Me retiraron la sonda vesical. Una que acabé. Por ahora


Hoy se cumplían los ocho días que me indicaban en el documento de alta en el Hospital. Alguien especializada en los recovecos de la Seguridad Social, me había pedido cita en mi Centro de Salud y me la habían dado para las once. Un cuarto de hora antes estaba en él junto a una puerta rotulada Sala de Curas. Al parecer los/as ATS que se dedican a esta labor, aparte del trabajo que hacen en el centro, tienen que hacerlo también a domicilio, por lo que no sé exactamente cada cuanto tiempo se van relevando.
En el tiempo de espera hasta que llego la mía, me he quedado admirado de la poca vergüenza que tiene bastante gente. Llegan, abren la puerta sin pegar ni nada y casi siempre con el mismo pretexto: Es que vengo a hacer una pregunta, aunque descaradamente lo que querían es que los atendieran a ellos. El enfermero que precedía a la que me atendió a mí, con no muy buenos modales, les dijo a un par de ellos que para preguntas se fueran a información, que lo dejaran trabajar.
Al fin me llaman por mi nombre, y ahora comprendo el por qué cuando le dije al urólogo, que yo me quitaría la sonda, me dijo que si estaba loco. No es un tubo el que introducen, sino dos, no sé si concéntricos o no, uno por el que sale la orina y otro que infla una especie de globo, que impide que la sonda se salga, por lo que si yo hubiera intentado sacármela y lo hubiera conseguido, puede que detrás hubiera venido hasta el esófago. Me parece mentira no estar ni sondado ni con la dichosa bolsa amarrada a la pierna.
Vamos a casa de mi hija, donde mi hijo ha quedado en hacerle algunos chapuces, y solo de ver cómo está el tráfico, ya me pongo nervioso. Encontrar un aparcamiento en la calle es misión imposible y hay quien lo pretende con lo que solo consigue ralentizar más la cosa.
Hechas las chapuzas, volvemos y mi hijo para en un restaurante chino, que por el tamaño parecía más bien un campo de futbol. Unas cuantas mesas ocupadas por personas solitarias, que incluso las veía comer con apetito.
La sensación de que estoy en un mundo que no es el mío se multiplica por cien, así que digo que nos preparen la comida para llevar y nos la comemos de vuelta a la casa.
Ya había bebido bastante agua en casa de mi hija y cuando orino aquí, sin sonda, me parece un verdadero placer. Cosas de la vida.
Va pasando el tiempo y algo de lastre voy soltando. Solo espero que la sinapsis entre mis neuronas acabe de funcionar y a volar.

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