Los humanoides de Google te felicitan antes que los amigos


Que la red nos controla, lo sabía, no hace falta más que leerse el contrato de cualquier red social. Y esto solo es la punta del iceberg. No hay más que leerse esto, pero hoy me he quedado asombrado de que ya ni lo disimulan. Esta mañana cuando me pongo delante de la computadora, y abro internet, tengo como página predeterminada Google y me aparece uno de sus famosos doodles. ¿De quien será hoy el aniversario? Me pregunto, y automáticamente pincho sobre el mismo. ¡Sorpresa!, me felicitan en mi cumpleaños. La verdad es que ni lo recordaba, así que ha sido una puñetera maquina la primera en felicitarme.
¿Huyes de los actos sociales, como bodas, cumpleaños, primeras comuniones y demás?, pues jodete, porque ya hasta en la intimidad te lo recordaran.


Lo que me extraña es que no me hayan notificado el bautizo de Paula.

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De lo que es natural al derroche


Andábamos en mi mesa de la playa haciendo cábalas, sobre si irnos o esperar un poco más. Gotas caían pero se podían soportar. Si aumentaban había que dar por hecho de que nos pondríamos chorreando.
Alguien se acerca por allí diciendo que esperaban a un camión de bomberos, para tirar una colmena de uno de los árboles del paseo. Nos acercamos a verla y efectivamente, era de un tamaño similar a una damajuana mediana, o sea que no llevaba allí un día ni dos.
No es mucho lo que tarda en llegar una dotación de bomberos, incluido un camión y una pick up. Dos de ellos se ponen unos trajes de castrar colmenas, sacan la manguera y de un cañazo destrozan la colmena y los restos caen abajo. Que no dudemos en llamar si tenemos un problema similar, nos dice, supongo que el jefe.
Una hora desde Paquera para venir y otra para volver. Combustible y demás gastos.
Por cierto uno de los bomberos al verme el cigarro en la mano, me advierte que las abejas acuden a los olores fuertes, a lo que le contesto que soy inmune contra ellas y contra las purrujas. Ya estoy hasta los cojones de ser un apestado.
Una vez vueltos a sentar en la mesa, los tertulianos, coinciden en su crítica: Toda la vida, para deshacernos de una colmena que podía ser peligrosa, hemos cogido una caña de bambú, le hemos liado un trapo viejo en la punta bañándolo con aceite o gasolina, y al llegar la noche las hemos quemado, no quedando ni una.
Por aquí se empieza.

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