Visitando la reserva natural de Curú
Está muy cerca de aquí, y es mucha gente la que se extrañaba de que aún no la hubiera visto y hay dos razones para que no lo haya hecho: La primera y principal que huyo de los lugares a los que llevan a los turistas, Llámese Curú o Isla Tortuga. El 90 % de los tours organizados son a estos dos lugares, pero en el caso especial de Curú, es una playa y según la Ley sobre la zona marítimo terrestre, en su Artículo 23, dice textualmente:
El Estado o las Municipalidades deberán construir vías, para garantizar el acceso a la zona pública.
Se declara de interés público toda vía de acceso existente o que se origine en el planeamiento del desarrollo de la zona pública y procederá su expropiación. En el Artículo 10.- La Zona Pública, que es la faja de cincuenta metros de ancho a contar de la pleamar ordinaria y las áreas que quedan al descubierto durante la marea baja .
Pues bien, muchas de las vías de acceso que yo conozco, están cerradas y en el caso de Curú incluso te cobran por entrar; 2.000 colones a los ticos y 5.000 a los extranjeros (Con desgana, yo solo pagué 2.0000).
Me imagino que habrá sus excepciones y Curú representa uno de los pocos bancos de genes de flora y fauna silvestre protegidos en la Península de Nicoya y fue el primer Refugio de Vida Silvestre en manos privadas creado en Costa Rica.
Ya en la entrada, hasta el aparca carros sabía perfectamente inglés y a todo lo que te guían es a que hagas un tour en panga hasta Tortuga que esta tan cerca que se puede llegar nadando, o a que cojas un guía para recorrer los senderos. Como es lógico nosotros nos fuimos solos.
Veo un hermoso cartel en el que te vienen a decir que si no tienes cuidado los cocodrilos te devoraran. ¡Aleluya! ¡Por fin voy a ver cocodrilos! Ni uno solo vi, e hice por verlos. Primera tomadura de pelo.
Senderos, puentes que les falta poco para caerse y hermoso cartel que indica Finca de los monos. Después de mucho caminar, veo un cariblanco. Alegría, porque desde que estoy en Costa rica es la primera vez que lo veo a pesar de que son muchos los que me han dicho que por encima del muelle hay bastantes. Al pobre cariblanco lo atosigue tanto que al final se cabreo, e incluso en su ayuda acudió otro. Me hicieron dos ataques, en el primero tuve sus colmillos a veinte centímetros de mi cara, pero en el segundo que se subió en una hoja de una palmera. Creí se me tiraba encima, aunque al final lo único que hizo es tirarme trozos de palo y chillarme en plan agresivo.
El bosque lo vi demasiado seco, también es verdad que estamos en esa época y ya todos están amarilleando. Según las estadísticas, Enero, Febrero, marzo y Abril, son meses en los que no cae una sola gota en Tambor.
Había restaurantes, pero estaba tan desilusionado que decido irme a comer al estero de Pochote. Allí da gloria estar.
En el camino de vuelta veo a un venado hembra con su cría. No era el primero, pero nunca tan cerca.
Merece la pena clocar estas imágenes de los cariblancos.
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Al río Pánica a por orquídeas aéreas
La verdad es que no hay que hacer muchos proyectos para darse un bonito paseo. Carlos cuando viene de su trabajo en el hotel, normalmente nos visita, y hoy nos dice que en el rio Pánica tiene unos palos con orquídeas. No lo pensamos mucho y vamos a por ellas. Pienso que su interés en llevarnos más que por darnos las plantas era por llevarse una maroma que algún barco había perdido y el mar la había arrojado a la playa.
La verdad es que el trazado del Río Pánica me tiene más desorientado que una brújula en una batidora. Como lo hemos cruzado dos veces con la corriente de derecha a izquierda en la ida, sigo sin explicármelo. La tercera, aunque no llegamos a cruzarlo, hubo que meterse en él para dar la vuelta, pero esta vez la corriente venia de izquierda a derecha (¿???????). A partir de aquí Carlos continúo andando y después vino cargado con un palo en el que habían, digamos enraizado, varias magnolias.
Lo de las plantas aéreas, es, al menos para mí, algo curioso, en primer lugar porque las creía parasitas, y no lo son, y en segundo lugar, porque las hay de gran tamaño que no sé cómo narices han llegado las semillas allí, como es el caso de los tabacones.
Camino de vuelta dejamos a Carlos en su casa.
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