El perro cojo de Tambor y el vagabundo Pichi


El que le falte una de las patas delanteras no es óbice para que sea un perro de lo más normal del mundo. Juega con los otros perros y si se presenta les planta cara.


Lo que más me ha llamado la atención hoy es que se ha pasado más de una hora buscando algo que su olfato le decía que estaba pero que no encontraba.
He preguntado varias veces su nombre y no he encontrado a nadie que lo sepa, aunque si me han dicho que tiene dueño.
Al atardecer, no solo los humanos nos acercamos por la playa, yo creo que se reúnen todos los perros de Tambor.


Y ya puestos, creo que hasta ahora no he hablado de Pichi. De Pichi nadie sabe quién fue su primer dueño, ni de dónde vino, el caso es que digamos se encariñó con Carlos y él lo adoptó, pero Pichi lleva lo de ser un perro vagabundo en sus venas, ahora lo ha abandonado y por aquí lo tengo. No por ser un perro tan pequeño, deja de ser un perro brabucón, y como consecuencia es más de una vez la que ha venido maltrecho de las palizas que le han dado los otros perros. Hasta que decida volver con Carlos, ahora se pasa todo el día en la puerta y por la tarde me acompaña a la playa.
La verdad es que es un compromiso el puñetero porque no hay moto a la que no persiga y perro al que no provoque, y si pasa algún percance seguro que me culparan a mí.
No lo veo aguantando todo el día sentado en la puerta.

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