El final de mis diarios


Son muchos años los que llevo escribiéndolos. ¿Treinta?.. ¿cuarenta? La verdad es que no recuerdo. Durante todo este tiempo, ha sido una obligación. Todos los tengo archivados en España excepto dos: El del 2008, que me dejé olvidado en el maldito viaje que hice allí, y el del año en curso que es el que he dejado de escribir; mas concretamente lo hice el día 27 de Abril. Han sido varias las veces que me he dicho de recuperarlo, pero ya tengo la completa seguridad de que no lo haré.
En realidad, ya en España dije de hacer una hoguera con ellos y quizás para lavar un poco mi conciencia busqué la complicidad de otra persona que en principio me tomo por loco, pero al final la convencí. Llegaron el cumulo de desgracias, y esta acción quedó en segundo plano, pero precisamente en ellos están reflejadas.
¿Hay cosas de importancia que merezca la pena conservar escrita? Posiblemente si, pero viene mi gran pregunta: ¿Para quién? Precisamente uno do los motivos de dejar de escribirlos es ese. Soy perfectamente consciente de que estoy en la recta final de mi camino en este mundo y lo que si es cierto es que en mas de un momento he puesto burradas sobre algunas personas, que también estoy completamente seguro se las merecían, pero una vez que mis restos vaguen por la inmensidad del espacio, ¿vale la pena que sepan lo que pensabas de ellas?. Seguramente no hace falta que se lo certifique ningún documento escrito; cada uno es perfectamente consciente de lo que ha hecho bien y mal en esta vida.
Mientras esto escribo, recuerdo cuando alguna vez abría alguno de los anteriormente escritos y me desesperaba lo puñeteramente rutinaria que es nuestra vida, y si salías de ella, al menos en mi caso, lo normal es que no fuera para bien, sino todo lo contrario.
En estos días estoy echando de menos mi escritura manual. Debido a este maldito aparato que tengo enfrente, con sus correspondientes periféricos, entre ellos el teclado, nos hemos olvidado hasta de escribir, solo me quedará el folio doblado por tres veces (también costumbre de toda la vida) que siempre llevo en el bolsillo junto a un bolígrafo, en el que tomo notas.
La verdad es que al escribirlos por las mañanas, hacia examen de conciencia de todo lo que había hecho el día anterior, y me hacia reflexionar sobre lo bueno y lo malo.
No puedo asegurar que sean ratos agradables los que he pasado con vosotros.
Puede que sean la historia de una vida. Ni mejor ni peor que otras.
Por lo pronto ahí quedáis.
Todo pasa en esta vida.

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A la búsqueda de Playa Murciélagos. El estero de Pochote


Todo viene de hace años. Vuelvo a Giovanni, cuando me decía que vivía en Playa Ventanas sin electricidad, sin TV, frigo ni demás cosas que hoy en día se da por supuesto que nos hace la viada más feliz. Doy por hecho que más cómoda si que la hace. Le pregunté la forma de llegar allí y me dijo que lo mejor era en panga, pero que él llegaba caminando desde la carretera hasta Playa Murciélagos, y en marea baja, caminando por la arena/rocas, hasta su casa. Algún día intentaré ir, me dije.
Nadie me daba señales de cómo hacerlo, así que recurrí a esta maquina y con Google Earth, tracé el supuesto camino.
Carro y camino que te crió.
Después de la entrada de Pochote, el siguiente camino. Yo esperaba que estuviera a unos cien metros mas allá o como mucho a un kilometro, pero… ¡joder!, a poco mas llegamos a Paquera.



Primer contratiempo, llegamos a un redondel, especie de plaza de toros, y hay una bifurcación de caminos. Le hago caso a mi acompañante, aun no viéndolo nada claro, y decidimos coger el de la derecha.


El bosque se va cerrando y pronto veo que nos hemos equivocado.


A la derecha el manglar como nunca lo había visto, pero sigo sin ver a los dichosos cocodrilos.
El camino se va haciendo intransitable debido al barro. Vanessa le pone la doble tracción al carro, pero le advierto que de poco va servir. Paramos y decido seguir andando. Veo agua y no dudo que es del estero, por lo que ya tengo la completa seguridad de que estamos frente a Pochote.


Para nada me arrepiento de habernos equivocado. Hasta ahora nunca había visto el bosque tan cerrado y las vistas de la bahía desde este lugar son preciosas.
Dos casas, que serian ideales para vivir debido a su situación y que seguro pertenecieron a los gringos, pero las comunicaciones con el exterior en especial en época de lluvias, no son precisamente las mejores.
Camino de vuelta, vemos a una pareja con la cual hablamos. Tampoco sabe como llegar a Playa Murciélagos, pero si nos dice que la cancela (portón por aquí) que estaba junto a nosotros, es la de Hard. Cuando se me ocurra hablaré sobre este personaje.


A la vuelta comemos en Pochote.

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