La vida como uno no la quiere. El descanso del guerrero


Conforme se acerca el día D, me encuentro peor por las mañanas. Ansiedad y cansancio. Aunque no con la mismas ganas de antes, sobre las cuatro me voy a la mesa de mi playa, que al menos por ahora son cada vez menos tertulias, porque ha llegado a la bahía cantidad de corvinas y barbudos y la gente está a su captura. Lo de que haya menos gente en la tertulia, no sé si a estas alturas es bueno o malo. El caso es que tengo más tiempo para pensar, y repito, ahora no debía pensar mucho, sino dejar el tiempo pasar con las neuronas apagadas.
No sé el por qué ayer por la tarde se me vino a la cabeza la frase: El descanso del guerrero.
Nadie en esta vida puede decir que la felicidad (acabada en ad, como igualdad fraternidad y legalidad) ha sido la constante de su vida. Todos hemos pasado momentos malos y buenos aunque el cerebro guarda en el baúl de los recuerdos, los malos dándonos la impresión de que nuestra vida ha sido un camino de rosas.
En mi caso particular, en mis últimos años de mi vida los malos han predominado tanto sobre los buenos que es difícil cerrar el citado baúl. Precisamente en estos precisos momentos, será porque toca no lo estoy pasando nada bien. Hace unas entradas me planteé el dilema de ir a España o quedarme aquí para intentar salir de este puñetero hueco, como le llaman aquí a los baches.
Tanto de mi estancia en España como de que darme aquí, me había hecho mi propia película y me gusto o al menos vi más conveniente la primera.
El hombre propone y dios dispone. La estancia allí para nada va a ser la que yo suponía, y no es que me disguste la que se me ha presentado, pero (siempre tiene que haber un maldito pero) se me ha atravesado una espina que nunca conseguiré tragar, y esa espina no se puede alterar y hacerla más tragadera y la verdad es que en otras circunstancias me la pasaría por el escroto (vulgarmente llamado forro de los cojones) pero puede que en las circunstancias que estoy me haga bastante daño.
Cuando llegue la primera vez a Costa Rica me dije que exteriormente estaría hecho un adefesio pero que mi nueva vida la empezaba con veinte años. Cuando alguien me acompañó la subí a veinte y dos, pero ahora me encuentro viejo y es lo que decía al principio, creo que no he sido ningún perverso y que ahora me debía tocar el descanso del guerreo, no el que tenían entre batalla y batalla sino el definitivo. Estoy cansado de luchar. Que los dioses me ayuden.
Aun me queda un halito de esperanza. He dejado todos los documentos y además pagados para los trámites necesarios para que me cambien la cédula de residencia temporal por la de permanente y el dinero suficiente para para el seguro social durante un año. Por ahora creo que si me van las cosa muy mal por allí, tendré la fuerza suficiente para aunque sea arrastrándome, volver y ya sí que será verdad que me enterraran los indios a son de flauta y tambor.

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