Tierra biológicamente productiva. Huella Ecológica
Que la ecología esta de moda es verdad. Que no paran de darnos consejos estúpidos como el de afeitarnos con vaso de agua calentado en el microondas para ahorrar agua, o que dejemos el coche, que nos lo vendieron como algo imprescindible, en el garaje, también es verdad, pero que no paren de darnos el coñazo con la huella ecológica y otras necedades, para demostrarnos que todas las culpas de lo que ocurren en este planeta, las tiene el currito de a pie, eso ya no me hace tanta gracia.
Antes de saber lo que es la huella ecológica, deberíamos saber lo que es la capacidad de carga que es el nivel de población que puede soportar un medioambiente dado sin sufrir un impacto negativo significativo
La huella ecológica fue formulada por primera vez por el economista ecológico Mathis Wackernagel y consiste en una traducción a hectáreas de tierra biológicamente productiva de los patrones de consumo de un país, una ciudad o un individuo. Aunque en Internet nos han puesto cantidad de tests para calcular la nuestra, la cosa ni muchísimo menos es tan fácil y se complican con miles de tecnicismos.
Hay cinco dimensiones básicas en el cálculo de la huella ecológica:
1. Superficie artificializada: cantidad de hectáreas utilizadas para urbanización, infraestructuras o centros de trabajo.
2. Superficie necesaria para proporcionar alimento vegetal.
3. Superficie necesaria para pastos que alimentan ganado.
4. Superficie marina necesaria para producir pescado.
5. Superficie de bosque necesaria para servir de sumidero del CO2 que arroja nuestro consumo energético.
A nivel mundial sabemos que la biocapacidad existente es aproximadamente de 1,7 hectáreas por habitante en el mundo, es decir, que si repartiéramos el terreno biológicamente productivo tocaríamos a 1,7 hectáreas por individuo. Ahora bien, la huella ecológica media mundial es actualmente de 2,8 hectáreas por habitante, lo que significa que se necesitarían dos mundos para satisfacer el actual ritmo de consumo y generación de residuos.
La palma se la lleva Estados Unidos, con una huella de 12,5 hectáreas por habitante. Es decir, para sostener el american way of life se necesitan algo más diez mundos. España tiene una huella de 5,5 hectáreas o lo que es lo mismo, 2,5 veces su propia superficie.
Una de las virtudes de este indicador es que pone cifras a algo que ya sabíamos intuitivamente, pero como siempre la culpa de que esto ocurra, no la tiene el transporte marítimo, las fabricas de automóviles ni el atosigamiento propagandístico para hacernos consumidores compulsivos, la culpa la tenemos tú y yo que somos gilipollas. Ya el colmo fue a la conclusión (Para si la hubiera querido Adolf Hitler) que llego Malthus, que declaro a los pobres población sobrante y no les dejó más solución que morir en hambrunas y guerras para no poner en peligro la afluencia (equilibrio decía él) de recursos naturales que necesitan los países ricos.
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La tormenta perfecta en los rugientes cuarenta
Uno de mis entretenimientos es ir comparando el localizador de visitas con los de días anteriores para ir viendo desde donde lo hacen. No le damos importancia a pequeñas maravillas que ponen a nuestro alcance, como estas en la que no solo te dicen el numero de visitantes que has tenido, cuantos te están viendo en tiempo real, y por ultimo el lugar desde el que te han visitado. Mi imaginación vuela y pienso si he estado en ese lugar en mis tiempos de navegante. Desde Adelaida, al sur de Australia, se que he tenido al menos un visitante y me han venido a la memoria recuerdos no ya de la ciudad, en la que estuve, sino de lo que nos costo llegar a ella.
Siempre he admirado a los navegantes solitarios que han dado la vuelta al mundo y en especial los que lo han hecho sin escalas; la preparación no ya física, que también, pero la sicológica me parece de seres de otro planeta. He leído mas de un libro de estos navegantes, y todos mencionan los rugientes cuarenta; se refieren al paralelo cuarenta y a sus temporales. Andábamos como he dicho al sur de Australia, cuando el Capitán me advirtió que afirmáramos todo lo que se pudiera desplazar, porque se avecinaba meneo. Nunca imagine el tipo de meneo que nos tocó. Lo de moverse el barco como una cáscara de nuez, os aseguro que en este caso no fue un tópico. Era mi primer viaje como Jefe de Maquinas, y las mismas durante la navegación se ponen en automático al igual que los aviones ponen al piloto, pero viendo que me podían saltar los automáticos, declare el estado de maniobra y lo pusimos todo en manual, sabia que si nos quedábamos sin maquina seriamos un juguete a merced del temporal. La hélice salía del agua y las turbinas se revolucionaban peligrosamente. No veía lógico que le estuviéramos presentando cara a semejante tormenta, por lo que me fui a hablar con el Capitán para preguntarle por qué no ponía el barco al pairo. Buscaba el abrigo de la costa, todo lo contrario de lo que hay que hacer en estos casos pero tengo que reconocer que acertó. Había tripulantes que habían navegado toda su vida a los que vi llorar implorándole a su dios. La verdad sea dicha yo pensé que de esa no escapábamos, pero nunca tuve miedo a la muerte, puede que mi obsesión por mantener a la maquina en funcionamiento, me impidiera ver mas allá de mis narices. Fue con mucho el peor temporal que he pasado y he pasado bastantes.
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Siempre he admirado a los navegantes solitarios que han dado la vuelta al mundo y en especial los que lo han hecho sin escalas; la preparación no ya física, que también, pero la sicológica me parece de seres de otro planeta. He leído mas de un libro de estos navegantes, y todos mencionan los rugientes cuarenta; se refieren al paralelo cuarenta y a sus temporales. Andábamos como he dicho al sur de Australia, cuando el Capitán me advirtió que afirmáramos todo lo que se pudiera desplazar, porque se avecinaba meneo. Nunca imagine el tipo de meneo que nos tocó. Lo de moverse el barco como una cáscara de nuez, os aseguro que en este caso no fue un tópico. Era mi primer viaje como Jefe de Maquinas, y las mismas durante la navegación se ponen en automático al igual que los aviones ponen al piloto, pero viendo que me podían saltar los automáticos, declare el estado de maniobra y lo pusimos todo en manual, sabia que si nos quedábamos sin maquina seriamos un juguete a merced del temporal. La hélice salía del agua y las turbinas se revolucionaban peligrosamente. No veía lógico que le estuviéramos presentando cara a semejante tormenta, por lo que me fui a hablar con el Capitán para preguntarle por qué no ponía el barco al pairo. Buscaba el abrigo de la costa, todo lo contrario de lo que hay que hacer en estos casos pero tengo que reconocer que acertó. Había tripulantes que habían navegado toda su vida a los que vi llorar implorándole a su dios. La verdad sea dicha yo pensé que de esa no escapábamos, pero nunca tuve miedo a la muerte, puede que mi obsesión por mantener a la maquina en funcionamiento, me impidiera ver mas allá de mis narices. Fue con mucho el peor temporal que he pasado y he pasado bastantes.
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