me he aguantado y me he bañado. Repito lo que he dicho al principio, que bien me ha sentado. Será el efecto placebo, pero bienvenido sea.

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