El estrés. Necesario y mal de nuestro estado del bienestar


  

Aunque ya en su día escribí sobre el huye o ataca, hoy después de leer, la revista El Semanal, creo que merece seguir escribiendo sobre el tema, aplicándolo al ritmo de vida que la dichosa “sociedad del bienestar”, nos esta imponiendo
El mecanismo del estrés, se ha sido desarrollando durante millones de años, y debido a él nuestros antepasados afrontaban sus desafíos diarios.
El mecanismo recibe el nombre de “reacción aguda de estrés” o reacción fight or flight (lucha o huida, aunque yo prefiero el huye o ataca). Ante la presencia de un peligro, la reacción automática del cuerpo, sigue siempre el mismo patrón, dictado desde el cerebro. Las redes neuronales dan la “alarma”, y esta señal se extiende por todo el cuerpo en una décima de segundo: la respiración se acelera, aumenta el ritmo cardiaco y la presión sanguínea, hace su aparición la adrenalina que se encarga de que el cerebro y los músculos cuenten con un aporte adicional de energía, y el cuerpo ya esta preparado para luchar o huir.
Simultáneamente, los vasos sanguíneos cutáneos se estrechan, para que en caso de herida, la hemorragia se reduzca; el sistema inmune moviliza grandes cantidades de células defensivas para que la posible herida no se agrave por una infección. Mas tarde las capsulas suprarrenales, liberan cortisol. Esta hormona agudiza aun más la reacción corporal, pero también da la señal de parada, ¡el peligro pasó! Podría seguir describiendo con términos científicos en que consiste el estrés, pero no es esa mi idea.
¿Cuándo es bueno el estrés? Desde luego, nuestro cuerpo no ha tardado millones de años en desarrollarlo inútilmente, luego no solo es bueno, sino necesario. Eleva la capacidad de atención, ansiedad o rabia, y a corto plazo mejora la capacidad de aprendizaje o memoria; fortalece las defensas por si se producen heridas, aumento de la capacidad de coagulación de la sangre, aumento de la frecuencia respiratoria para llevar mas oxigeno a la sangre, aceleración del pulso cardiaco, dilatación de los vasos sanguíneos para mejorar el abastecimiento de sangre a los músculos, y mas. ¿Cuándo ocurre? Ante la inminencia de un atropello, caída de una moto (yo he levantado la mía que pesa mas de 150 Kgs como de una pluma se tratara), aparición súbita de un animal al que consideremos peligroso, un árbol que se va a caer, pelota que cruza delante de nuestro vehiculo, picadura de una avispa, y la lista seria interminable aunque natural.
¿El por que entonces cuando hablamos del estrés, lo hacemos como si de la peste se tratara? Muy fácil, nuestra sociedad del bienestar, ha aumentado por un millón las causas por las que se puede activar y nuestro cuerpo no lo puede soportar. Hasta hace bien poco, se activaba al ver una serpiente, si nos íbamos a caer, pero ahora las situaciones diarias a las que estamos sometidos son infinitas.
Aumento de la presión en el trabajo, turnos rotatorios, padres mayores que necesitan cuidados, gran volumen de trabajo, un alto nivel de responsabilidad, aunque estas dos ultimas causan menos daño que la falta de control en el trabajo diario y mas si afecta a nuestra seguridad económica, ver que no se llega a final de mes, no tener poder de decisión, temor al despido, estar en el paro, ser incapaz de cambiar de situación y otras que todos conocemos
Nuestro organismo no se ha adaptado aun a este nuevo tipo de factores estresantes, dice Roland von Känel, del Hospital Universitario de Berna. Si falla el mecanismo evolutivo que desactiva el sistema del estrés, este se vuelve peligroso. Las personas aquejadas de estrés crónico aumentan el riesgo de infartos cerebrales y cardiacos, afecta al sistema inmune, proclives a infecciones graves, furor homicida de nuestro sistema de defensas, aparición de alergias, artritis reumatoide, esclerosis múltiple, inflamaciones musculares, envejecimiento prematuro, pero para mi la peor de todas, quizás porque la he padecido, es la depresión, considerada la enfermedad del siglo XXI y causante de un gran numero de suicidios. Mi gran pregunta después de salir de ella, es si merece la pena pasar por toda esta cadena de padecimientos, por vestirnos ropa de marca, tener un coche ultimo modelo, cuando perfectamente podíamos haber pasado con el que teníamos, los atascos en las ciudades cuando podíamos ir la mayoría de las veces andando o en trasporte colectivo, el querer demostrarle al vecino que tienes mayor poder adquisitivo a cambio de horas extras.
Quizás todos debíeramos pasar por una depresión. Al menos yo después de salir, todo lo anterior lo veo inútil; no tengo prisa por nada, no ambiciono grandes cosas y casi aseguraría que mis necesidades son mínimas, a nadie envidio, no deseo mal a nadie, pero también comprendo, que es muy difícil escapar a los subterfugios con los que nos enganchan en esta puñetera sociedad del consumo.

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