Congo semielectrocutado
Sin carro, y con la ansiedad por las nubes, es poco lo que me muevo, eso sí, no hay día que falte a ver el atardecer. A la playa estaba llegando cuando escucho un golpe como de haber caído un saco, me fijo y veo al pobre congo desparramado. Miro hacia arriba y veo los cables, así que no dudo que se ha electrocutado. Pasado un momento, intento acercarme a él pero veo que me enseña los dientes. Lo toco con un palo y lo muerde. Este se salva, pienso. Espere un rato y empieza a subirse por una alambrada, consigue asirse de una rama, pero de allí no lo veo que pueda pasar. Pasaba de poner cara de fiera a cerrar los ojos como diciendo: ya no puedo más, así que lo dejo. Creo que más bien estábamos estorbando. Alguien incluso quería traerle agua.
Ya en mi mesa y no habrían pasado ni veinte minutos, volví para ver cómo se encontraba. Ya no estaba, lo cual para mi es buena señal.
No es la primera vez que los veo subidos en los cables.
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Otro niño de la calle. Huevo de pato
No es la primera vez que hablo de los niños de la calle, lo hice en mi anterior blog, pero por aquel entonces no conocía a Ángel, lo he conocido después de mi segunda llegada a este pueblo. Es de los más asiduos de mi mesa, y cuando no se sienta porque va de paso, no falla el que deje de acercarse para pedirme un blanco.
Yo escuchaba hablar de huevo de pato y no sabía a quién se referían, hasta que un día me lo señalaron y me dije, coño pero si es Ángel. Así lo conocen por aquí, aunque sigo sin saber el porqué. Lo averiguaré.
Ángel es un chaval, para mí, cojonudo, aunque ya no me fio ni de mi padre en caso de que existiera, después de que Diego (Ya hablo de él en el anterior enlace), es muy probable me birlara un reloj, reloj que no era mío.
De todos los que lo conocen están divididos entre los que dicen que es un chaval loco porque si, y los que opinan que es así porque no tiene padres. También es difícil saber dónde vive, donde come o a que se dedica exactamente, es un buscavidas. Sé cuándo va de pesca, me cuenta las marrullerías que se hacen entre los mismos pescadores, lo llaman para chapear, pero en especial cuando hay que bajarle los cocos a algún cocotero. A nadie le hace gracia que le caiga uno en la cabeza. Antes era Andrés el especialista, pero desde que cayó desde uno y se le ha quedado una mano inútil, ha ocupado su lugar Ángel, hasta que le ocurra algo semejante puesto que hay que verlo subiendo por un cocotero, solo apoyándose con las manos y las puntas de los pies y con la barriga a más de medio metro del árbol, y por supuesto sin cinturón de seguridad ni nada que se le parezca.
¿El por qué tiene mala fama Ángel? Como todos, cuando tiene dinero y bebe, el guaro se le vuelve vaquero. Se vuelve peleante.
Una noche, ya bebido, estaba en Los Gitanos, diciéndole a todo el mundo que era su cumpleaños y que lo invitaran, costumbre de por aquí (decía cumplir dieciocho, pero creo tiene diecisiete). Alguien salió detrás de la barra con un palo y lo saco a leñazos. Desde entonces le cambiaron el alias por el de piñata, aunque ha prevalecido el primero.
Anoche, bastante después de haberme venido de la playa, escucho que me llaman y era él. Un arquitecto de San José, andaba buscando un terreno para construir y cuando esto ocurre hasta dios se pone a buscarlo por la comisión. Quería que se lo buscara por internet. Aparte de que no tenía conexión, le dije que no era tan sencillo pero lo vi con tantas ganas que le di datos de unos que yo había estado viendo y se fue. Ya estaba yéndome a la cama, cuando de nuevo aparece y me dice que ya había puesto de acuerdo al arquitecto y al dueño y que le iban a dar 500.000 colones (1.000 dólares) y venía a decirme que la repartiríamos entre los dos. Ni que decir tiene que le dije que no, pero me costó que se fuera.
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