De Costa Rica a España. Marzo del 2014


Llegó el a su vez tan temido como deseado día, día que últimamente me tenía la ansiedad por las nubes, pero al que por otra parte me sumía en una gran inquietud porque podía significar un cambio irreversible en mi vida, con la incertidumbre de no saber si para bien o para mal.
La maleta y la mochila más de una semana preparadas, pero siempre con el temor de olvidarme algo a última hora. El avión salía de Tambor a las dos así que había tiempo de repasar todo.
Le temo a la despedida, sobre todo de ella (la innombrable) pero resulta que sobre la hora de irnos también llega Verónica, Tabo y Moisés. Gran nudo en la garganta, ojos húmedos y a subirnos al carro. Solo cabíamos Jose y yo porque los asientos de atrás iban abatidos para que cupieran las maletas. Lo dejaríamos en el aeropuerto y después irían a recogerlo.


Como es lógico esperando el avión solo había gringos y los que de alguna forma viven de ellos. No es un medio de transporte que se lo pueda costear cualquier tico.


Veo la iguana que siempre anda por allí. Al parecer se resiste a que la echen de su hábitat.


Siempre olvido que estoy en Costa Rica y que el tiempo allí es indefinido. Pasan las dos y cuarto, las dos y media y por fin escucho que llega un avión. No, no era el nuestro era uno de Air Nature o algo parecido y ya temo que el nuestro no llegue y perdamos el que nos llevara a Europa, pero aproximadamente a las tres llega el de Sansa.


La verdad es que he volado mucho, pero en un cacharro de estos nunca y tengo cierto respeto a hacerlo, y menos mal que hace buen tiempo y los baches en el aire no son muy fuertes.


Veo desde el aire en especial Bahía Ballena (siento un no sé qué).


Adiós a Pochote.


Isla Tortuga, isla Jesusita y la de Cedros. También siento una extraña sensación.
Aterrizaje en el Juan Santamaría. Hay que salir del aeropuerto y volver a entrar para ir a viajes internacionales. Respiro porque veo que tenemos tiempo para coger el Airbus que nos llevará a España. Me sigue jodiendo que al pasar por aduana te hagan quitarte hasta unas zapatillas de playa en las que no se puedan esconder no ya un explosivo sino un puto cigarrillo. Desde el 11 S la única misión de las aduanas es humillarte y acojonarte.
Busco un bar que había en los sótanos en que se hacían los locos y dejaban fumar, en especial porque todos los pilotos pasaban por allí para hacerlo, aunque me imagino que también lo harían en las cabinas de sus aviones. La verdad es que hace tiempo que lo que es fumar no fumo, pero vapeo porque aun me hace falta mi dosis de nicotina.


Subimos al Airbus. Este en concreto es un A340-600 por nombre llamado Vicente Aleixandre. Habíamos escogido un asiento junto a la ventanilla más bien de la cola y desde allí impresiona ver a cerca de cuatrocientas personas y que este ingenio sea capaz de volar con ellas. Pienso que es un desafío a la gravedad.
Otra vez me olvido que aún sigo en Costa Rica hasta que habla el comandante del avión y no sin cierto recochineo nos dice que lo que es por su parte tenía todo en condiciones para despegar a su hora pero que las autoridades del aeropuerto, no sabía bien por qué no les daba la orden de salida.
Por fin despegamos, no sin bastante retraso, al poco nos estaban dando la cena, y despues van apagando todas las luces para que durmamos. Hay que tener en cuenta que viajamos en dirección contraria a la del sol por lo que casi todo el viaje es de noche.
A pesar de haberme tomado una pastilla para dormir me es imposible hacerlo y me sorprendo que todo el mundo lo haga. Me dolían desde las cervicales, el culo y cualquier otra parte del cuerpo. Eso sí, aunque no lo necesitara y solo fuera por joder estuve fumando del cigarrillo electrónico, todo lo que me dio la gana.


Ya se veía claridad aun llevando las ventanillas cerradas, abro la mía y veo que estamos llegando a la costa de Portugal.
Otro si digo, sigo sin creerme que los celulares conectados interfieran en la navegación del avión, y si sirve de prueba, y lo hice conscientemente (o inconscientemente) el mío no solo no lo desconecte sino que fui haciendo fotografías con él (ya había leído algo sobre el tema y sus intereses creados).


Por fin llegada a Barajas y como es lógico con retraso, cosa que no entiendo puesto que el piloto en un trayecto tan largo podía haber recuperado pero me imagino que siguen teniendo una prima por ahorro de combustible y eso de los retrasos se lo pasan por el forro de los testículos.
Aterrizamos en una terminal que está justo al otro extremo de la que estaba el avión que teníamos que coger para Granada. Escaleras mecánicas, pasillos mecánicos, aduanas y vemos que no llegamos a tempo de enlazar. Mi hijo corría como en una maratón, pero yo no era capaz de seguirlo, además pensaba que con las pulsaciones que llevaba el corazón me iba a repetir el ictus. Me conformaba con no perderlo de vista porque a esa velocidad no veía ni las señales que me indicaban el camino a seguir. Llegamos tan en el último minuto que las azafatas tanto de tierra como del avión, no nos miraron ni el billete, sino que nos dijeron que ya lo sabían, lo del retraso del otro avión y que corriéramos.
El piloto del avión de Granada estaba en las escalerillas de subida y al verme la cara y la lengua fuera me dijo que no me preocupara que el funcionamiento de este aeropuerto era un desastre y tan es así que otra vez esperamos no sé cuánto y también salimos fuera de hora, esta vez porque no le daban pista de despegue.
Me quejaba de la forma de ver el tiempo de los ticos pero después de esta experiencia veo que es el mundo el que funciona mal, y así nos va, solo que ellos se lo toman con otra filosofía y es la que debíamos aprender los demás habitantes del planeta Tierra.
Habíamos quedado en llamar desde Madrid a mis hijas para que tuvieran la seguridad al ir a buscarnos, pero después de lo narrado ni que decir que no pudimos hacerlo. Me parecía lo de menos, puesto que podríamos tomar un taxi, pero no solo estaban ellas sino que traían dos vehículos.
Conozco a Pula en persona.
Final del trayecto.
Por fin llegamos a casa, como ET.
Esta fue la mejor parte del viaje puesto que temía algunos, digamos roces, que no solo no se dieron, o ya veo el mundo tan diferente a como lo ven el resto de los humanos que procuré evitarlos.
Continuaré cuando salga de la nube en la que me encuentro.

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