Después de lo que ya parecía ser una sequía, llega la primera tormenta a Tambor.
Ellos se habían acostado tarde, por lo que no esperaba ningún acontecimiento especial esta mañana, pero cuando se van desperezando, Jose dice de ir a algún sitio. No estaba muy claro ni a donde iban a ir, pero me apunto para ver si salgo de esta puñetera apatía.
Primero vamos al muelle y no había ni un alma. Bueno en realidad había un pescador encarnando los anzuelos para salir a pescar.
Decidimos irnos a Tangomar, y paramos en la casa de Olga [la macha (la rubia)]. Nos ofrece un fresco y vemos todos los inventos que está haciendo alrededor de la misma, desde una tortuga muerta, caracolas y piedras raras. También vamos a ver otros lotes que están en venta.
Por fin bajamos a la playa y baño que te crió. Hacía tiempo que no lo hacía.
Cerca estaban Toro y Chamwich (no sé cómo se escribe pero al menos así lo pronuncian), buceando para coger langostas y cambutes. No sé si tendrá más suerte que las otras noches, que llevaba más de ocho kilos de langostas y no pudo vender ni una.
Vuelta, comemos, y hay quien se echa un poco. Yo ya estaba pensando en ducharme para irme a la playa cuando se viene una buena tormenta encima.
Aunque según las estadísticas, a los históricos de este mes no le corresponde ni un litro, para eso están, para fallar.
De una forma o de otra, el invierno se está acercando, y yo lo prefiero a este calor, que más que calor, es la humedad que hay en el ambiente.
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