Pelícanos en el mes de marzo en Bahía Ballena


Cuando acude la sardina a la orilla, me imagino que a desovar, no faltan los pelícanos. Ayer abundaban las gaviotillas pero hoy le superaban en número lo pelícanos.
Otra cosa que tardare en ver; o quizás no.

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Lo que no se ve ni se escucha. Recapacitando que me voy


Parece que me voy haciendo a la idea de que voy para España y sobre todo a partir de esta tarde, puesto que hace unos quince días que andamos mirando por internet cual sería el vuelo más barato. Hace como una semana, reservamos la compra de los billetes, dándonos 72 horas para que la hiciéramos efectiva, cosa que hicimos antes de las 24 horas. Recibimos un segundo correo en el que dice textualmente: Recibirás un segundo correo la emisión y compra de tus billetes.
Pasan los días y no llega el dichoso correo, quedándome la duda de si nos hemos quedado sin ellos, que operaciones hay que hacer para asegurarte de que te los manden, si se retrasará el viaje y un sinfín de preguntas que me tenían sacado de quicio.
Hoy no me lo pienso, cojo el teléfono e intento ponerme en contacto con reservas de Iberia. Como es lógico sale el dichoso robot que te va diciendo: si es para esto, marque el uno, si es para lo otro el dos y así hasta que te desesperas y no consigo hablar con ningún humano. Lo intento por segunda vez y cuando me dice que diga una palabra la repita, la digo mal dicha, me dice que no me entiende, que la repita, otra vez la digo mal dicha y esta vez es al revés es el robot el que se aburre y me pasa con un humano. Ni que decir tiene que me sale voz de enfado y después de contarle mi vida termino diciéndole que de una puta vez me diga la confirmación del vuelo. Se para como a consultar y me dice que salió ayer y que mañana me llegaría. Creeré en él.
Pero para nada es esto lo que pensaba escribir cuando venía de la playa, pensaba en que bien por el estado mental que me encuentro o porque si se arrutina uno y cosas que antes parecían muy importantes ni te das cuenta de ellas. Seguramente porque piense que se dé el caso de que nunca más las escuche o las vea, he pensado en algunas de ellas.
Mis vecinos los congos. Al principio al escucharlos te fijas en sus movimientos en las crías y en otros detalles como el que comen y así. Después te acostumbras a ellos y u ruido más que pasado el tiempo hasta dices: A ver cuando se callan los coñazos de los congos. Al final ni los escuchas.


Los pelicanos y las gaviotillas, en especial ahora que la sardina llega hasta la orilla, ahora no paran de sobrevolar la playa. Los ves como una parte más del paisaje.


Por estas fechas también aparecen los veleros. Ayer había cinco. ¿Quiénes serán? ¿A dónde irán? Me pregunté.


Marianita dándole su paseo a la yegua.

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La vida como uno no la quiere. El descanso del guerrero


Conforme se acerca el día D, me encuentro peor por las mañanas. Ansiedad y cansancio. Aunque no con la mismas ganas de antes, sobre las cuatro me voy a la mesa de mi playa, que al menos por ahora son cada vez menos tertulias, porque ha llegado a la bahía cantidad de corvinas y barbudos y la gente está a su captura. Lo de que haya menos gente en la tertulia, no sé si a estas alturas es bueno o malo. El caso es que tengo más tiempo para pensar, y repito, ahora no debía pensar mucho, sino dejar el tiempo pasar con las neuronas apagadas.
No sé el por qué ayer por la tarde se me vino a la cabeza la frase: El descanso del guerrero.
Nadie en esta vida puede decir que la felicidad (acabada en ad, como igualdad fraternidad y legalidad) ha sido la constante de su vida. Todos hemos pasado momentos malos y buenos aunque el cerebro guarda en el baúl de los recuerdos, los malos dándonos la impresión de que nuestra vida ha sido un camino de rosas.
En mi caso particular, en mis últimos años de mi vida los malos han predominado tanto sobre los buenos que es difícil cerrar el citado baúl. Precisamente en estos precisos momentos, será porque toca no lo estoy pasando nada bien. Hace unas entradas me planteé el dilema de ir a España o quedarme aquí para intentar salir de este puñetero hueco, como le llaman aquí a los baches.
Tanto de mi estancia en España como de que darme aquí, me había hecho mi propia película y me gusto o al menos vi más conveniente la primera.
El hombre propone y dios dispone. La estancia allí para nada va a ser la que yo suponía, y no es que me disguste la que se me ha presentado, pero (siempre tiene que haber un maldito pero) se me ha atravesado una espina que nunca conseguiré tragar, y esa espina no se puede alterar y hacerla más tragadera y la verdad es que en otras circunstancias me la pasaría por el escroto (vulgarmente llamado forro de los cojones) pero puede que en las circunstancias que estoy me haga bastante daño.
Cuando llegue la primera vez a Costa Rica me dije que exteriormente estaría hecho un adefesio pero que mi nueva vida la empezaba con veinte años. Cuando alguien me acompañó la subí a veinte y dos, pero ahora me encuentro viejo y es lo que decía al principio, creo que no he sido ningún perverso y que ahora me debía tocar el descanso del guerreo, no el que tenían entre batalla y batalla sino el definitivo. Estoy cansado de luchar. Que los dioses me ayuden.
Aun me queda un halito de esperanza. He dejado todos los documentos y además pagados para los trámites necesarios para que me cambien la cédula de residencia temporal por la de permanente y el dinero suficiente para para el seguro social durante un año. Por ahora creo que si me van las cosa muy mal por allí, tendré la fuerza suficiente para aunque sea arrastrándome, volver y ya sí que será verdad que me enterraran los indios a son de flauta y tambor.

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