Viaje a San José a la Embajada de España. Certificado de Antecedentes Penales
La gente del pueblo sabe perfectamente todos los viajes que estoy dando para renovar mi cedula de residencia en este país y, aunque con otras palabras, dicen que estoy loco. Es raro el que tiene sus documentos en regla y no comprenden mi obsesión por tenerlos. La verdad es que yo tampoco lo entiendo. Tengo un documento dado por Migración con el que podría estar años sin que nadie me pudiera decir que no estoy legal aquí.
Le ha tocado a la obtención de un Certificado de Antecedentes Penales. Si algo tenía que salir mal a mí me saldrá. Intento sacarlo con el DNI electrónico, pero después de muchos intentos, no hay forma de que me pida mi pin. Tres días intentándolo, sospecho del lector de tarjetas, pero al final estoy seguro de que es del microchip del DNI. Me lo saqué expresamente antes de venirme, para sacar desde aquí cualquier documento que me pudiera hacer falta y gilipollas de mi que no lo probé allí, porque ahora como no le reclame al maestro armero, voy jodido, aunque pienso mandar un correo al Ministerio de Justicia poniéndolos a parir (derecho al pataleo se llama eso). Veo en internet que no es a mi al único que le falla (consuelo de tontos)
Segunda opción, justo a la que no quería llegar: Ir a la Embajada para darle un poder a la persona que elija para que pueda sacármelo. También no deja de ser curioso, que le hice uno a la bogada que me esta resolviendo (lo de que me esta resolviendo es un decir, aun, y de esto hace años, no me ha resuelto nada) algunos asuntos y para nada ha servido.
Me levanto a las cuatro de la mañana, ducha desayuno y a las cinco salimos de Tambor para coger el ferry en Paquera. Ni amaneceres ni puñetas, todo el día nublado con pinta de caer un buen aguacero. Embarque del carro y en Puntarenas continuamos viaje por carretera. Bien de tiempo, poca circulación comparado con otras veces pero no hay quien evite colas de camiones a los que es imposible adelantar.
Le había dicho a Vanessa de dejar el coche en un aparcamiento del aeropuerto y desde allí coger un taxi a la Embajada, cosa que hacemos. Salgo del parqueo, fumando, se me acerca un policía y me dice que no puedo fumar.
¡No me joda! ¿En la calle tampoco puedo fumar? Un no seco es su respuesta. Tenia pensado armar la de San Quintín, puesto que estoy hasta los cojones de ser un apestado, pero pienso que tengo el tiempo justo para llegar a la Embajada y me contengo, aunque el cabreo me duró todo el día.
Llegada a nuestro destino y en la puerta nos hacen un registro que lo único que falto es que nos volvieran los bolsillos. Vanessa que jamás ha pasado por un aeropuerto se quedo asustada.
Mi amiga Catalina, con la que había intercambiado varios correos (no quería que me dijeran que me volviera porque me faltaba un timbre), me atendió bastante bien. Me da los dos documentos que le lleve yo imprimidos ante el temor de que les fallara la impresora, firmados por el “Ministro Consejero”, yo suponía que los enviarían por valija diplomática, pero no, tengo que mandarlos yo.
Al salir le digo a Vanessa de ir al centro de San José, pero dice que no nos daría tiempo de coger el ferry de las dos con lo que tendríamos que esperar al de las cinco, asi que cogemos el mismo taxi que nos trajo y volvemos al parqueo. Tenia ganas de ver el Mercado central y hacerme una foto que en su día le hice a Javier.
En Puntarenas Vanessa tenia que hacer unas compras. La espero en el carro.
Ya para subir al ferry, veo unas motos pandilleras, me quedo viéndolas, uno de ellos se enrolla conmigo y se empeña que me haga unas fotos con ellas.
Siempre hay algo que fotografiar. Esta es isla Jesusita.
En Paquera vamos a ver a Verónica y almorzamos/cenamos con ella. Vamos a su casa y me llama la atención un techo de palma que ya solo se utilizan en hoteles y similares. Me asegura que aunque el aguacero sea fuerte, no pasa una gota de agua. Los precolombinos no eran tontos.
Llegada a Tambor y aun me da tiempo de ir a mi tertulia, eso si cuando me acosté caí como un tronco.
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