Penca también nos dejó


Los acontecimientos se van uniendo y el dolor afectivo se va multiplicando, hasta llegar al escrito anterior.
Ayer hablo con España y me dicen que la Penca, está muy mal, que ni siquiera podía salir de su caseta y que daba una especie de aullidos lamentándose. No me cupo la menor duda, no llegaría al día siguiente, incluso si no hubiera sido fiesta y hubiera habido un veterinario al que llevar. Hoy me lo han confirmado. La Penca dejó de existir.
Como llegó hasta mí ya lo hace bastantes años. También hace más de un año cuando lo hice sobre su . No voy a volver a describir lo que fue la Penca, puesto que más o menos ya lo hice en los enlaces que he colocado, pero esta tarde me he acordado de algo en concreto. Todos sabemos del gran olfato de estos animales, en especial porque son utilizados por la policía para detectar drogas. Quizás lo que mucha gente ignora es que cuando los humanos tenemos miedo, segregamos un olor que también lo detectan, de ahí que algunos se envalentonen e incluso ataquen, pero de lo que estoy casi completamente seguro es que muy pocos, o quizás nadie, sepan, es que también huelen cuando una persona sufre.
Estaba en plena depresión, y en la misma hay altibajos. En los bajos es cuando piensas que para sufrir de esa forma mejor es dejar esta vida. En esos momentos desesperantes, aparecía la Penca y sin pasar de la puerta de la habitación en que me encontraba, se tumbaba, pero no precisamente para dormir, sino que me miraba con unos ojos más bien de vigilancia, o de reprimirme. En uno de esos momentos, tuve la fuerza suficiente para sacarle la imagen que encabeza este escrito.

No, esta tarde no me he ido a las mesas de la playa. Precisamente por estar en las fechas en las que estamos, ha venido mucha gente (ticos) y sabía que no iba a tener la tranquilidad que deseaba, así que me he ido a la desembocadura del rio a intentar sorber paz interior, cosa que necesitaba.


He visto la puesta de sol y he vuelto con algo de luz. Me ha hecho bien.
Se han encadenado una serie de cosas, algunas extrañas, como que me acordé de un blog que debía de quitar de la circulación y por circunstancias que no llego a comprender me dio por imitarlo y después no he sabido (tampoco he profundizado demasiado) devolverlo a lo que era, pero bastante menos el que desapareciera la última entrada, la que antecede a esta (he tenido que volver a meterla). Sigo sin creer en brujerías, milagros ni en quimeras.

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